La buena salud, Sancho se fragua en la oficina del estómago, así le decía Don Quijote a Sancho Panza en uno de tantos diálogos y monólogos, mientras alumbrados por la contagiosa locura encabalgados trasegaban por los caminos de La Mancha.
Por: Leandro Felipe Solarte Nates
Y esta sabia máxima está vigente hoy más que nunca con la crisis en el sistema de salud y el modelo de atención a la población no basado en la prevención y más enfocado en el control de los síntomas, acudiendo a miles de fármacos de fabricación industrial sin ir a la raíz de gran número de enfermedades que se presentan no sólo por la carencia de alimentos balanceados sino también por el exceso de su consumo y en especial por la comida chatarra, que cada día vomita nuevos productos con empaques llamativos para niños y adolescentes, sin olvidar los estragos que causa el abuso del consumo del aceptado socialmente alcohol en sus diversas presentaciones y otras sustancias sicoactivas.
La llamada comida chatarra copa los estantes de grandes supermercados, tiendas de barrio y escolares en sus diversas presentaciones saturadas de azúcares, sales, colorantes, saborizantes y preservativos de origen químico, algunos cancerígenos, que tienen a centenares de millones de humanos de todos los continentes y en especial de Estados Unidos y otros países, enfermos, sin poder caminar por la obesidad que además de deformar sus cuerpos y rostros, desencadena graves enfermedades de origen metabólico.
Tal es el caso de la diabetes a temprana edad, con sus afectaciones colaterales a órganos como la vista y los riñones, además de generar amputaciones en los miembros inferiores al engangrenarse pequeñas heridas y producir impotencia en los hombres.

En Colombia ni las comunidades rurales como los indígenas, donde deberían cultivar los alimentos que ancestralmente fueron la base de la dieta de generaciones de habitantes, se han salvado de este fenómeno, según expuso el profesor Álvaro Acevedo, de la universidad Nacional de Colombia, en reciente presentación del programa: “Territorio, Comida y Vida” en la mañana del miércoles en el salón 306 del nuevo edificio de Ciencias Humanas y Sociales de la universidad del Cauca.
Con asistencia de hombres y mujeres de la comunidad Misak del cabildo de Santiago y de Ambalo, de docentes de las universidades nacional de Colombia y del Cauca, que hicieron una investigación y trabajan con las comunidades, y de una agencia de cooperación del gobierno canadiense que financió el proyecto, quienes intervinieron, destacaron la importancia de impulsar la seguridad alimentaria entre las comunidades volviendo a rescatar semillas y cultivar alimentos tradicionales, como la yuca, arracacha, quinua, maíz, fríjol, plátano, ahuyama, coles, cebollas, las hierbas aromáticas y medicinales y otros alimentos que hoy en día son comprados en las galerías y supermercados por dedicar mayor área de las tierras de sus resguardos a monocultivos por los que reciben más dinero, como los de fresa y café, sin olvidar la extensión de los de coca, marihuana y amapola, con los desajustes causados en la armonía de las comunidades.

El proyecto pretende principalmente educar a niños de 8 a 12 años para que aprendan a cultivar, procesar los alimentos con recetas tradicionales y otras innovadoras, consumirlos y venderlos erradicando además las bebidas gaseosas y la gran variedad de comida chatarra que atiborra las aulas escolares.
También vincular a los estudiantes de secundaria hasta grado 11 en la recuperación de las huertas caseras siguiendo las técnicas de la agroecología, complementada con la fabricación de abonos orgánicos aprovechando los desechos de las viviendas y huertas caseras. y en el procesamiento de alimentos para consumo interno y comercialización de los excedentes, partiendo de la motivación a niños y jóvenes para que conozcan las recetas tradicionales y también las innoven.
En las tiendas escolares también se sustituye la comida chatarra por bocados preparados en sabores y presentaciones agradables al paladar y la vista.
Según el profesor Acevedo, hay que decirle “No al sistema alimentario globalizado acogiendo el territorializado”, cultivando y transformándolos frutos de la tierra, reemplazando las colas por jugos frescos y derivados lácteos como yogures procesados por las mismas comunidades.