El poeta bordeño, vivió en eterna búsqueda y en permanente rebeldía. Escribió y publicó en 1960 su poemario, “Amor entre las calles” y escribió sin publicar “Soledades Urbanas”, “Cantos de la soledad” y “Colillas”.
Por Antonio María Alarcón Reyna
El escritor Plutarco Elías Ramírez nació en El Bordo, Cauca, el 17 de abril de 1933. Sus padres fueron Mariano Ramírez y Ernestina Córdoba. Realizó estudios en Popayán; los inicia en la Escuela Privada de Roberto Casas, los continuó en la escuela San Camilo. Sus estudios secundarios los cumple en el Colegio Champagnat y en Liceo de la Universidad del Cauca, para posteriormente terminarlos en Bogotá.
Un joven poeta
Tempranamente escribe sus primeros poemas que expresan la fogosidad su juventud. Su poética sufre una transformación influenciada por la dura etapa económica y política de los 40 y 50. Es el lenguaje militante del desgarramiento sustancial que sufre el país. Así nace su poemario “Lo que me dijo el pueblo”, poesía puñada de testimonio de denuncia y de valor noble por la defensa de la vida, del hombre común y corriente en los campos y ciudades asoladas por la violencia fratricida. Su poética tiene el discurso de otros poetas internacionales como Neruda, Malakovsky, Miguel Hernández, Walt Witman, Guillén y comparte con ellos, diferentes escenarios de la cruenta guerra que aún no ha terminado, Sumapaz, Río Chiquito, Marquetalia, Planeta Rica y otras regiones del país.

Durante su vida, su afán fue de búsqueda. En un mundo de soledad se entregó con su pluma y corazón a escribirle al amor, a la soledad, al olvido, al adiós de la mujer amada y es en sus últimos años de permanencia en el país cuando escribe sus poemas “Amor entre las calles” editado por Ediciones Nuevos Rumbos en 1960, además otros no editados como “Soledades Urbanas”, “Cantos de la soledad”, “Colillas” y algunos cuentos.
Perseguido y encarcelado, dejó el país y se asiló en Cuba en 1963. En este país continuó su formación profesional de escritor. Se inscribió en la Universidad de la Habana en la Facultad de Filosofía y Letras. Durante este periodo se publican sus poemas en Cuba, México y Costa Rica. Cursa varios semestres y escribe una monografía sobre Colombia. Lo sorprende la muerte el 23 de noviembre de 1968
El “Catire”
Según Manuel Cepeda Vargas “En el Popayán de los años 50 ardía un joven y fosforescente poeta: Plutarco Elías Ramírez. Rubio, mereció el apodo de “Catire”. Y rubia era también esa época, en que Popayán, con sus plazoletas amarillas como el rostro del otoño, donde siempre está cayendo la hoja del tiempo perdido, parecía querer decirnos algo, entregamos un mensaje sagrado, esa flor que se iba y se iba en el viento y que pasaba en medio de estatuas pensativas. Veloz muchacho, sobrino de un espiritista, el cual dialogaba con todos los desaparecidos próceres del aire transparente del Cauca y que, cuando llegábamos a su casa en busca de Plutarco nos decía: -Hoy me encontré con don Francisco José de Caldas (o con don Tomás Cipriano de Mosquera) y están aterrados ante el abandono en que se halla Popayán! Quizás por reacción frente a la vocación extraterrestre de su tío, Plutarco era materialista. Y, por materialista, revolucionario”.
“Recuerdo el día en que vino a buscarme. Me miró con sus amarillos ojos de gato y me dijo: ¡Me ahogo en Popayán y vengo a despedirme! Y al día siguiente ya había desaparecido. Volvería a hallarlo en los corrillos de la Juventud Comunista en Bogotá, siempre impugnando, discutiendo, cuestionando. Un día debió decirse: ¡Me ahogo en Bogotá!”.

En ese tiempo, Cepeda Vargas recuerda que Plutarco “viajó al movimiento guerrillero de Ríochiquito. Ayudante de Ciro Trujillo, compartió la fatiga y el azar de los alzados en armas. Con el sobrenombre de “Gamboa” se le identificó en el oleaje del amplio movimiento agrario y aborigen de los límites entre el Cauca y el Huila. Plutarco llegó a ser secretario general de la Juco en 1955. Torturado en 1956, cuando ya la tiranía de Rojas Pinilla tambaleaba, vino entre las rejas carcelarias a saludar a quienes lo visitábamos. Vestía a ropa tinta en sangre. ¡Tráigame uno camisa limpia, es todo lo que necesito!”
Manuel Cepeda cuenta que “antes de abandonar Colombia y viajar a Cuba, publicó dos folletos de versos: “Lo que me dijo al pueblo” y “El amor entre las calles”. Editó en Cuba una monografía sobre Colombia, que publicó Casa de las Américas. En algún sitio de su pieza de estudiante interminable, de estudioso inconcluso, de autodidacto irrenunciable, revoloteaban siempre poemas, que jamás publicaría. A estas alturas Plutarco se había doctorado ya de luciérnaga intermitente, de cocuyo instantáneo, de inventor de la luz perecedera e inmortal. Nunca halló la senda por donde debería salir del hermetismo de sí mismo. Porque este revolucionario, que se daba tan fácilmente a las más exigentes tareas, bregó siempre por salir del laberinto personal. Y creo que aunque entrevió la luz exterior no logró salir completamente a la superficie”.
Como anécdota Cepeda cuenta que “estando en Praga, después de haberme despedido de él en La Habana en 1967, recibí su última carla en que pedía auxilio para viajar a la URSS a tratarse un cáncer abdominal, que acababa de serle descubierto. Mientras tramitaba su pasaje y le escribía a La Habana comunicándoselo, recibí a respuesta de su novia: ¡Gracias, pero Plutarco acaba de morir! Fallecido en 1968 y cubiertos sus despojos por ese ajeno tricolor colombiano que le fue tan amado y tan inalcanzable, descendió a la fosa como la piedra ignota de un edificio que habría podido levantarse, pero que la dureza de un tiempo cruel inmoló”.
La poesía de Plutarco Elías Ramírez enseña la influencia de los grandes poetas universales que marcaron los puntos cardinales para la juventud que volaba de los años 50 hacia los 60.

Al norte Walt Withman, al sur Pablo Neruda, al oriente Vladimiro Moyakovski y al occidente los poetas de la guerra civil española. Y más cerca, como un racimo que mostrara lo maduro de la uva, el colombiano Carlos Castro Saavedra. Su poesía hace el tránsito del cartel hacia el intimismo.
En su honor fue creada La Biblioteca Pública “Plutarco Elías Ramírez” del Municipio de Patía, mediante Acuerdo del Concejo Municipal Número 008 del 23 de abril de 1986
Un día me fui
Un día me fui de la ciudad dejando
las suelas de mis zapatos hechas polvo
sobre las calles.
Me fui cayendo a trozos y rodando.
Dejé lo que no tuve y lo vivido.
Me fui de mí mismo y de mi cuarto.
Dejé las tardes en su sitio, andantes.
Dejé las noches, agrias de candela.
Y me quedé con mis impulsos grandes,
mi barba roja y mi ruda corteza esperanzada.
Me fui desde la amada desamada.
Desde mi sexo amargo.
Y me llevé mis garras tempestuosas
y mi hambre caminante y agrietada.
Me fui desde el pasado y el presente,
con mi sola esperanza atormentada,
a vivir una vida grande y dura,
a morir una muerte dura y grande.
¡Vivir entre mi pueblo, aunque a piltrafas!
¡Morir junto a mi pueblo, aunque de rastra!