Cada sábado, radio Eucha la emisora de Paez Belalcázar, emite un programa radial llamado La Carreta que dirige Luis Ignacio Escobar Castañeda, todo un personaje de esa región.

Fotos Nacho Escobar / Fotos suministradas
Mi nombre de pila es Luis Ignacio Escobar Castañeda, pero todos me dicen Nacho. Soy nacido en Belalcázar el 18 de julio de 1952, canceriano a morir de los originales; mi mamá Josefina era de Belalcázar, pero proveniente del Huila y ejercía la docencia como maestra de escuela y mi papa era caldense, de Marulanda, paisa andariego que salió de su pueblo con sus hermanos a andareguiar por el Valle del Cauca y por ahí se fueron quedando unos pero mi papá llegó a Belalcázar por allá en el año 50. Mi papá se llamaba José y era arriero de mulas pero en Belalcázar, conoció a mi mamá que le dio el beso nasa y hasta ahí llegó su caminar, pues se quedó para siempre en esa tierra y nunca regresó a Marulanda.
Estudiante
Somos catorce hermanos de los cuales nos criamos once y soy el mayor. Para estudiar yo le di la vuelta a Colombia, caminé mas que Ramón Hoyos y Cochise juntos pues empecé la primaria en la Escuela Urbana de Belalcázar donde estudié hasta tercero de primaria; de ahí me fui a inaugurar el internado de Tóez a finales del año 1962 y soy de la primera promoción de Núcleos Escolares en Colombia. Que salió en Tóez. En el año 64, salimos de quinto y para esa fecha fue la pesada del Ministerio de Educación, de los Núcleos Escolares de Colombia y de ahí me gané una beca y me fui para la Escuela Norma de Icononzo, Tolima, donde lo único que aprendí fue a montar bicicleta, estuve dos años y uno lo perdí por matemáticas y religión y otro que me anularon hasta que completé tres y me devolvieron pa mi casa.
Entonces mi papá me llevó pa la montaña y al año siguiente, un curita me mandó para el internado de La Plata, Huila, en una vocacional agrícola y allá me fue peor pues perdí dos veces segundo y ya mi papá le dijo a mi mamá, no perdamos más tiempo con este muchacho. El sacaba madera del monte y mi mamá hacía pan para ayudar a conseguir como criar los once muchachitos y yo que era el mayor, el que debía dar ejemplo en la familia y le salí con ese chorro de babas y entonces mi papá me llevó pa la montaña de nuevo a principios del 70.
Por esos años en vista de que había una bandolita de varios muchachos que no habíamos aprovechado la época de estudio, ayudamos a que se creara el bachillerato nocturno para poder estudiar de noche y trabajar de día. Ahí estuvimos hasta que cerraron el nocturno y nos integraron a la Normal y nos tocó repetir cuarto de bachillerato y ahí hice cuarto, quinto y sexto, es decir noveno, décimo y once de hoy y nos graduamos y fuimos los primeros bachilleres de la Normal de Varones de Belalcázar en 1976.
La educación la manejaba el obispo y la prefectura apostólica y cuando uno se graduaba de normalista, casi que le echaban el nombramiento por debajo de la puerta, pero como yo no era de los afectos del prefecto, no me nombraron nunca. La verdad es que el prefecto sabía que yo era medio libertino, toma trago y vaguncio.

Camellador
De ahí, me dieron un camellito en la Cooperativa de Caficultores y me nombraron de almacenista en Belalcázar y ahí trabajé como 18 meses, pero eso no era lo mío pues es muy verraco manejar plata que no es de uno y esa platica ahí en el cajón y yo a veces pelao y con ganas de empinar el codo, era una tentación muy brava, casi que era candidato a la cárcel de San Isidro, entonces mejor renuncié.
Después un alcalde me dio chico y me nombró secretario de la alcaldía pues yo medio mecanografiaba y como siempre he sido curiosito con los libros, podía con ese trabajo. Sin embargo, tampoco me sentía bien y no me gustó, porque a veces veía vainas que no eran, pero me tocaba firmar y de nuevo corría el riesgo de un “cañazo”, por lo que mejor renuncié también y me fui con mi música pa otro lado.
Yo era amigo de los jueces y cuando había salidas a campo a visitar fincas o a cualquier querella y me llevaban de perito y en ese tiempo un maestro se ganaba como 7 mil pesos el mes y yo, en un peritazgo a Río Chiquito o a Mosoco que duraba 3 o 4 días me pagaban 10 mil y me daban la comida, el caballo, la dormida y lo más importante, la beba. Era verracamente rentable y yo andaba en la juega.
Maestro
Así pasaron como dos años hasta que apareció un amigo que me invitó a una reunión política y allá me presentó al doctor de turno diciéndole que yo era el muchacho del que le había hablado. El me preguntó si yo era maestro y le dije que sí, entonces me preguntó que si yo quería trabajar en el magisterio y obvio, yo le dije que claro, que sí. Me dijo que me iba a mandar una listica de escuelas para que escogiera pa dónde me quería ir y yo no le creí, pensé que era paja porque ellos estaban era politiqueando, pero le contesté muy contento que sí, que por supuesto. Era el “gordo” López, que luego fue director de Coldeportes en Popayán.
Yo no le comí mucho cuento, pero como a los ocho días me llegó la lista: unas en Toribío, otras en Cajibío, pero en ese tiempo todo eso era muy caliente. Yo le pregunté a un amigo que conocía Toribío y el amigo me dijo Nacho, eso está muy caliente por allá, pues es territorio del M19 y es mejor que no se vaya pa esos lados. Finalmente me enviaron para Páez, pero era lejos del pueblo. De todos modos, arranqué para allá, se llamaba San Antonio de Guaiquite y fue donde empecé mi trajinar como maestro. Luego me fui para Cohetandilló, Tálaga, La Florida, mejor dicho, yo me di un recorrido que duró 42 años por estos territorios, pero de todos salí bien, con muchos amigos. Me conozco a Páez, todo a pie. Me gusta mucho el trabajo comunitario y por eso me amañaba fácilmente en cualquier lado.
Yo quería bajar célibe al sepulcro y no me había querido comprometer con nadie, pero hasta que llega la que es y todo se acaba ahí. Me casé a los 34 años y ella es de Popayán, yo vivía en Belalcázar pero fui damnificado por el terremoto de Popayán, pues a la familia de ella se le cayó la casa y entonces un amigo de ella le ayudó para que se viniera a trabajar aquí en el Hogar Infantil, mientras se normalizaban las cosas en Popayán y acá la conocí y eso fue ligerito, dos cucharadas de caldo y mano a la presa.

La radio
A mi desde niño me gustaba la radio y cuando estudiaba en Icononzo Tolima, tenía un grupito que remedábamos a Piedrahita, Carlos Arturo Rueda, Arrastía y a los locutores de ciclismo, y en el salón transmitíamos la carreras.
Cuando estaba en Belalcázar empecé a hacer pininos con los megáfonos o las cornetas y con el loco Cano, hacíamos publicidad, transmitíamos eventos deportivos y armábamos equipo para eso. Nos regalábamos para hacer los comentarios de los partidos de futbol las pruebas de atletismo, las carreras de ciclismo del pueblo.
En el año 75 Dagoberto Roa montó una emisorita de tubos que se escuchaba hasta las afueras del pueblo y nos llamó para que le ayudáramos. Todo era gratiniano pero yo vivía feliz porque eso era lo que me gustaba y solo teníamos una grabadora, una consoloa chiquita, cable coaxial y amarrado a una guadua. Los tres nos metíamos sábados y domingos todo el día a poner música, a dar noticias del pueblo y a comentar deportes y en eso nos entreteníamos, pero la emisora no tenía licencia y vino el Ministerio y la cerró y se nos acabó el entretenimiento.
Entonces apareció Radio Eucha y yo quería irme para allá pero como era de la curia, monseñor no me iba a llevar porque yo era tomatrago y además, un gran amigo me aconsejó que no fuera a hacer esa locura, que siguiera de maestro, que tenía un buen trabajo y estabilidad, porque yo pensé retirarme del magisterio para irme a la emisora. Pero un día el padre me llamó y me dijo que si quería hacer con él con un programa deportivo y a quien le han dicho, los sábados estábamos metidos de nuevo en la emisora haciendo programa.
Luego montamos un magazine los domingos y hablábamos de todo, llevábamos revistas, periódicos, libros y le hacíamos a todo, esas dos horas no nos alcanzaban. Y así entré a Radio Eucha.
La Carreta

La Carreta nació en una chichería pues a mi me gusta mucho visitar las chicherías porque allí es donde están las historias al calor de una chicha y donde están siempre los filósofos del monte, gente humilde que cuenta historias y entonces uno tomando se pone caliente y les pica la lengua y empiezan a contar lo de los duendes, lo de la guerrilla, lo de patasola y un montón de historias que solo se oyen ahí.
En 1986 el presidente Samper autorizo la emisora Paez Vive y yo estaba en ese parche, así que una vez un tipo en la chichería me contó una historia y yo pensé que sería bueno que la contara en la radio y me lo llevé para la emisora. A la gente de Belalcázar le gustó porque en la calle me decían que había estado muy buena la entrevista y decidí seguir llevando personajes, unos anónimos, otros conocidos, pero siempre para echar carreta, contar historias de vida y entretener a la gente. Era a las seis de la mañana los sábados y le hice como año y medio hasta que me mamé y no lo hice más pues a veces era difícil encontrar los invitados u otras veces, yo amanecía con la rasca viva y eso si nunca lo hice de llegar prendido a hacer programa.
Como a los tres meses, mi cuñado Jair que estaba en Radio Eucha, me dijo un día que por qué no hacía el programa en esa emisora, bajo el mismo formato de entrevista, pero yo tenía mis prevenciones porque los curas son jodidos y yo a veces en las entrevistas me descacho con alguna vaina y no quería tener problemas con ellos, pero Jair me cogió calientico un día y me convenció explicándome que tenía la libertad de hacer el programa a mi manera y que eso no sería problema, que yo ya estaba libre de pecados.
Así que acepté y cuando llegué a la emisora, el programa ya tenía nombre: La Carreta y ya estaba la cortina musical que todavía se mantiene y me autorizaron el tiempo que yo necesite para hacer la entrevista sin afanes y de eso hace 19 años. Por ahí ha pasado de todo, doctos, artistas, filósofos, curas, monjas, escritores, periodistas, políticos, profesores, evangélicos, poetas.
Yo siempre quise entrevistar a monseñor Oscar Múnera y siempre me decía que sí, que un día de estos iba pero no, nunca fue, hasta que un buen día me dijo que ese sábado iría a La Carreta y entonces yo me preparé para la entrevista. Llegó a las seis y media y yo empiezo preguntándole luego del saludo sobre su infancia, su escuela, su familia, de su pueblo y se me regao, habló 40 minutos sin parar con una sola pregunta y el control me hacía señas que la cortina, que la cuña y yo me le podía atravesar, así que tocó esperar a que él mismo hiciera una pausa. Pero apenas pasaron las cuñas, monseñor dijo, entonces les sigo contando y de nuevo tomó la palabra durante todo el programa, fueron dos horas muy buenas y se fue contento.

Pero así como hay unos que son muy buenos conversadores, hay otros entrevistados que toca sacarles con anzuelo las palabras, son muy parcos y las entrevistas son un poco más difíciles y uno se atortola pero al final les cojo el ladito y salen bien. Esto es algo que me gusta, que disfruto y siempre estoy al acecho del siguiente entrevistado para el próximo sábado. Muchos que quieren ser candidatos solo me buscan en época de elecciones para que los entreviste, pero me les hago el loco. En ocasiones me lo piden directamente y otras veces me mandan un payaso a que les haga la gestión pero yo sé cómo es la vuelta y si los llevo, no les doy chico a hablar de política.
Mientras pueda seguiré haciéndole a esto pues es algo que me encarreta y me hace feliz, lo mismo que a muchos que cada sábado me sintonizan en Radio Eucha de Belalcázar.