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Matryoshka: El alma de Rusia que contiene al mundo

Dentro de cada matrioshka hay más que madera: hay miles de historias, el reflejo de un pueblo que se protege y que abre los brazos al mundo.

El alma de Rusia que contiene al mundo / fotos suministradas

Por Juan Manuel Rincón

Desde niño recuerdo a la matryoshka – матрёшка – arrullarme con su inconfundible y profundo olor a madera y pintura. En estos días en que se celebran 125 años de su creación, quiero contar su historia viva como un hilo que abraza generaciones jóvenes y mayores no sólo en Rusia sino en todo el mundo. En aquel rincón artístico del siglo XIX, en la famosa villa rusa de Abramtsevo, surgió la chispa que dio vida a esta figura singular: bajo el mecenazgo de Savva Mamontov, en el taller “Детское воспитание” – Educación para Niños -, el tornero Vasili Zvyozdochkin talló lo que sería la primera muñeca hueca, y el pintor Sergey Malyutin la vistió con ropas campesinas tradicionales. Esa conjunción entre la leña y el pincel transformó un juguete en un símbolo cultural.

Dicen los abuelos que se inspiraron en las muñecas anidadas traídas del lejano oriente, en particular una figura japonesa llamada Fukuruma, que llegó a Rusia y despertó la imaginación de los artistas rusos.

Pero más allá de su inspiración, la matryoshka rusa fue reinterpretada con alma propia: esa primera figura estuvo compuesta por ocho muñecas, la más grande sosteniendo un gallo negro, y dentro, hermanas, hermanos y por último un bebé envuelto en pañales.

En 1900, Elizaveta Mamontova exhibió estas muñecas en la Exposición Universal de París, donde obtuvieron una medalla de bronce. Poco después, se popularizaron en Rusia y de esta manera empezaron a recorrer el mundo.

Para Rusia, la matryoshka no es sólo una artesanía: es una testigo silenciosa de la historia de esta gran nación. En los tiempos soviéticos adoptó formas diversas muñecas con héroes populares, escritores, temas regionales, sin perder su esencia de capas que contienen tanto pasado como esperanza. Como anécdota, en 1959 el Instituto Científico y Experimental del Juguete de Zagorsk creó una matryoshka de 42 muñecas que representaban los años del poder soviético.

125 años después, la muñeca más famosa de Rusia sigue enseñándonos que la identidad también puede abrirse capa a capa.

Preservar la matryoshka es custodiar la memoria del pueblo ruso la diversidad de sus regiones: Serguiev Posad, Semiónov, Polkhov-Maidan, Vyatka… Cada taller mantiene sus estilos, sus flores pintadas, sus contornos negros, sus combinaciones de colores que revelan la geografía del arte popular ruso. En Vyatka, por ejemplo, adornan algunas muñecas con espigas de centeno seco, formando relieves de paja dorada, una técnica casi olvidada.

Las matryoshkas son un universo porque en cada una de ellas hay miles de historias. Al abrirlas no sólo se encuentran muñecas más pequeñas, sino generaciones enteras que hablan de madres, abuelas, hijos, nietos. Esa es la idea central: la familia rusa como una tribu que se replica, que se protege y que expande su abrazo hacia el mundo. La matryoshka enseña que contener no es oprimir: es acoger. Que cada capa añade valor, no resta.

Esta artesanía ha viajado por el mundo siendo embajadora de la cultura rusa: museos de varias ciudades la han acogido como símbolo de identidad y misterio, coleccionistas la veneran y los turistas la abrazan como un inolvidable recuerdo de Rusia.

Hoy la matryoshka vive un presente de contrastes. En los talleres tradicionales, sigue el oficio del tornero y del pintor que curan la madera y aplican barnices lentamente. Pero también la vemos convertida en versiones modernas: con rostros de celebridades, deportistas, políticos, en miniaturas caricaturescas, en ediciones temáticas o kits para armar. Incluso se ha convertido también en emoji, símbolo virtual que trasciende las pantallas de todos los rincones del mundo.

Como datos curiosos, ¿Sabías que existe un diamante llamado “matryoshka”? En Yakutia, SIberia, se descubrió un cristal doble: un diamante dentro de otro, movible internamente, evocando exactamente el concepto de la reconocida muñeca rusa.

También según el Libro Guinness de los Récords Mundiales, “El conjunto más grande de muñecas rusas es un conjunto de 51 piezas pintado a mano por Youlia Bereznitskaia (Rusia). La más grande mide 53,97 centímetros de altura, la más pequeña, 0,31 centímetros. El conjunto se completó el 25 de abril de 2003. Cuando las 51 piezas se alinean y se tocan, miden 3,48 metros de largo».

Y un último dato: las primeras muñecas no tenían nombre, tiempo después, se le bautizó “matryoshka”, término que proviene del nombre femenino “Matrona” o “Matryona”, muy popular en Rusia, que sugiere el sentido de la maternidad y el dulce hogar.

Este aniversario no es sólo un festejo: es una invitación para que niños, jóvenes y adultos al abrir estas muñecas mantengan el espíritu del asombro. También es reconocer que dentro de Rusia caben todos los pueblos y que dentro de la cultura rusa cabe la universalidad cultural. Promover la matryoshka, en escuelas, museos, festivales, diplomacia cultural, es hacer un gesto de fraternidad entre Rusia y el mundo.

Y al cerrar esta historia para almas curiosas, imagino que sostienes ahora una matryoshka frente a ti. Ábrela. Ve capa tras capa. Dentro hallarás no sólo muñecas diminutas, sino reflejos de un orgulloso pueblo ruso que ama contar su historia capa tras capa, con pincel, corazón y madera. Que la matryoshka siga girando en manos nuevas, llevando esa melodía de identidad rusa hacia el futuro, y recordándonos que dentro de cada uno de nosotros habita una historia infinita que merece ser contada.

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