Hortensia Tombé Tunubalá, conocida como ‘Flor del Trueno’, enfrenta desafíos culturales y personales para ejercer su don como médica tradicional Misak. Desde la conexión espiritual con las plantas hasta rituales de sanación, su historia muestra la lucha por el reconocimiento de las mujeres en la medicina ancestral.
Escrito por: Sarai Tombé.
sjuagibioy@unicauca.edu.co – *Especial Co.marca/Alianza El Liberal
—La chonta y la piedra llegaron a mis manos para acompañarme y son las que me dan fuerza para mover la energía y empezar a curar. Prima en ellas la energía del rayo, y eso es lo que fluye en mí. Es por eso que mi nombre ancestral es PaløiU que significa ‘Flor del trueno’.
Antes de encontrar la “piedra del rayo o la piedra de la sabiduría”, como suele llamarla, recibió entre sueños varias advertencias y premoniciones sobre el regalo del trueno. Vivía y trabajaba en la vereda La María, en el resguardo de Piendamó junto a su familia. Un día, durante un aguacero torrencial, cayó en la casa, en un pilar, un gran rayo luminoso acompañado del retumbar del trueno. Ahí, junto al pilar destrozado había una piedra, un hacha con el dibujo del trueno.
—Yo le pregunté a un mayor sobre lo que había pasado y él me orientó diciéndome que el trueno me estaba dando esa fuerza para despertar del todo mi don. Ahora yo podría trabajar y mover esa energía. Fue hasta ese momento, a mis 33 años, que entendí que debía darle movimiento a mi don. Mi hermano fue quien me ayudó a practicarlo.
Con determinación tambaleante y miedo en la mayoría de ocasiones comenzó a prepararse. Su hermano menor, Rodrigo Tombé, enfermero y también médico tradicional quien empezó esta práctica desde los 12 años, fue la persona que le enseñó a poner en marcha lo aprendido. Ella en poco tiempo se convirtió en la mano derecha de su hermano llevándolos a trabajar juntos durante 8 años.

—Comencé principalmente curando a niños, mientras mi hermano revisaba y cateaba. Él me decía qué tenía esa persona: si estaba asustado, si estaba ojeado o lo que le indicaran las señas. Me decía lo que se debía hacer para ayudarlos. De esa manera fue que empecé a coger experiencia —dice mientras levanta del suelo a su gata color gris con rayas negras.
Utilizaba tanto lo que aprendía de su abuela por medio de sueños como lo que aprendía de su hermano. Observando, poniendo atención a todo. Poco a poco fue mejorando, hasta que alzó vuelo y tuvo que aventurarse a otros horizontes.
Durante los años de trabajo junto a su hermano, curó tanto a niños como a jóvenes, ancianos y todo aquel que llegaba en búsqueda calmada o desesperada de ayuda. Personas que no encontraban explicación a sus enfermedades, jóvenes que arribaban con problemas físicos y mentales. Personas en busca de una sanación espiritual o también solo por curiosidad. A veces dudosas de la efectividad de la medicina tradicional y de su don. Experiencias que compartió junto a su hermano y de las que recibía, en la mayoría de veces, agradecimientos y alentadoras palabras.
—Había situaciones que me hacían dudar de mi propia habilidad curativa, pero las palabras de algunos pacientes me alegraban y me daban fuerza, así que comencé a tener más confianza en mí misma. Yo podía hacerlo, solo que a veces el miedo no te ayuda a avanzar. Mi hermano siempre recalcó eso. Debíamos ayudarnos mutuamente, pero llegaría el día en el que me tocaría sola. Debía romper ese miedo.
En el transcurso también recorriendo territorios y visitando diferentes lagunas sagradas para hacer los rituales de refrescamiento y fortalecimiento espiritual, se anunció en sus visiones y sueños el nuevo camino que debía transitar, pero esta vez sola. Así tomó su propio rumbo a otras experiencias.
—Fue duro —da un fuerte suspiro, a la vez que refleja en su rostro una gran nostalgia y se mueve sutilmente en su asiento— fue difícil, porque siempre mi hermano era el que me daba la fuerza. Me sentía segura al lado de él. Era ese empujón. Y cuando me independicé, me tomó un año y medio adaptarme para volver a coger fuerza y pararme Pero la misma gente, con todas esas experiencias que viví me motivaban. Seguí adelante y fui creciendo espiritualmente. Porque tenía que ser fuerte para así poder ayudar a otras personas.
Durante ese lapso dedicó su tiempo al cuidado y experimentación con plantas medicinales para mejorar su uso y potenciar sus beneficios. Recobró la fuerza, volvió a recorrer los caminos hacía varias lagunas sagradas. Seguía aprendiendo mientras perfeccionaba cada vez más sus habilidades, su don, además de la conciencia y el pensamiento.
Los más cercanos llegaban hasta su vivienda, otros buscaban la forma de llegar a encontrarla o contactarla. No eran muchos, pero comenzaban a solicitarla. Empezó a recibir personas que buscaban tanto su ayuda como sus consejos. Se había ganado la confianza y el cariño de aquellos a quienes había atendido.
—Gracias a que mi hermano me recomendaba, mi experiencia se extendió a hacer limpiezas de casas, de negocios y de fincas. En ese proceso también comencé a limpiar a las personas que me necesitaban, curando adultos y niños. Y aunque ha sido una experiencia difícil puedo decir que ha sido algo de mucho aprendizaje. Le he dado valor e importancia a lo que hago, ya no siento miedo, porque confío en lo que puedo hacer. —menciona con voz firme y fuerte mientras sonríe
Las enseñanzas de sus ancestros y su experiencia acumulada le abrían puertas en la mayoría de territorios donde era invitada. Aunque a veces los prejuicios y pensamientos excluyentes de un patriarcado muy arraigado y la desconfianza en su trabajo llegaban a frenar sus labores, estas no se volvían razón para dejar de seguir “caminando” y “luchando”. Hortensia respondía con acciones. En cada sanación, en cada limpieza que realizaba quedaba plasmada la prueba de su capacidad, su fortaleza y compromiso. Su lucha se convirtió en la resistencia constante de que la mujer también es una guardiana del saber, una voz diferente pero poderosa en el tejido de la medicina tradicional.
—El machismo ha sido el pensamiento de generaciones, donde el hombre es el único que puede ser y aprender de la medicina tradicional, nos han educado con la concepción de que la mujer no puede practicar o tener un cargo. Es vista como alguien sin valor. Y eso es lo que me ha tocado pelear, desde mi trabajo, desde la práctica y demostrando mi valor en los resultados. Es mi forma de luchar y mostrar mi pensamiento.
Con cuidado vuelve a atizar la hoguera, de la que solo se desprende una leve columna de humo. Afuera, la noche envuelve el cielo, acompañada del frío congelante. Lentamente, el fuego consume los nuevos troncos de leña, encendiendo la fogata. Hortensia se acomoda en su asiento y prosigue.
—Ahora que voy a algunos territorios y resguardos indígenas del departamento del Cauca, he visto que aún está ese pensamiento. Muy poquitos me han apoyado y reconocen el trabajo de las mujeres. Es importante el reconocimiento mutuo, y merecemos que nuestros trabajos sean valorados.
Sus trabajos en la medicina tradicional la han llevado a caminar procesos de limpieza y sanación con otros pueblos como el pueblo Nasa. Pasando a ser parte del proceso del Programa Mujer del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC. Programa creado por mandato en el Noveno Congreso del CRIC en Corinto Cauca en el año 1993, de acuerdo a criterios y objetivos definidos por las mujeres indígenas del Cauca y ratificados por sus autoridades ancestrales. Apoyando a las mujeres en la parte espiritual, los saberes y la oralidad. Acompañándolas en el proceso de mujeres contra la violencia contra la mujer, la violencia contra los niños, las niñas y diferentes problemas o conflictos colectivos y personales en diferentes territorios indígenas del departamento del Cauca.
—Acompaño desde la espiritualidad. Oriento desde la palabra para el despertar de la conciencia. Ese es el proceso que actualmente hago y más que todo en compañía de mujeres que han comenzado a decidir cómo es que queremos ser, cómo queremos pensar, cómo queremos construir un nuevo camino para las nuevas generaciones.
Durante el siglo XX, la presencia de misioneros evangélicos también se hizo más notoria, particularmente en áreas como el Cauca, donde lograron establecer iglesias y comunidades cristianas que coexistieron con las tradiciones indígenas, aunque en ocasiones en tensión con ellas. Sin embargo, esta integración ha venido acompañada de desafíos, como la presión para abandonar prácticas tradicionales y la lucha por mantener su autonomía cultural frente a la influencia religiosa externa.
Hasta el momento, la medicina tradicional ha perdurado con el tiempo y no solo ha ayudado al despertar de la conciencia y acompañado procesos medicinales, sino también procesos de recuperación y fortalecimiento en las comunidades de una manera sutil. Ha sido el escudo protector ante temas como la pérdida de la cultura, la falta en la práctica de la medicina y la adopción de la ideología religiosa.
—Siempre ha existido ese roce, personas a favor o en contra del tema de las ideologías religiosas. Y la cuestión con nosotros los pueblos indígenas es que hemos dejado de practicar lo nuestro, lo propio. La religión ha sido un método de manipulación y de dominio, que se ha arraigado en el pensamiento de muchas personas. Entonces, la idea es retornar a nuestras raíces, fortaleciendo nuestra identidad y prácticas milenarias —menciona con seriedad en su rostro, mientras se acomoda por segunda vez en su asiento.
Desde tiempos milenarios, la medicina tradicional ha sido un pilar fundamental para la preservación de saberes y se ha convertido en una de las formas de resistencia ante la represión colonial y el adoctrinamiento. Esa ha sido la tarea. Preservar la medicina y su sabiduría, enseñándola y compartiéndola a todo aquel que desea aprender y buscar de ella.
—Cualquier persona puede aprender y practicar la medicina tradicional. Muchas veces he visto que la sabiduría es escondida y recelada, pero eso no debería ser así. Siempre, la orientación que he escuchado es que la sabiduría se comparte. El sol, la luna y las estrellas son para todos, el agua es para todos. Vivimos de la misma tierra y respiramos el mismo aire, para nadie es diferente. Entonces en vez de negar y ocultar, lo que se debería hacer es acoger y enseñar, con la intención de fortalecer y apropiar esa sabiduría.
El tiempo transcurre entre pregunta y respuesta. El fuego mantiene cálido el Nachak o cocina de fuego de Mama Hortensia. Menciona que además de dedicarse a la medicina tradicional, al cuidado de sus animales, tejer en sus horas libres y viajar por diferentes territorios, lo que más le gusta hacer es recolectar plantas y caminar por la montaña. Ha recorrido incontables veces aquellos caminos transitados también por sus ancestros e hijos. Una animada sonrisa adorna su rostro y la emoción en sus ojos es evidente.
—Recolectar las plantas es prácticamente mi pasatiempo favorito. No tengo una planta favorita, porque pienso que todas son importantes, y varían según sus beneficios y usos. Gracias a ellas las personas sanan, y también he mejorado gracias a ellas. Les hablo, les digo lo importante que es trabajar en equipo y de su ayuda. Pareceré una loca hablándole a las plantas en medio de la montaña, pero eso en esencia me da alegría.
En su colección de plantas se encuentran una gran variedad de texturas, olores, colores y usos. Cada una tiene su trabajo y se utilizan dependiendo de lo que se requiera. Si son enfermedades se utilizará una diferente, para dolores otras. Las plantas de páramo y algunas flores ayudan al fluir de la energía o para abrir el camino. Otras, como la albahaca blanca y morada, la aldamisa, la ruda, el abre camino, la destrancadera, la hierba buena y la siempre viva, son plantas que más suele utilizar, y son beneficiosas para quitar energías negativas, alejar desarmonías o para arreglar y limpiar tanto el cuerpo, como un negocio o casa. Ya sea en baños o tomándolas.
— En serio, siento que he encontrado mi felicidad. Junto a lo que hago y mi familia. Ellos y la gente son los que me llenan de motivación. Incluso, desde la espiritualidad y por medio de sueños, la abuela Antonia siempre me ha apoyado. Que tenga esa capacidad de ayudar, de curar y escuchar que han mejorado, me impulsa y me motiva a avanzar y a seguir confiando en mí misma.
—¿Cuál sería ese consejo o esas palabras de motivación e importancia desde la medicina tradicional?
—Debemos practicar lo propio, las prácticas ancestrales. Desde la casa, desde cada persona, desde cada proceso. Hacer conciencia desde la palabra es muy importante. Encontrar el camino retornando al origen y esencia de nuestra identidad es como el abono que alimenta y ayuda a crecer tanto a nuestros pensamientos como a nuestra espiritualidad. La medicina tradicional, en pocas palabras ayuda a seguir fortaleciendo el cuerpo y espíritu de cada individuo, pero también la conciencia. Nos permite a los pueblos pervivir en esencia en el tiempo —menciona de manera fuerte y animada, mientras vuelve a la conversación diferentes experiencias y aprendizajes. Una que otra anécdota, las tantas visitas a los territorios y unos cuantos consejos en el uso de las plantas.
—En nosotros está la tarea, hablando desde las tulpas, practicando la medicina, mambiando la palabra, hacer conversas, empezar a fortalecerse. Y la medicina ayuda a eso, o sea, a despertar, a conectar, y para encontrar esa esencia de cada quien.
*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.




