Otro santo laico nacido en la orilla oriental del río de La Plata, sufrido al luchar por sus ideales, se acaba de ir, dejándonos el cofre de su sabiduría plasmada no solo en las palabras y proyectos políticos.

Por: Felipe Solarte Nates
Ejemplar, principalmente por su vida sencilla, en medio de la naturaleza, sin lujos y compartiendo con los aporreados por la vidurria su sueldo de presidente del Uruguay más sus escasos bienes.
Consecuente en pensamiento y obra con su cruzada por construir un mundo igualitario sin caer en la tentación de acudir a las jugarretas de los tramposos por apropiarse de los bienes públicos, tal como lo hicieron falsos apóstoles del progresismo deslumbrados por el manejo de miles de millones de millones y el desbordado arribismo hedonista y por consumir las múltiples formas de basura efímera y lujosa que a diario vomitan las fábricas y agencias de viajes.
Por su austeridad y amor por los animales y la naturaleza fue una especie de San Francisco de Asís de la izquierda y en eso se hermanó con el Papa argentino que en el viaje a la eternidad se le adelantó dos semanas.
Al igual que Mandela en Suráfrica, “Pepe fue muchas cosas: militante, preso político, presidente. Pero sobre todo fue un hombre libre. Libre para pensar con profundidad, para decir lo que otros mantenían en silencio, para vivir con sobriedad y para luchar, con terquedad y ternura, por un mundo más humano.
Su vida estuvo marcada por la adversidad, por años de encierro, por el dolor que deja la violencia política. Pero nunca lo vimos rendirse al odio ni al resentimiento. Salió de la cárcel con más convicciones que rencores, con más sueños que reproches. Su resiliencia no fue sólo individual, fue una apuesta colectiva por el reencuentro y por la esperanza”, escribió en El País, de España, la expresidenta de Chile Michelle Bachelet.
Consciente que el afán desaforado de riquezas, el consumismo enfermizo y el enorme potencial destructivo que hoy tiene el humano convertido por el neoliberalismo desalmado en la peor plaga que azota el planeta, nos pueden llevar al borde de la extinción y de las demás especies, hizo llamados a la sensatez, a retornar a la naturaleza y vida sencilla, respetando todos los seres vivos y controlando esa avaricia y gula insaciable que con nada nos llena y en especial: a los monstruos como Musk, Bezos, Zuckemberg y demás secuaces de nuevos Hitleres como Trump y Putin, que por amasar sus fortunas sin límites, amenazan con adelantarnos el Apocalipsis, mientras después de haber arrasado con la Tierra sueñan volar con sus naves a los peladeros de la Luna y Marte, como si estuvieran protagonizando el papel de los superricos siniestros luchando por apoderarse del Universo, tal como sucedía en las historietas de Superman, Batman y el rico Mac Pato, que leímos en la niñez.
Abogó por la integración latinoamericana, más urgente hoy, en la presidencia de Trump, con sus aires de dictador, criminalizando y persiguiendo a los inmigrantes de piel diferente, desempolvando la doctrina Monroe y los métodos imperialistas de Teodoro Roosevelt, como cuando empezando el siglo XX con sus destructores y marines se apoderó de Panamá, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
“También fue un defensor incansable de la integración de América Latina. Tenía la convicción que, frente a un mundo cada vez más incierto y marcado por profundas desigualdades, sólo una América Latina unida podía hacer oír su voz y proteger los intereses de sus ciudadanos y ciudadanas. Pepe Mujica creía en la necesidad de tender puentes entre nuestras naciones y que nuestras diferencias no fueran obstáculos, sino aprendizajes. En un tiempo en que los desafíos globales, desde la triple crisis climática hasta el avance de la inteligencia artificial, exigen respuestas colectivas, su visión adquiere aún más vigencia”, continua Bachelet.
Los millones de uruguayos que cogidos de la mano acompañaron sus restos, nos enseñan la profunda huella que dejó y el respeto y amor que despertó en su pueblo. Hasta siempre gran Pepe. Tu vida fue un ejemplo a seguir.




