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El ángel de los olvidados: luces y sombras de María del Pilar Delgado

María del Pilar Delgado López fue una activista payanesa que dedicó su vida a proteger animales abandonados. Fundadora de La Casita Roja, enfrentó durante años la indiferencia institucional, el abandono social y una lucha que terminó por consumirla en la soledad.

Foto: Tomada de Redes Sociales, periódico: El País

Por: Sara García – Estudiante del Programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca

María del Pilar, también conocida como Doña Pili, no nació en la difícil situación que luego eligió como campo de batalla. Hija única de una familia pudiente de Popayán, conoció las comodidades y una educación privilegiada que la llevó a los salones de Derecho en la Universidad del Cauca, siendo como recuerda Julieth Rodríguez: “la única mujer en su época que iba en carro a su facultad”. Desde entonces irradiaba una empatía y una sensibilidad que la desvió del camino que ya tenía hacia uno mucho más difícil: el de proteger a los más vulnerables.

Durante años, fue la defensora incansable, fundó refugios improvisados, organizó jornadas de adopción y promovió con fervor campañas de esterilización. La Casita Roja, su creación más conocida, se convirtió en un símbolo de esperanza, aunque precario en una ciudad donde la falta de apoyo y ausencia de organización municipal para estas causas es muy notable. “La ciudad perdió a una verdadera heroína”, lamentaba una compañera de causa. “María del Pilar no solo salvó vidas animales, también inspiró a muchos a cuidar y respetar”.

La devoción, sin embargo, tiene un precio, y el de María del Pilar fue muy alto. La misión con una entrega tan pura, la desbordó por completo, como describió su vecino y líder, Juan Pablo Matta: “Perdió su hogar, su salud y su tranquilidad por cuidar a cientos de animales abandonados, muchas veces en condiciones imposibles, enfrentando la indiferencia de las autoridades y el abandono de quienes alguna vez acudieron a ella”.

“Ella me contó cómo era que llevaba toda una vida trabajando por los animales, que era una persona sola, que no tenía hermanos, que había sido hija única”, cuenta Magnolia Losada, representante legal de la Fundación Villa Ruffis de perros adultos mayores, quien acogió a cuatro de los perros de María del Pilar y fue su amiga en vida, resaltando también la soledad marcada en su vida, un factor que, según ella, influyó en que el problema se le saliera de las manos.

Magnolia describe a María del Pilar como una mujer de corazón inmenso, cuya entrega a los animales era admirable. Sin embargo, también reconoce que, con el tiempo, la situación la sobrepasó. “Ella quería ayudar a muchos perros, quería ayudarlos a todos, pero el problema se le salió de las manos”, explica. En cuanto a su personalidad, la define como una mujer fuerte, aguerrida. Además, resalta su conocimiento de las leyes y estatutos, una herramienta que utilizaba de su profesión para su defensa de los animales.

“Ella me decía que cuando sus padres se murieron, quedó sola, siendo hija única. Y su afecto fue por los animales. Creo que la falta de amor le inspiró en ayudar a perros en situación de calle”. María del Pilar encontró un refugio y un propósito, teniendo en ellos todo el afecto que no tenía dónde más dar. Magnolia resalta el ejemplo de entrega y la necesidad de ser la voz de los que no la tienen, un legado que deja María del Pilar.

La imagen del “ángel guardián” comenzó a desmoronarse con una dura realidad. Julieth Rodríguez, quien la conoció de cerca, cuenta una perspectiva más cruda: “Se podría decir que ayudó a infinidad de animalitos en sus buenos años de cordura, pero posteriormente como sucede con muchas otras animalistas, la cordura y empatía se transformaron en frustración, hacinamiento y maltrato”. Julieth añade que María del Pilar pidió ayuda en anteriores administraciones, pero la coordinadora nunca hizo lo necesario para ayudarla.

Magnolia habla de las dificultades que enfrentó María del Pilar, especialmente la falta de apoyo cuando más lo necesitaba. “Ella tiró su vida y su parte económica a los perros, pero cuando necesitó ayuda, creo que la abandonamos, en la parte mental”. Reconoce que la situación se le fue de las manos, pero dejando en claro en que su intención nunca fue dañar a los animales.

Las opiniones se diversificaron, haciendo un retrato complejo. Para Ángela Peña Muñoz, María del Pilar fue una mujer incansable, invencible, valiente, incomprendida, calumniada, en una soledad impresionante. Recuerda cómo se paseaba incansablemente por las diferentes dependencias de la Alcaldía, del Concejo Municipal, rogando y suplicando ayuda, pero solo encontraba desprecio. Su vestimenta, dice Ángela, a menudo llena de pelos, era el testimonio de su entrega.

Foto: Tomada de Redes Sociales, Facebook, Julieth Rodriguez

En redes sociales, Dayana Delgado habló de la pérdida, con la crudeza de la verdad: “Ella fue una persona que necesitó ser salvada por un ser humano amigo… Tanto animalito que rescató, pero no pudo salvarse a sí misma, es triste que un ser humano tenga que morir así, en el abandono”.

La soledad fue su compañera más constante. “Era sola, como muchos sabemos”, comentaban quienes seguían su labor. Sin familiares que la apoyaran, su lucha se volvió una batalla individual contra un problema colectivo con el Centro de Bienestar Animal de Popayán, como un telón de fondo de negligencia institucional.

La presión de esta tarea, sumada a la falta de apoyo, fue deteriorando su salud. Sus últimos días fueron luchando en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica La Estancia, lejos de sus animales, que finalmente fueron rescatados por la Alcaldía y La Fundación Villa Ruffis. María del Pilar Delgado López falleció el lunes 28 de abril, dejando a Popayán la imagen de quien luchó hasta su último aliento

Juan Carlos López Castrillón, exalcalde de Popayán, también se pronunció y señaló que: “Su historia de vida es una prueba más del por qué es urgente que entre en total funcionamiento el Centro de Bienestar o Refugio Animal de Popayán”. Juan Pablo Matta fue más allá, pidiendo acompañar, no señalar, construir soluciones colectivas, no cargar las tragedias en los hombros solitarios de unos pocos, e incluso sugirió que el futuro centro llevara su nombre.

María del Pilar Delgado, la mujer de mirada firme tras sus gafas, a menudo vista con su camiseta de La Casita Roja, deja una herencia compleja. ¿Fue una heroína trágica acabada por su propia compasión, o la víctima de una sociedad que admira el sacrificio individual, pero falla en la responsabilidad colectiva? Quizás fue todo eso, y su historia, como la de los animales por los que dio la vida, piden una respuesta que va más allá del lamento y se traduzca en acción. Una acción que tal vez, ella ya no pudo ver.

Hoy, los perros que sobrevivieron aún esperan. Algunos quizás, la siguen buscando, no saben que su ángel ya no volverá, pero el amor que les dio ese sí, ese no se ha ido.

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