Alcohólicos Anónimos, un grupo sin ánimo de lucro, se ha encargado de darle un lugar a aquellos que creen que no lo tienen. A través de reuniones, donde comparten sus experiencias, se ayudan entre sí para salir de esa sombra y llegar a la esperanza.

Especial realizado por:
Juliana Andrea Cerón Burbano
Nasly Lucía Hinestroza Riascos
Karen Mileidy Portocarrero García
Eliana Valentina Yara Valencia
*Especial Co.marca/Alianza El Liberal
El alcoholismo es una enfermedad silenciosa, pero devastadora. Para quienes la padecen, el control sobre esta bebida se convierte en una batalla perdida, una lucha constante contra un enemigo que habita tanto en el cuerpo como en la mente. Viven atrapados en una gran burbuja que, sin intervención, solo empeora con el tiempo.
En Popayán, esta realidad cobra vida a través de innumerables historias de lucha y superación, destacando la importancia de dar el primer paso que es reconocer y aceptar que se es alcohólico antes de que sea demasiado tarde. Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que comparten mutuamente su experiencia, fortaleza y esperanza, para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo. Este especial recoge la experiencia de cuatro testimonios resilientes, que decidieron dar a conocer su proceso.
Tocar fondo para reconocer y enfrentar la adicción al alcohol (parte I)
El alcoholismo es una enfermedad que muchos no reconocen, pero gracias a la aceptación, la ayuda y buena voluntad, varios han podido liberarse de él. Dani, batallando contra el alcohol, halló una luz de esperanza en Alcohólicos Anónimos donde renueva su camino hacia la recuperación.

Escrito por: Nasly Lucía Hinestroza Riascos
naslyhinestroza@unicauca.edu.co
Mi nombre es Dani* y soy un enfermo alcohólico. Yo empecé a consumir alcohol desde los siete años, eso fue como abrir el telón al mundo del trago. A medida que crecía, consumía más y más. Vengo de una familia tomadora, entonces, es difícil controlar eso porque todo mundo toma.
—Venga, mijo, deje de ser bobo; venga tómese uno —me decían algunos familiares.
—No, muchas gracias. Me quedo un ratico, sancochito, lo que sea, y chao —les respondía.
—Usted se volvió más amargado.
—Amargado no, sino que yo vi cosas con el alcohol que no las quiero repetir y ustedes deberían dejar de tomar —les dije.
Uno con el alcohol se divierte, conoce gente, pero uno no sabe el daño que se está haciendo, no sabe el fondo que le irá a tocar, si la muerte, el hospital o una cárcel. El alcohol es muy traicionero y como dicen por ahí: donde uno se tome la primera, ahí vuelve y recae. Yo probé toda clase de bebidas: aguardiente, cerveza, ron, ‘chirrincho’, de todo.
Una vez estaba tomando por allá por la calle cuarta, aquí en Popayán. Fui con varios amigos y cuando me desperté estaba en un hospital. Estaban entregando el turno y decían: “paciente de tantos años de edad, llegó en la madrugada con intoxicación con escopolamina”. En medio de mi loquera, porque uno no reconoce a nadie, escuchaba que decían: “antes que llegó temprano porque donde hubiera llegado cinco minutos tarde o se muere o queda loco”. Me tuvieron que aplicar una cantidad de dextrosas y medicamentos para poderme desintoxicar.
—Bueno, ¿qué está pasando conmigo? —me preguntaba.
Me calmé como unos dos meses sin tomar por voluntad propia. Pasados esos dos meses vino con más fuerza esa vaina. A mi vida había llegado una mujer que me dio tres hijos, yo seguía con mi alcohol y todo ese cuento. Hubo un momento donde yo me di cuenta que la mujer que tenía no me estaba siendo sinceramente fiel, entonces ahí fue como otro escalón hacia abajo, donde consumía alcohol más fuerte, al punto que me perdía uno, dos, tres días. Llegaba sin zapatos, vuelto nada y oliendo a diablo.
Llegué a golpearla y desde ese día los niños quedaron con traumas. Llegué a pisar el calabozo, estar ahí pasando guayabo con malandros no se lo deseo a nadie. Olía feo, orinaban ahí, mejor dicho, eso olía inmundo. ¿Qué pasaba? Tenía un buen trabajo, tenía mi hogar y por culpa del trago lastimosamente hice muchas cosas de manera inconsciente.
Cuando ya se me estaba pasando el guayabo se me vino a la cabeza lo peor, me pregunté “¿yo qué hice?”, “¿por qué estoy aquí?”. Gracias a un buen abogado salí, pero me dijeron: “usted vuelve a golpearla y ahí si no se le perdona nunca”, y yo dije: “¿ahora qué hago?”, eso fue prácticamente como un segundo fondo para mí.
No perdí el trabajo, pero seguí yendo, entonces ahí fue cuando conocí a un amigo que me trajo a Alcohólicos Anónimos. Al principio yo no entendía muy bien qué eran los 12 pasos, cuál era la tradición, pero a medida de que uno va metiéndose en el cuento va entendiendo qué es lo que hace Alcohólicos Anónimos en el cambio de uno. Ahí fue cuando acepté.
—Yo soy un enfermo alcohólico porque el alcohol me controla a mí y con el alcohol pierdo mi esencia, mi humildad, lo pierdo todo —me dije a mí mismo.
En los inicios del alcohol uno no acepta, pues estamos estudiando, nos vamos de parche, de rumba y ese, se puede decir, es el primer cachorrito del león. Uno al principio no es consciente, pero a medida que va pasando el tiempo ya no es una cerveza, sino un guacal, un aguardiente, un whisky o algo.
El tercer fondo que yo toqué fue cuando mi mamá falleció, yo ya no quería nada, no quería vivir, no quería saber de hijos, de mujeres, de nada y ahí fue cuando empecé a consumir droga. Por lo general, cuando uno tiene su grupo alcohólico no falta al que le gusta el vicio, entonces, cuando uno se inunda ya no actúa como ese Dani, sino que ya es otra persona que pierde el miedo y ahí fue cuando empecé a probar la marihuana y el perico.
Eso era alcohol, droga, alcohol, droga… Hasta que un día alguien me leyó algo de la biblia y fue algo que me pausó en ese momento.
—Recuerde desde que nació hasta la fecha usted qué ha hecho por su vida —me dijo.
—Tomar, tomar, tomar, daño, daño, daño —fue en lo único que pensé.
Destruí mi vida. A través de la Biblia eso me calmó un mes y algo, me la pasé leyendo la Biblia, conseguí un nuevo trabajo, pero en el trabajo que yo tenía había gente que estaba con el alcohol. Entonces eso era lunes, martes, miércoles, jueves y viernes consumiendo alcohol, era como una ruleta, a tal punto que yo llegaba enguayabado y oliendo a tufo.
—No, qué pena, usted ya no puede seguir así, chao —me dijo el jefe.
Es muy difícil controlar eso. Yo tuve un patrón que me aconsejaba mucho, pero la terquedad y el mismo alcohol lo hacen perder a uno. Hasta el momento no he podido volver al entorno del trabajo, estoy luchando por conseguir un empleo, pero se me ha hecho difícil. Soy auxiliar de enfermería, hice dos cursos de vigilancia, mejor dicho qué no tengo y nada de eso me ha servido por ahora. Quiero conseguir un trabajo y comenzar desde cero.
Me ha cambiado un poquito la vida, es duro, porque llegan esas tentaciones. Hasta ahorita, yo creo que mi cuerpo se está desintoxicado para volver a caer en lo mismo, incluso, mis hijos me llaman (yo no vivo con ellos) y me dicen: “¿papá, estás borracho?”, eso es como un golpe, cuando lo dice un niño de cinco, siete, ocho años, eso como que lo toca a uno. Entonces, por ellos tengo que seguir así, porque presenciaron cosas feas de mí, de un papá que un tiempo fue muy cariñoso, nunca les faltó nada, pero los actos con el alcohol lo llevaron a que lo vieran a uno de otra forma.
Yo era de los que hacía shows en las fiestas, yo tomaba y qué no hacía, mejor dicho, era el payaso, ahora ya no. Cuando hay eventos en la casa o en familia, el que era payaso ya ve en otras personas lo que uno hacía cuando estaba bajo los efectos de alcohol. Una vez nos invitaron a unos quinces y yo veía muchachos tomando y veía cómo se caían.
—¡Ay, juepucha!, ¿será que así era yo? —decía en mi mente.
Yo soy una persona que poco a poco me he dejado dominar del alcohol, porque tengo una mente muy débil, entonces, cualquier problema me lleva a tomar. Cuando conocí Alcohólicos Anónimos, me fue enseñando un poquito a cómo tratar esta enfermedad del alcoholismo. Ya no me refugio en el alcohol para solucionar un problema.
Todos los días tengo un complot en mi cabeza de lo bueno o lo malo. Tengo un librito que se llama “Dominar la mente”, no me acuerdo quién lo escribe. Yo siempre leo ese libro y me ayuda a convertir los pensamientos negativos en positivos, me muestra que los problemas se pueden solucionar y he aprendido a fortalecer mi mente.
Alcohólicos me ha servido bastante, me ha ayudado a reconocer que estoy enfermo, ese es el primer paso para llegar aquí. Al seguir las tradiciones, los conceptos y los pasos, que son como los mandamientos, créalo que uno recapacita mucho. Estoy en el grupo porque mi misión es no tomar, sanarme por dentro para ver si el ser supremo me ayuda a recuperar la confianza que perdí con mis hijos.
Ahorita ya hay una esperanza porque los niños me llaman y ya no me preguntan “¿papá estás borracho?”, me preguntan: “papá, ¿qué haces?”, “¿estás juicioso?”. Yo les digo: “sí, estoy aquí en la casa”. Eso lo llena a uno, porque al menos ya ven que ese papá que cada ocho días se la permanecía borracho, ya no está así.
*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.
*Por petición de la fuente su nombre fue cambiado.