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La selva y las tambochas resurgen en La Vorágine, ahora en novela gráfica

En Colombia de a poco las nuevas formas de contar historias se abren camino por la espesura de nuestra cultura lectora. En el marco de la pasada edición de Popayán Ciudad Libro 2024, y los 100 años de La Vorágine, se habló de otra manera de leer este envolvente relato.

José Luis Jiménez, en la presentación de la adaptación a novela gráfica de La Vorágine. Foto: Sandra Orozco.

Escrito por: Sandra Milena Orozco León – sandraorozcoleon@unicauca.edu.co

*Especial Co.marca/Alianza el Liberal

Hace frío afuera. Pero adentro la temperatura cambia, el pasillo está abarrotado de gente. Al caminar a través de él se logra escuchar parcialmente conversaciones: risas, jadeos sorprendidos, y a veces, susurros. Paralelamente hay una sensación de expectativa, algunos asistentes van a paso rápido mientras entran y salen de los auditorios. Otros se toman su tiempo, despacio posan sus ojos en los stands rebosantes de libros a los lados del pasillo, y con cuidado, los agarran, los ojean, les toman foto o los compran. De a poco esos rezagados encuentran su lugar en el mundo de las cosas y se sumergen en lo que ofreció la séptima edición de Popayán Ciudad Libro 2024 (PCL), el pasado mes de octubre, en el Centro de Convenciones Casa de la Moneda.

En medio de los stands, afuera del auditorio uno, se escucha un zumbido constante. Al entrar el ambiente es sobrio. Aún no hay muchas personas, sin embargo, de fondo se escucha una corriente de agua, leves ululos, gorjeos y gruñidos que envuelven el lugar y le dan un toque casi místico. Al frente, en el escenario, un poco más elevado del suelo principal hay un decorado que no es adrede. Es un marco de hojas, y en medio de ellas están las tambochas, las “hormigas carnívoras” que aparecen en La Vorágine, de José Eustasio Rivera. Obra que en el 2024, ha cumplido 100 años.

Como parte de esta conmemoración, se realizaron 14 conferencias y conversatorios alrededor de la obra y su autor. Uno de ellos fue “La Vorágine: una novela gráfica”, donde fue invitado José Luis Jiménez, director y productor audiovisual, quien fue el ilustrador de la adaptación publicada por primera vez en 2016, en Resplandor Editorial, con 1000 copias, las cuales se agotaron rápidamente. De ahí se programó un nuevo tiraje de 2000 copias. Para este 2024 la obra fue traída a PCL, con la cuarta edición conmemorativa debido a los 100 años de la obra original.

El conversatorio se realizó el pasado 15 de octubre y en el escenario estuvo José Luis Jiménez junto a Andrea Calderón, profesora del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca, moderadora del espacio. Frente a ellos, en un centro de mesa, se encontraban las últimas copias existentes de la novela gráfica. En su portada, rodeados de falsas corales, están ilustrados Arturo Cova, Griselda, Alicia, y en el medio, como apuntando al público, Narciso Barrera con un revólver en la mano.

Como las grandes obras literarias de la humanidad, es muy difícil enfrascar a La Vorágine en un solo género. Es una historia de terror, tiene denuncia política, tiene memoria histórica, un triángulo amoroso, mitos y leyendas, es enorme, y cuando se fue a traducir a la expresión visual, dio espacio para tener muchos estilos —dijo José Jiménez, moviendo su mano, como si dibujara en el aire.

—Eso me parece muy interesante, porque fue una de las cosas que yo más disfruté cuando tuve la novela gráfica en mis manos. Yo dije: “¡ah!, va a estar dura”. Dura por el carácter de Arturo Cova y por la ilustración, pero luego me comenzó a atrapar esa vorágine visual —siguió el hilo de la conversación Andrea Calderón, mientras ojeaba el libro que tenía en su regazo.

Y es que esa vorágine visual tan cautivadora de la que habla Andrea, tomó su tiempo en ser concebida. Fue un trabajo en conjunto entre José Luis Jiménez y Óscar Pantoja, el escritor de “Gabo: memorias de una vida mágica”. Según Luis, Óscar llevaba pensando La Vorágine por al menos dos años, luego, conoció a José Luis en una fiesta y decidió vincularlo al proyecto. José Luis se tardó un año ilustrando la novela.

Al iniciar ese proceso de ilustración, José Luis hizo muchos bocetos: algunos a color, monocromáticos, con estilo manga, entre otros. Todo para llegar a lo que es la gráfica de la novela actual: realista a blanco y negro. La audiencia pudo ver algunos de esos bocetos iniciales, en una gran pantalla en medio del decorado de tambochas y hojas. Se notaba una selva que aparenta ser tranquila a color, luego, aparece en un plano general, un Arturo Cova intentando hacerse camino en la selva con un machete en la mano. Después, bocetos de cocodrilos, de arañas, de cráneos, y de la selva como un personaje más, alzándose dispuesta a devorar a los protagonistas.

—Respecto a eso creo que se logra, no la traducción literal, sino, entender ese foco creador de José Eustasio Rivera. Yo encontraba en la representación de la selva, unos toques muy surrealistas, porque de repente comenzaba a ver cráneos, y en algún momento dije: “¡oh no!, cuánto daño me ha hecho el metal”. Pero no era eso, era que efectivamente hay una mezcla gráfica que le es fiel a ese estilo que plantea el autor —comentó Andrea alternando su mirada entre José y el público atento.

 

No es la primera vez que José Luis Jiménez hace un trabajo que tenga que ver con memoria histórica, porque sí, La Vorágine tiene mucho que ver con la memoria de Colombia, ya que en ella, José Eustasio da cuenta de la explotación de los trabajadores en la época de la “fiebre del caucho”, que sucedió desde finales del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX en la selva amazónica. Su primera novela gráfica, que en principio empezó como una aplicación digital para tablets y luego fue adaptada al formato impreso, fue “Los Once”, publicada en 2014, la cual está basada en la toma del Palacio de Justicia en 1985.

—Yo soy muy afortunado de ser parte de este movimiento de novelas gráficas en Colombia, porque es muy joven, estamos gozando no solo del momento en el que hay mucha creatividad, sino, de un país que necesita este tipo de productos, no solo por el conflicto armado o memoria histórica o incontables mitos y leyendas que tenemos por contar, sino, porque el país lo necesita —expresó José de manera seria y contundente.

No solo desde las editoriales se está trabajando las narrativas visuales. Según el artículo: “Del cómic a la novela gráfica: mutaciones editoriales de la historieta colombiana en el siglo XXI”, de la revista de Pensamiento, Crítica y Estudios Literarios Latinoamericanos (2019), de la universidad Jorge Tadeo Lozano, “las instituciones gubernamentales o independientes asociadas con procesos de memoria en el contexto del conflicto colombiano han apelado al lenguaje de la narración gráfica para proponer nuevas formas de acceder a los testimonios de víctimas y actores de dicho conflicto, a partir de distintos tipos de motivación política o institucional”.

—Yo creo que en el hacer hay amor, dificultad, interés y entrega. Que los lectores conozcamos estos procesos le da sentido a nuestra lectura. Lo visual y lo gráfico ayudan mucho a entrar en algo en particular: lo narrativo. Esto ayuda a conquistar, a que los lectores entren tanto a lo textual, que es muy valioso, como a lo gráfico, porque lo gráfico no se queda atrás, también es muy complejo —comentó sonriendo Elvira Quintero, profesora del departamento de Español y Literatura de la Universidad del Cauca y asistente del conversatorio.

Al terminar el conversatorio, algunos de los espectadores, como suele suceder, se fueron rápidamente sin mirar atrás, y otros, se quedaron y esperaron. El ruido de la selva comenzó de nuevo a tomarse el espacio para envolverlos, mientras Andrea Calderón bajaba de la tarima. José Luis, por el contrario, prefirió quedarse rodeado de algunas personas que decidieron comprar las últimas copias de la novela. Amablemente les sonríe, les habla, les deja abrir el libro y se los pide de nuevo para autografiarlos y dibujarles algo: un cocodrilo, una araña o un bebé rodeado por lianas en medio de la selva.

Según Juliana Rizo en su monografía “La novela gráfica en Colombia: un panorama en desarrollo”, de la Pontificia Universidad Javeriana (2018), “Colombia tiene que aprovechar que aún está formando su tradición de cómic, aún tiene un largo camino que explorar, uno de sus beneficios es que aún no se han formado escuelas o lineamientos que delimiten la forma en la que se desarrolla el cómic en el país, se tiene la ventaja de no tener etiquetas que lo limiten y los autores y editores tienen vía libre para explorar e incursionar en este lenguaje.”

—Estos espacios son muy valiosos, es un gran momento para producir novela gráfica en Colombia, y para esas personas que apenas incursionan en hacer ilustración o gráfica, decirles que la idea es no parar, porque a veces uno dice: “Ah, es que no dibujo bien”. No importa. “No, es que no escribo bien”, no importa. Igual puedes contar una historia, porque contar es una habilidad que se va puliendo, hazlo sin importar qué, que si al final no te gustó tanto o que quedó feo, pues bueno, eso solo lo vamos a saber cuando termines de hacerlo. —Enfatiza José Luis Jiménez mirando atrás, hacia La Vorágine en la pantalla grande.

*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.

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