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Hugo Candelario González Sevillano: el alma de la marimba y la voz del Pacífico colombiano

“La música de marimba es agua que entra al cuerpo por los oídos”. Así la describe Hugo Candelario González Sevillano, el hombre que convirtió la madera y el río en poesía, y que fundó una de las agrupaciones más influyentes de la música tradicional del Pacífico: el Grupo Bahía.

Candelario es compositor, arreglista, director, productor, investigador y, sobre todo, un custodio de la memoria sonora de su tierra. En 1987, con una marimba construida por Don Silvino Mina y una flauta como aliada, fundó junto a un par de amigos lo que pronto se convertiría en Bahía. Años después, la agrupación se profesionalizó y pasó a ser un laboratorio creativo de músicas ancestrales, con el sonido del río Guapi como brújula.

Bahía: la génesis de una leyenda

La historia de Bahía comenzó en el antejardín de su casa en el barrio El Templete, en Cali. Un encuentro fortuito con un vecino y su amigo —ambos llamados Fernando— se convirtió en una sinfonía improvisada que encendió la chispa. Desde entonces, Candelario nunca dejó de explorar los sonidos del Pacífico, ni de aprender: se inscribió en el Conservatorio en 1987 y lanzó oficialmente la agrupación el 2 de mayo de 1992. El nombre “Bahía” lo escogieron tras mirar un mapa del Pacífico: Bahía Málaga, Bahía Cupica, Bahía Solano…

Con la agrupación, Hugo y sus músicos ganaron las dos primeras versiones del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez. Su premio: grabar el primer disco de Bahía, un punto de partida que los llevó a fusionar currulaos, aguabajos y bambucos con jazz, salsa, música sinfónica y ritmos afrocaribeños. Así, su sonido cruzó fronteras.

Un oído afilado, una voz honesta

Aunque reconoce no tener la voz para el canto, Hugo ha interpretado piezas como El Remanso Inicial con tal sentimiento que se han vuelto himnos. “Diosito no me dio el talento para cantar”, dice con franqueza, “pero he aprendido mañas, brujería, duende, y uno lo acomoda”.

Candelario no solo interpreta, también reflexiona. Su inquietud lo llevó a preguntarse: “¿Por qué se toca diferente en Guapi, Timbiquí o Buenaventura?”. Hubiera querido estudiar etnomusicología, pero su experiencia lo llevó a ser un investigador empírico, un constructor de saberes. Esa búsqueda lo condujo a fundar la Fundación Bahía Pacífico, con la que adelanta iniciativas como La Comunidad del Agua, un archivo audiovisual que documenta a los grandes sabedores del Pacífico antes de que se pierdan sus conocimientos.

Formador de generaciones

“Bahía se volvió escuela”, afirma. Décadas antes del Petronio, ya él andaba de pueblo en pueblo con la marimba al hombro. Su legado es enorme. La agrupación ha sido un semillero para nuevos músicos y un símbolo de resistencia cultural.

Además, quiere fundar un conservatorio en Buenaventura. “Allá hay mucho talento, pero no hay escuela. Mi sueño es que los jóvenes puedan desarrollar su talento como lo hacen en Cuba o Brasil”, dice con la mirada fija, detrás de sus gafas oscuras.

La herencia familiar y el río que regresa

El hermano mayor de Hugo, Ernesto Esteban González, también ha sido clave en esta historia. Lo cargó antes de nacer y fue el primer coordinador de Bahía. Desde su programa radial Pacífico, Música y Leyenda, da cuenta del impacto de su hermano. “Él no necesita abrir la boca, la marimba habla por él”, dice.

Inspirado por su hijo Joaquín —a quien llama su “Parcerito”— y por el río Guapi que fluye hacia el nacimiento y regresa hacia la desembocadura, Hugo afirma que todo en su música está marcado por la nostalgia y la memoria. “Son dos mareas encontrándose: la herencia y la academia”.

La esencia no se negocia

Esa es la frase que resume su filosofía. Hugo Candelario ha tocado con Lucho Bermúdez, Francisco Zumaqué y la Negra Grande de Colombia. Ha viajado por el mundo, ha vestido de frac al currulao y ha hecho de la marimba un instrumento universal. Pero jamás ha negociado su raíz. Esa, la del Pacífico colombiano.

Porque en su música, como en su río, todo regresa a donde nació.

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