Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
En los últimos días, Popayán ha sido testigo de un acto de violencia que no puede pasar desapercibido ni ser minimizado. En un hecho protagonizado en un gimnasio de una reconocida cadena nacional, se presentó un acto de agresión en contra de una mujer que estaba acompañada de una amiga. Este episodio nos obliga, como sociedad, a rechazar de manera categórica cualquier forma de violencia contra las mujeres y, más aún, a preguntarnos qué estamos haciendo para erradicarla.
No se trata solo de indignarnos momentáneamente o de reaccionar ante un caso aislado. Lo que ocurrió es un reflejo de una problemática estructural que necesita ser estudiada en profundidad. No podemos limitarnos a la condena del agresor sin cuestionarnos las causas que generan estas violencias. Es necesario identificar patrones comunes que nos permitan comprender por qué se presentan estos comportamientos y qué medidas pueden implementarse para evitar que se repitan. La violencia de género no surge en el vacío: responde a dinámicas culturales, sociales y de poder que deben ser desmontadas con decisión.
Las medidas de no repetición requieren que, además de promover la denuncia y romper el ciclo del silencio, se analicen las causas que generan las múltiples violencias contra la mujer. Lo que resulta más llamativo de este caso es, precisamente, que la agresión haya ocurrido en un sitio que, normalmente, consideraríamos seguro. Un gimnasio. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo podemos evitar que se vuelva a presentar?
En este sentido, es fundamental que las autoridades actúen con diligencia. Quienes tienen el deber de investigar estos hechos deben tomar medidas ejemplares para evitar que la impunidad siga siendo la norma. También es fundamental que la cadena de gimnasios en la que ocurrió el hecho se pronuncie y actúe en consecuencia. Ningún agresor debería quedar impune, porque la impunidad es la materia prima de la repetición. Cuando no hay sanción, cuando la sociedad no responde con firmeza, se envía un mensaje de tolerancia a la violencia.
Como ciudadanos, debemos exigir que este caso no quede en el olvido y que se adopten medidas concretas para prevenir hechos similares en el futuro. El rechazo debe ir más allá de un comunicado de indignación. Es hora de que se implementen políticas públicas, protocolos de prevención en espacios públicos y privados, y, sobre todo, que se genere un cambio cultural que impida que los agresores sigan creyendo que pueden actuar sin consecuencias.
Popayán no puede resignarse a ser escenario de estos actos. Debemos trabajar juntos para que la violencia contra las mujeres no solo sea rechazada, sino prevenida y erradicada desde la raíz.