Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal
Popayán es, ante todo, una ciudad de patrimonio. Nuestro centro histórico, con su emblemática arquitectura colonial, es el corazón que late con la memoria de quienes nos precedieron y con la esperanza de quienes soñamos un futuro mejor. Sin embargo, esta identidad cultural, que tanto nos enorgullece, está siendo eclipsada por la invasión descontrolada del espacio público. Vendedores ambulantes han encontrado en las fachadas del centro una extensión de sus negocios, colgando de ellas góndolas con ropa, utensilios de cocina y otros productos, hasta el punto de convertir nuestros puntales históricos en meros soportes comerciales.
La discusión sobre la ocupación del espacio público no puede reducirse a un enfrentamiento entre quienes defienden su derecho a ganarse la vida en las calles y quienes exigen la conservación de nuestro patrimonio. La solución debe partir del reconocimiento de que ambas necesidades pueden convivir, pero bajo un modelo ordenado y sostenible. Recuperar la belleza del centro histórico no solo beneficia al turismo y a la identidad cultural, sino que también genera una mejor dinámica comercial. Los espacios que lucen cuidados y ordenados son más atractivos, no solo para los visitantes, sino también para los propios ciudadanos, quienes serán más propensos a comprar en un entorno que valore lo que representa Popayán.
El año 2025 se presenta como una oportunidad crucial para revertir esta situación. La Secretaría de Gobierno tiene en sus manos la posibilidad de demostrar que es viable y necesario implementar una política efectiva de espacio público. El seguimiento a los letreros que actualmente saturan y desfiguran las fachadas debe ser una prioridad, al igual que la reubicación estratégica de los vendedores ambulantes, en espacios que dignifiquen su labor y no atenten contra la identidad cultural de la ciudad. Una política bien aplicada no solo devolvería el esplendor al centro histórico, sino que también daría una nueva dinámica a la vida comercial y cultural de Popayán.
Es fundamental que todos los actores se involucren en este proceso: las autoridades locales, los comerciantes formales e informales, los ciudadanos, e incluso las instituciones que velan por la conservación del patrimonio. Rescatar el centro histórico de Popayán no es una tarea exclusiva de los funcionarios de turno; es una responsabilidad compartida que nos invita a valorar lo que nos hace únicos como ciudad. En el fondo, proteger nuestro patrimonio es proteger nuestra identidad, y hacerlo hoy garantizará que las futuras generaciones puedan también sentirse orgullosas de vivir en una ciudad que supo priorizar su riqueza cultural sobre el caos del momento.
Nos urge actuar. La belleza de Popayán merece un centro histórico que no solo rememore su pasado, sino que también inspire su futuro.