miércoles, junio 18, 2025
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¿Marchas por reformas o por poder?

Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.

Salir a marchar para manifestarse en favor de las reformas sociales es legítimo. La movilización social es una herramienta fundamental en una democracia, una forma de hacer sentir la voz de quienes consideran que el rumbo del país necesita ajustes estructurales. Sin embargo, en un país con una historia marcada por la manipulación política de la protesta, el ejercicio de ese derecho no debería estar empañado por presiones indebidas, listas de asistencia, ni convocatorias engañosas dirigidas a beneficiarios de programas estatales. Ojalá que cada persona que marche lo haga por convicción y no por obligación o por el temor a represalias.

Más allá de la cantidad de gente en las calles, lo importante es el fondo de la movilización. Ojalá que, junto con la participación ciudadana, viniera una verdadera reflexión sobre el sentido de las reformas que se necesitan en Colombia. Porque sería muy triste que la manifestación de hoy terminara reducida a la defensa de un caudillo y su círculo de protegidos, muchos de los cuales han protagonizado escándalos de corrupción y han logrado evadir la justicia. Sería lamentable que las calles se llenaran de voces que no reclaman mejores condiciones de vida, sino la preservación de un proyecto de gobierno cada vez más distante de las expectativas de quienes confiaron en él.

Y es que, lamentablemente, lo que se ve venir no es la defensa de una causa social que se traduzca en reformas estructurales. Lo que está en marcha es la defensa del poder por el poder en sí mismo. Se trata de una estrategia política que busca camuflarse detrás de la indignación popular, abusando de la figura de Jorge Eliécer Gaitán y de su discurso en favor del pueblo. Pero la diferencia es abismal: Gaitán luchaba contra las élites tradicionales con la bandera de la justicia social y la reivindicación de los más pobres. Hoy, en cambio, quienes intentan presentarse como sus herederos defienden a funcionarios señalados por corrupción, improvisan reformas sin consensos ni claridad técnica y apelan al fervor callejero para no rendir cuentas.

Si las causas sociales fueran realmente la prioridad de este gobierno, en lugar de movilizaciones masivas tendríamos resultados concretos. Habría soluciones para la crisis de la salud, en vez de hospitales al borde del colapso y profesores sin atención médica. Habría avances en infraestructura, en vez de proyectos paralizados por disputas burocráticas y malos manejos. Habría medidas eficaces para reducir la desigualdad y generar empleo, en vez de subsidios que no sacan a la gente de la pobreza y programas sociales que son más propaganda que realidad.

El problema no es que la gente salga a marchar. El problema es que quienes llaman a las calles lo hacen para consolidar su control sobre el poder, no para construir soluciones reales a los problemas del país. Ojalá quienes marchen hoy lo hagan con los ojos abiertos, con espíritu crítico, con conciencia de que el verdadero cambio no se logra con arengas sino con políticas públicas serias, bien diseñadas y ejecutadas con honestidad. Porque de lo contrario, las marchas de hoy no serán más que una cortina de humo para ocultar la falta de resultados.

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