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¿La revocatoria es una solución o un nuevo problema?

Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.

Desde el momento en que Juan Carlos Muñoz Bravo inició su camino hacia la Alcaldía de Popayán, ya manifestaba preocupación por su falta de experiencia en el sector público. Era evidente que, aunque su propuesta despertaba esperanza en algunos sectores, carecía de las herramientas necesarias para movilizar el pesado aparato del Estado. Y, además de eso, ya se sabía que una de las áreas más desafiantes para cualquier mandatario es la conformación de un equipo competente, capaz de responder a las complejas exigencias del servicio público. Desde ese entonces advertía que la falta de experiencia y no tener un buen equipo que lo rodee podría traerle graves dificultades a la ciudad. Hoy, el tiempo me ha dado la razón.

Los constantes cambios en el Gabinete Municipal, la baja ejecución presupuestal y hasta la prosperidad de una moción de censura en el primer año de su mandato son prueba fehaciente de que el alcalde no ha logrado estructurar un equipo sólido. Salvo contadas excepciones, no se percibe un liderazgo capaz de movilizar las capacidades institucionales hacia resultados concretos. La gestión ha tenido algunos aciertos, como la negociación de la deuda con los Solarte y no llevar al Municipio a la Ley 550. Sin embargo, en gran parte de sus programas y proyectos ha sido errática y desarticulada, dejando a la ciudad en una situación de incertidumbre frente a los retos que enfrenta.

A pesar de este panorama, considero que la iniciativa popular que empieza a anunciarse para promover la revocatoria de su mandato, siendo un instrumento legal de participación ciudadana, es inconveniente. La revocatoria distrae al mandatario y podría profundizar su incapacidad para ejecutar correctamente. En lugar de enfocarse en superar sus debilidades, una campaña de revocatoria lo obliga a concentrarse en su supervivencia política. Además, resulta paradójico que una medida concebida para sancionar la ineficiencia pueda generar una parálisis aún mayor.

Imagínense: Si la revocatoria prospera, el tiempo que le tomaría a la ciudad convocar elecciones, elegir a un nuevo alcalde y permitirle estructurar su gabinete sería mayor que el que podría utilizar el actual mandatario para reorganizar su administración y corregir el rumbo. En lugar de construir sobre lo que ya se ha avanzado, se arriesgaría a comenzar de cero.

Popayán necesita, más que nunca, un alcalde que escuche, que reconozca sus errores y que tenga la humildad de convocar a los mejores para enderezar el rumbo. Esta no es una defensa del alcalde ni una negación de sus fallas; es, más bien, un llamado a la reflexión. La revocatoria puede parecer una solución tentadora, pero ¿Es realmente lo que más le conviene a la ciudad? Si algo necesita Popayán ahora es continuidad en el esfuerzo y soluciones claras, no más incertidumbre.

El proceso de revocatoria seguramente generará un debate profundo en la ciudad. Pero mientras se discute, las necesidades de los ciudadanos no esperan. La pregunta que queda en el aire es si el alcalde aprovechará esta oportunidad para escuchar y corregir el rumbo o, si por el contrario, asume con arrogancia este reto. El aislamiento, la arrogancia y la terquedad son pésimas consejeras. Por el bien de Popayán, ojalá que este debate, que aún comienza, no termine trayendo nuevos problemas para todos y todas.

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