Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal
El inicio de la Cuaresma no solo marca un tiempo de reflexión, penitencia y conversión para los creyentes, sino que, para quienes vivimos y amamos la Semana Santa, también trae consigo una emoción especial. Es la señal inequívoca de que las procesiones están a la vuelta de la esquina. En el ambiente comienza a respirarse la solemnidad de los días santos y, Popayán, ciudad que ha convertido esta celebración en parte de su esencia, empieza a transformarse.
Con la llegada de la Cuaresma, en las casas de cargueros y devotos se encienden nuevamente los ánimos. Se alistan los pasos, se revisan las estructuras y se preparan los hombros que llevarán sobre sí el peso de la tradición. En las iglesias y talleres, el aroma inconfundible de la madera se mezcla con el del incienso, evocando el carácter sagrado de una costumbre que ha pasado de generación en generación.
El pueblo payanés, que encuentra en sus procesiones un lazo profundo con su historia, comienza este tiempo con la certeza de que pronto, al caer la tarde, se abrirán las puertas de los templos y la luz de los cirios iluminará el recorrido por las calles empedradas. Las bandas de guerra ensayarán sus redobles, los cargueros fortalecerán su cuerpo y su espíritu, y las familias se prepararán para vivir con fervor una de las tradiciones más arraigadas de la identidad de nuestra ciudad.
La Cuaresma nos recuerda que la Semana Santa no es solo un periodo de recogimiento, sino también una oportunidad de encuentro con lo más profundo de nuestra cultura. Cada año, al llegar este tiempo, Popayán se llena de un espíritu especial, uno que une a los creyentes en la fe, pero que también hermana a los payaneses en el amor por su tierra y sus tradiciones.
La Cuaresma es también el tiempo en que los artesanos y restauradores se entregan a su labor con dedicación, cuidando cada detalle de las imágenes que saldrán en procesión. Es el momento en que los ensayos de las marchas sacras resuenan en la intimidad de las iglesias, y en los hogares se reviven historias de abuelos y padres que han sido parte de esta celebración a lo largo de los años. El calendario avanza y, con él, crece la expectativa de lo que está por venir.
El sahumerio volverá a esparcir su aroma por las calles, el sonido de los pasos sobre el empedrado se convertirá en una melodía única, y los cargueros, con su fe inquebrantable, se dispondrán a recorrer los caminos de la devoción. La Semana Santa en Popayán no es solo un evento religioso; es un símbolo de identidad, un legado que atraviesa el tiempo y que cada generación asume con orgullo y responsabilidad.
Ya se siente en el aire el llamado de la Semana Mayor. Es momento de prepararnos para honrar con devoción lo que nos hace únicos, para cargar con orgullo el peso de la historia y para volver a sentir ese olor inconfundible del sahumerio que nos anuncia que la espera está por terminar.