Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
La presencia de parte del Gabinete de Ministros Nacional en El Plateado ha despertado expectativas en la región. No es para menos. La recuperación de territorios controlados por actores armados ilegales es siempre un paso necesario para reafirmar la soberanía del Estado. Sin embargo, este tipo de acciones no pueden reducirse a una visita fugaz, llena de fotos y selfies, con funcionarios que después desaparecen sin dejar una solución de fondo. El Plateado, y tantas otras zonas vulnerables del país, requieren algo más que la presencia mediática de altos funcionarios: necesitan un proceso articulado, bien planeado y, sobre todo, sostenible.
La retoma del Estado no puede limitarse a lo militar, aunque esta sea una parte esencial para garantizar la seguridad. La verdadera recuperación de estos territorios solo será posible cuando el Estado ofrezca alternativas viables para que las comunidades dejen de depender de las economías ilegales que, durante años, han sido la única fuente de ingresos para muchas familias. La coca y otras actividades ilícitas no han prosperado en El Plateado porque la gente prefiera estar al margen de la ley, sino porque las condiciones económicas y sociales no les han dejado más opciones. Esta es una realidad que no puede ser ignorada.
El reto para el Gobierno Nacional no es sólo retomar el control de estos territorios, sino hacerlo de forma tal que la intervención militar esté acompañada de soluciones estructurales. La sustitución de rentas ilegales por legales es una tarea monumental, pero es el único camino que permitirá una paz duradera. ¿Cómo se espera que estas comunidades renuncien a los cultivos ilícitos sin ofrecerles una fuente de ingresos digna? ¿Cómo pedirles que confíen en el Estado si la presencia gubernamental es episódica, y las promesas de cambio no se materializan?
Es necesario que el Gobierno entienda que la retoma de El Plateado debe estar basada en un enfoque integral, que abarque tanto lo económico como lo social y cultural. Es allí donde radica el verdadero desafío. No basta con patrullar las calles ni con hacer actos simbólicos de recuperación. Se debe trabajar desde las bases, con proyectos que permitan el acceso a mercados legales, a la educación, a servicios de salud y a una infraestructura que realmente permita el desarrollo de estas regiones olvidadas. Solo así, con alternativas sostenibles, se logrará romper el círculo vicioso de la ilegalidad.
Además, es fundamental que este proceso sea planificado de manera que minimice el impacto sobre las comunidades locales. Los grupos armados ilegales no desaparecerán de la noche a la mañana, y las retaliaciones son una amenaza latente para las familias que viven en estos territorios. El Estado no puede abandonar a su suerte a quienes se han visto obligados a convivir con la violencia, ni exponerlos a nuevas oleadas de enfrentamientos. La estrategia debe estar diseñada para ofrecer protección, pero también para asegurar que la transición hacia una economía legal sea gradual y realista.
