Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
Hoy me encuentro reflexionando sobre el esfuerzo titánico —y tristemente inútil— que ha hecho el Ministro Juan Fernando Cristo para lograr lo que él ha llamado un “Acuerdo Nacional”. Y lo digo con pesar, porque no hay duda de que Cristo es un hombre de diálogo, un conciliador nato. Cuando parecía que no había espacio para el entendimiento entre la Casa de Nariño y el Congreso, o incluso entre los empresarios y otros sectores, ahí estaba él, abriendo puertas y tratando de encontrar un terreno común. Eso, ya de por sí, merece reconocimiento.
Pero a veces, por más que se intente, algunas cosas simplemente no pueden funcionar. La alocución del presidente el día de ayer nos dejó muy claro que, con el tono que él ha decidido mantener, no hay espacio para acuerdos. El presidente, lejos de cambiar el rumbo hacia el diálogo y la conciliación, sigue apostando por el enfrentamiento, por el “nosotros contra ellos”, por la división en lugar de la unidad. Y así, es imposible que el proyecto del Acuerdo Nacional llegue a buen puerto.
Cristo, con toda su capacidad para tejer consensos, no puede hacer mucho más si el presidente sigue alimentando la confrontación en cada intervención pública. Sin ese cambio de actitud, cualquier acuerdo es, sencillamente, un espejismo. Y peor aún, lo que vimos ayer fue más que una negativa al diálogo: fue una invitación a profundizar la división.
El llamado del presidente a las organizaciones sociales para que se declaren en “asamblea permanente” para defender su mandato es, a mi juicio, un paso en la dirección equivocada. ¿Qué necesidad tiene el presidente de pedir que lo defiendan? ¿Defenderlo de qué? El CNE no tiene el poder para sacarlo de su cargo, y todos lo sabemos. Entonces, ¿por qué agitar las aguas y pedir a las bases que salgan a las calles a movilizarse por una amenaza inexistente?
Eso, queridos lectores, no es otra cosa que una manipulación de quienes confiaron en él y lo llevaron al poder. Es injusto con los millones de colombianos que votaron por él esperando soluciones, cambios reales, mejoras concretas en sus vidas. En lugar de recibir esas soluciones, ahora se les convoca a protestar por un escenario que sólo existe en la mente del presidente. No hay riesgo de que lo saquen del cargo, no hay ninguna conspiración en marcha. Lo que sí hay es una falta de respuestas a las promesas que hizo durante la campaña.
Y ahí es donde volvemos a la situación del Acuerdo Nacional. No puede haber acuerdo cuando el propio presidente alimenta un clima de conflicto y división. No puede haber un acercamiento si una de las partes sigue apostando por la confrontación en lugar del consenso. Y aunque el Ministro Cristo siga intentando lo imposible, el presidente, con su actitud, está cerrando las puertas que otros como Cristo han tratado de abrir.
Es doloroso ver cómo un proyecto que podría ser beneficioso para todos queda enterrado bajo un discurso que busca más la confrontación que la solución. Porque no nos equivoquemos: el país necesita acuerdos. Necesitamos encontrar puntos comunes, soluciones que funcionen para todos. Pero mientras el presidente siga optando por la polarización, esos acuerdos quedarán siempre fuera de nuestro alcance.
Así que aquí estamos, viendo cómo se esfuma una oportunidad más de unirnos como país. El Acuerdo Nacional, al menos por ahora, está muerto. Y lo peor es que su muerte no es por falta de esfuerzo o capacidad de negociación, sino por la elección consciente de seguir alimentando la confrontación en lugar de buscar la paz y la unidad.