Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
Más allá de la confrontación política que acompaña cada asunto en Popayán, hay algo que no se puede perder de vista: la ciudad necesita una apuesta clara en materia de bienestar animal. Y afortunadamente, hay un punto de partida sólido, pues en la discusión sobre el Centro de Bienestar Animal todos los actores coinciden en el propósito. Todos quieren que esta infraestructura entre en funcionamiento y que, además, se garantice una política integral que abarque todos los frentes de protección animal. Esa coincidencia, en un escenario donde las diferencias suelen primar, ya es un avance significativo. Lo que queda por resolver no es el “qué”, sino el “cómo”.
Y es que, como dice el dicho popular, en los detalles está el diablo. Cada sector tiene su propia visión sobre cómo hacer viable el Centro de Bienestar Animal y cómo lograr que la política de bienestar animal funcione en su totalidad. Algunos insisten en que hay recursos suficientes y que solo falta voluntad para ponerlo en marcha; otros, en cambio, advierten que su sostenibilidad requiere más que abrirlo y que es necesario buscar esquemas de financiación adicionales. La clave está en aprovechar que todos coinciden en el propósito y que, en consecuencia, el debate debe centrarse en definir el mejor camino para alcanzar la meta.
Pero más allá de cifras y cálculos, hay algo esencial que no se puede olvidar: detrás de este debate están los animales, esos seres sintientes que dependen de la responsabilidad humana para tener una vida digna. No es solo cuestión de infraestructura, sino de humanidad. De nada sirve abrir un centro sin un compromiso real para su operación, así como tampoco es sensato dejar en el aire una solución que puede marcar una diferencia en la vida de cientos de animales abandonados.
Cualquiera que haya visto a un perro deambular por las calles, con hambre, frío o miedo, sabe que esta no es una discusión trivial. Cualquiera que haya rescatado un gato atropellado, que haya visto a un caballo desplomarse por el peso excesivo que le obligaron a cargar, entiende que la protección animal no es una cuestión menor. Es una deuda moral que la sociedad tiene con los seres que no pueden alzar la voz, pero que sienten tanto como cualquiera de nosotros.
Lo que no puede pasar es que la discusión se reduzca a quién corta el listón de una obra. No se trata de quién inaugura el Centro de Bienestar Animal, sino de cómo garantizar que esta infraestructura cumpla con su razón de ser. No se puede perder de vista que la protección de los animales no depende únicamente de un edificio, sino de toda una estructura de atención, educación y control que debe estar plenamente articulada. Por eso, la mejor salida es abrir un debate local, amplio e incluyente, donde todos los sectores puedan aportar ideas y construir una solución definitiva. Porque si hay algo claro en esta discusión, es que cumplirle a los animales es una responsabilidad compartida.
Popayán tiene la oportunidad de demostrar que es una ciudad que no solo crece en cemento y obras, sino en humanidad y compromiso. Que la conversación sobre el bienestar animal no termine en el aire, que no se diluya en excusas o en cálculos políticos. Que este sea un punto de encuentro, no de disputa. Porque en el fondo, cuando se trata de la vida de los animales, no hay bandos, solo hay responsabilidad. Y cumplir con ella es, sin duda, lo único que realmente importa.