Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
Ayer, marchamos por la paz, y quienes estuvimos allí sabemos bien lo que se siente. Es como si, por unas horas, el peso de la violencia y la incertidumbre se disolviera en el aire, y lo que quedara en su lugar fuera una energía llena de esperanza, de esa que te alimenta el alma y te deja el corazón ligero. Más de 40.000 personas nos movilizamos en Popayán de todo el Cauca, y cada paso que dimos fue un recordatorio de que, aunque la violencia nos rodee, la paz siempre encuentra un lugar en nuestro interior.
En muchos momentos he sentido la frustración y la impotencia que genera la violencia. Es algo profundo, como una herida que nunca termina de sanar. La violencia parece incontrolable, y la respuesta desde el gobierno nacional es tan lenta o distante que solo nos deja más preguntas. Esa sensación de vulnerabilidad, de esperar soluciones que no llegan, se va acumulando como una carga difícil de soportar. Pero cuando marchamos, ese peso se aligera. Es como un recordatorio de que, a pesar de todo, no estamos del todo indefensos. Tenemos una voz, un cuerpo que puede caminar junto a otros, y ese acto colectivo es poderoso.
Marchar por la paz nos da la oportunidad de recuperar ese poder, de transformar la impotencia en acción, en una fuerza que no solo exige, sino que también se nutre de esperanza. La paz, al final, no es un concepto abstracto, es un derecho por el que estamos dispuestos a caminar, una y otra vez, en nuestras calles, junto a nuestros vecinos, amigos y hasta desconocidos. Porque marchar por la paz es marchar por nosotros mismos, por la vida, por un futuro que queremos construir, uno en el que nuestras diferencias no se resuelvan con balas, sino con palabras y acuerdos.
Hoy, después de haber salido a las calles, despertamos con el corazón más ligero. Hemos hecho lo que está en nuestras manos: movilizarnos por esa paz que tanto anhelamos. Y aunque no siempre podamos cambiar la realidad con un solo paso, la marcha nos recuerda que juntos somos capaces de hacer visibles nuestras demandas, de decirle al país y al mundo que en el Cauca queremos, necesitamos, y exigimos la paz. Porque en la movilización social encontramos un refugio, una manera de resistir y seguir soñando.
La paz nos toca a todos, sin importar quién la convoque, porque, al final, es lo único que nos garantiza un futuro. Ayer, más de 40.000 corazones en el Cauca latieron al unísono por ese anhelo compartido. Nos movilizamos y, aunque el camino sea largo, sabemos que cada marcha nos acerca un poco más a la paz que deseamos para nuestras comunidades, nuestras familias y nuestras vidas. ¡Qué mejor causa para marchar que la paz!