domingo, junio 8, 2025
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A las puertas de la guerra

Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal

Popayán amaneció hoy estremecida. No se trata de un titular escandaloso ni de una exageración periodística: hay enfrentamientos entre la Fuerza Pública y las disidencias de las FARC en la vereda El Cofre, a escasos kilómetros de nuestra ciudad. La situación no es nueva, pero la proximidad de las confrontaciones, su intensidad y el eco del temor en la comunidad reafirman una dolorosa certeza: el conflicto armado no es asunto del pasado ni está resuelto. Está aquí, a las puertas de nuestra casa.

El silencio del Gobierno Nacional frente a estos hechos es tan estruendoso como las ráfagas que retumban en las montañas cercanas. Hasta ahora, solo se ha pronunciado el Ministro de la Defensa, quien ha hecho un esfuerzo por mostrar presencia institucional. Pero del Presidente de la República, nada. No hay declaraciones, no hay presencia en el territorio, no hay señales claras de conducción ni orientación frente a una escalada de violencia que debería preocupar a toda la nación. El Cauca, de nuevo, arde, y la respuesta es el desdén.

No es la primera vez que esto ocurre. En otras regiones del país, en contextos similares, el presidente Gustavo Petro ha hecho presencia, ha encabezado consejos de seguridad y ha mostrado, al menos, el gesto de atención ante el sufrimiento de las comunidades. Pero en el Cauca, su política ha sido la omisión. Nos ha dejado solos, como si no formáramos parte del mismo proyecto de nación que dice representar. Y, mientras tanto, la agenda presidencial sigue ocupada por asuntos que parecen más relevantes para él: sus viajes internacionales, como el que lo tiene hoy en Panamá, o los movimientos cada vez más evidentes con miras a las elecciones de 2026.

La desconexión con la realidad del suroccidente colombiano es ofensiva. Aquí no estamos hablando de cifras abstractas ni de informes de seguridad en una sala de crisis. Aquí hablamos de niños que no pueden ir a la escuela, de campesinos que se refugian en sus casas, de madres que duermen con el corazón en la mano por el temor de una bala perdida. Hablamos de comunidades enteras que viven bajo la sombra del miedo, mientras desde Bogotá se decide ignorar su tragedia.

Popayán y el Cauca no pueden seguir siendo el patio trasero del país. Las disidencias de las FARC han demostrado una y otra vez que tienen capacidad operativa, que ejercen control territorial y que son una amenaza real para la institucionalidad. Y la respuesta del Estado no puede limitarse a comunicados de prensa ni a declaraciones aisladas. Se necesita una estrategia integral, que incluya presencia civil y militar, inversión social, y sobre todo, voluntad política para enfrentar la realidad con seriedad.

Hoy, Popayán está en riesgo. Y el país no puede permitirse seguir ignorando las señales. Las confrontaciones en El Cofre no son un hecho aislado. Son un síntoma del fracaso de una política de paz que no logra contener la violencia ni garantizar la seguridad de la población. Y son, también, una advertencia: si no se actúa ahora, si no se escucha el clamor del Cauca, lo que hoy está a las puertas de Popayán puede muy pronto tomarse sus calles.

El presidente tiene una responsabilidad que va más allá de los intereses electorales o de los honores diplomáticos. Tiene la obligación de proteger a todos los colombianos, sin distinción. Hoy, más que nunca, esperamos que cumpla con ella.

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