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Alcohólicos Anónimos: felices 24 horas (4a entrega)

El alcoholismo es una enfermedad crónica que afecta tanto a los individuos como a sus familias, pues ocasiona graves consecuencias en la salud: daños hepáticos, trastornos mentales y problemas cardiovasculares. Nunca es tarde para comenzar de cero.

Alcoholismo, adicción devastadora/ Ilustración: Karen Portocarrero.

Escrito por: Karen Portocarrero karenportocarrero@unicauca.edu.co

*Especial Co.marca/Alianza El Liberal

***

Mi nombre es Sandra Jimena y soy alcohólica.

En sus inicios, pues, no fue algo desagradable, realmente la sensación me gustaba. La cerveza me gustaba, los licores dulces y así. Pero con el tiempo ya empezó a afectarme en mis comportamientos. Soy una mujer alcohólica que comenzó a beber desde los cinco años de edad, al lado de mi papá y mi familia. Pensé que esa era la vida, que ese era el estilo de vida que yo tenía. No sabía que gradualmente estaba dañándome el organismo, física y mentalmente. Tenía comportamientos extraños.

Fue con el tiempo que comencé a no recordar lo que decía o lo que hacía. Amanecía a veces en la calle o llegaba a la madrugada a mi casa. A veces había dicho cosas que realmente no eran verdad y cada vez más me gustaba estar en la calle. En algún momento llegué a sentarme en los andenes a tomar sola, bueno, corriendo muchos peligros.

No fue nada agradable porque toqué uno de los cuatro fondos que nosotros tenemos: el hospital es uno, el otro es un psiquiátrico, uno más es la cárcel y el último es la muerte. Yo siempre toqué las clínicas porque me dieron paros respiratorios, por eso terminaba en ese lugar. Después la mente empezó a molestar, el trago comenzó a aburrirme, luego a deprimirme y eso me causó un mal comportamiento. No sabía cómo salir de allá y es cuando empiezo a alimentar la tendencia suicida. Ya nada me complacía.

Toqué también la drogadicción y buscaba cómo acabarme la existencia, ya no podía estar así.

Y entonces volví a tocar uno de los fondos, que fue despertar en una clínica sin conocimiento. Hubo destrucción del lado derecho de mi rostro, no recordaba, no reconocía nada, no podía hablar, no sabía qué era lo que había pasado. Tengo una laguna, digamos, muy profunda, mental. Pero sí sabía dentro de mí que había sido porque estaba muy, muy alicorada. De hecho, en los exámenes médicos, en mi toma de sangre decía que había estado intoxicada. Altos niveles de alcoholismo. No se me encontró droga.

La experiencia con el alcohol en su fase final fue una crónica para mí. El alcoholismo tiene unas fases: una es la inicial, la otra es la problemática y la otra es la fase donde nada tiene solución. No fue nada bueno. Realmente nunca fue nada bueno.

Para una enferma alcohólica es muy difícil darse cuenta de lo que está pasando. El aceptarlo es más duro. A mí me llegó, digamos, la primera información de que realmente el alcoholismo era la causa de todo, fue por el mensaje de una mujer alcohólica mexicana. Era una novela mexicana, de la cual no recuerdo el nombre. Me identifiqué mucho con ella. Pasaron años en los que yo seguí tomando y en esa novela se mostraba el libro azul nuestro. Pero pues no tenía más información.

Alguna vez en el colegio donde yo estudiaba llegaron algunos miembros de la doble A (Alcohólicos Anónimos) a entregar y a socializar información. Pero por temor a la burla yo no me acerqué ni siquiera a preguntar, por miedo y no me interesaba tampoco. Y seguí muchos años. Hice mis estudios, trabajo, pero siempre fue al son del trago por todo y por nada.

Yo tuve comportamientos raros. Yo tomaba aquí y aparecía en otro pueblo. Buscaba irme para Timbío, buscaba irme para Piendamó o para Cali, y allá llegaba sola. Era más bien como una bebedora solitaria y me empecé a asustar, porque yo decía: “uy, yo vengo de tomar en Timbío, en la moto. Yo vengo de tomar, ¿por qué aparecí allá? ¿Por qué yo hice eso?”. Entonces me empecé a asustar. Sin embargo, yo continué tomando por mera desinformación, ni nunca busqué ayuda.

Tenía depresiones profundas en las que yo ya pensaba realmente quitarme la vida, porque nada me hacía feliz.

Me llegó el mensaje más claro a través de una persona que es mujer. Ella no es alcohólica, pero conoce mucho a la comunidad. Por eso para nosotros es muy importante que dentro de los grupos tengamos personas que sean amigos, que no son alcohólicas o alcohólicos. En ese tiempo ella tenía un novio dentro de doble A y él me empezó a platicar. Así, como solemos hablar, comencé a conocer y a identificarme con lo que decía. Él me pintó, me dibujó y me enamoró del programa cuando dijo:

—Nosotros tenemos otra vida ya, que es genial. Una vida normal y no consumimos ninguna clase de licor para ello. Es un programa muy sencillo, si nosotros no aceptamos, la aceptación no será fácil.

Iba a algunas agrupaciones y no me identificaban. Algo me llamaba la atención, pero no era capaz de, por así decirlo, decir que yo era una mujer que tenía un problema frente al alcoholismo, a pesar de que ya había tenido lagunas, a pesar de que ya había tenido comportamientos extraños o buscaba ir a la calle. Lo que buscaba era sentarme a tomar con cualquier persona y ahondar más en los vicios.

Entonces al tocar fondo, estando como estaba, en una clínica, desesperada, rogándole a un ser superior que me devolviera la vida, que me dejara vivir, que me diera esa oportunidad fue que yo ya dije: tengo un problema.

Porque había escuchado en algunas reuniones, donde hablaban ellos de una manera muy sencilla, lo que eran realmente las drogas, lo que es el alcohol y ya estando en el hospital en esa fase a punto de perder mi vida entonces es donde yo reconocí un poder superior, un Dios. Porque yo le pedí por favor que me devolviera la vida, que me diera la oportunidad y de prometerle a él que desde ese día no volvería a consumir más, que me ayudara.

Pensé en algún momento de mi vida que “allá con los grupos de apoyo y la oportunidad de vivir nuevamente lo podría ayudar a uno”. Entonces es cuando empiezo a adentrarme, a venir y a conocer más de Alcohólicos Anónimos. Ya llevo 24 horas y 13 años sin consumir nada de alcohol. Es otra vida. Esas palabras que me dijo esa persona cuando me dio el mensaje, fueron lo que me hicieron cambiar. Tenemos una vida normal, no tomamos.

Tuve que tocar fondo, es necesario que todo alcohólico realmente toque un fondo tan… tan agresivo, tan profundo. Algo que te asuste, algo que estremezca, algo que te da pánico y dices sí, yo tengo esa enfermedad, necesito ayuda.

En mis inicios yo recurrí también a psiquiatras, psicólogos, varios guías espirituales, a mí no me importaba la religión, simplemente quería que me ayudaran. Entré a alcohólicos anónimos y aquí es donde yo empiezo a vivir todo eso reunido: profesionales, guías espirituales y un programa, un plan de 24 horas.

Pero sí, para mí sí fue necesario llegar hasta ese punto. Sobre todo porque a veces la droga o el alcoholismo es tan fuerte que te controla, te hunde y dices: “no, yo puedo con esto, yo puedo manejar una cervecita, yo puedo manejar una media”. Y no. Esto es astuto, es sutil y es desconcertante. Es sutil porque no sabes cuándo y cuánto vas a tomar. Uno empieza y es desconcertante hasta cuando ya te ves en los cuatro fondos. Bueno, en el cuarto ya no se ve, porque ya se murió, ahí ya no hay nada que hacer.

*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.

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