Por Donaldo Mendoza
Taisen Deshimaru (Japón, 1914 -1982), maestro del Zen ‘contemporáneo’, es el expositor de esta variante de budismo, taoísmo…, que “no se lee ni se explica”, se practica. Lo hace a través del manual «Iniciación al Zen» (Shaolin Ediciones, 1992), para personas interesadas por la espiritualidad oriental. “No hay nada que aprender, solo practicar el ‘zazen’ (za: sentarse, zen: meditación)”. En suma, una breve síntesis de aspectos fundamentales del Zen. Que para Deshimaru es el “principio de la revelación de un mundo que está a nuestro alcance”.
Como variante del taoísmo («Tao-Te King» de Lao-Tse, 571 a.C.), conviene saber que el hombre y la divinidad son conceptos que se funden en ‘Naturaleza’, para retornar a la unidad con el “absoluto”. Como tal, no se deja clasificar en esta o aquella moral o religión. Constituye su esencia la armonía con el Universo. Inspirado en Lao-Tse, el Zen es de poco hablar. A la pregunta: ¿Cómo entrar en el Tao?, el Maestro contesta: “¿Oyes el murmullo del arrollo…? –Ahí está la entrada”. Quien haya vivenciado esa experiencia contemplativa ‘hablará’ de la síntesis cósmica del mundo y la vida. «Aquí y ahora», en presente, sin pasado ni futuro, ese es todo el Zen; no hay nada que definir ni enseñar.
Otro discípulo preguntó al Maestro: “¿Cuál es la norma más importante…?” Y Joshu contestó: «El ciprés en el patio». Una visión amplia, interior e intuitiva “que no necesita del proceso intelectual de la mente”. En ese sentido, el Zen se ocupa de realidades vitales de la existencia. Su objeto es el ‘despertar’, para liberarnos de esclavitudes conceptuales y prejuicios. Esas y otras anomalías que acechan el diario vivir. El Zen, por ejemplo, es gran enemigo del egoísmo, al que atribuye “la culpa de casi todos los males que nos afligen”. En consecuencia, “la armonía con el universo y con nuestros semejantes solo es posible cuando el ego desaparece”.
El ‘egoísmo’ nos pone cara a cara con el «karma» (‘causa y efecto’, ‘la acción y el resultado’): “Todo cuanto hagamos de palabra, pensamiento o acción volverá sobre nosotros”. Es el karma individual, que tiene en el refrán español su equivalente: “Quien siembra vientos recoge tempestades”. El Zen avisa sobre situaciones que nos afectan, a veces impunemente, toda la vida; en efecto, “muchas enfermedades del cuerpo (esqueleto, pulmones, corazón, estómago, metabolismo, etc.) son originadas por una perniciosa influencia del espíritu (karma)”. Asimismo, al dejarse absorber por las múltiples tareas y obligaciones de la vida, se pierde el dominio de ella y, tarde o temprano, se cae en estrés, insatisfacción, neurosis… El zazen ‘despierta’ y llama a la calma, la unidad, la serenidad ante la vida.
Animado por el carácter práctico y natural del Zen, el arte también ha hallado en su esencia una inspiración estética; en efecto, el arte-zen se caracteriza por la “sencillez, la espontaneidad, la intuición… el frescor vivo que da la sensación de que algo va a surgir de la obra del artista…” De allí procede este haiku: «Sobre la rama seca/ un cuervo se ha posado;/ tarde de otoño». (Basho).
Finalmente, tres frases zen:
- Los que hablan no saben nada, y los que saben no hablan.
- Si deseas ver claro mira directamente, pero si intentas pensar acerca de un método equivocas el camino…
- –Maestro, ¿qué debo hacer para librarme del miedo al trueno que me aterra cada vez que lo oigo…?
–¡Déjate aterrar…!