miércoles, diciembre 17, 2025
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Cuando el Cauca elige senadores que no lo conocen

Por: Juan Camilo López Martínez

En el Cauca se ha vuelto casi una costumbre votar al Senado por figuras políticas que no nacieron, no viven y no padecen el territorio. Elección tras elección, una porción significativa de los votos caucanos termina engrosando las listas de congresistas de Nariño, del Valle del Cauca y de otros departamentos del suroccidente. No se trata de un fenómeno nuevo ni exclusivamente local, pero sí de una práctica que merece una reflexión profunda, especialmente en un departamento que enfrenta desafíos estructurales y urgentes.

La explicación suele ser pragmática: acuerdos políticos, compromisos económicos, apoyos puntuales a campañas locales o promesas de gestión. Nada de eso es ilegal. La política, al final, se mueve también en ese terreno. El problema surge cuando, en los momentos críticos, esas voces que recibieron miles de votos del Cauca no aparecen, no conocen el detalle de lo que ocurre en el Micay, en el norte del departamento o en el Macizo, o simplemente no tienen el incentivo político para asumir una defensa firme del territorio en la circunscripción nacional.

El Senado no es un escenario menor. Es allí donde se deciden reformas estructurales, presupuestos, enfoques de seguridad, políticas sociales y prioridades de inversión. Para un departamento históricamente golpeado por la violencia, la pobreza y el abandono estatal, contar con senadores que conozcan el Cauca no es un asunto de identidad regionalista, sino de eficacia política. Conocer el territorio implica entender sus conflictos, sus economías locales, sus tensiones sociales y sus potencialidades. Eso no se aprende en campaña relámpago ni en visitas esporádicas.

Hoy el panorama es claro y, a la vez, preocupante. Son pocas las figuras del Cauca que aspiran al Senado. Por un lado, el senador Ferney Silva, quien ha realizado una labor destacable en defensa de causas del departamento y hace parte de una lista cerrada que, por su posición, le permitirá seguramente continuar en el Congreso. Su presencia garantiza, al menos, una voz cauca­na con experiencia y conocimiento del territorio en la cámara alta.

Distinta es la situación de quienes integran listas abiertas, como Paulino Riascos o Diana Perafán. Más allá de sus trayectorias personales, lo cierto es que su nivel de reconocimiento en el departamento sigue siendo limitado y su elección no será sencilla. En un escenario de alta competencia, esa debilidad abre la puerta para que, nuevamente, candidatos de otros departamentos encuentren en el Cauca un terreno fértil para sumar votos sin asumir un compromiso real y sostenido con la región.

El riesgo es evidente: que el Cauca siga siendo una cantera electoral para proyectos políticos ajenos, mientras su representación directa en el Senado se reduce o se vuelve marginal. No se trata de cerrar las puertas a liderazgos externos ni de caer en discursos excluyentes. Se trata, más bien, de elevar el nivel de exigencia ciudadana.

Si se va a votar por senadores de otros departamentos, que sea de manera programática. Que exista un compromiso claro, verificable y público con las agendas del Cauca. Que esas personas conozcan el territorio, escuchen a sus comunidades y, sobre todo, estén presentes cuando las cosas se ponen difíciles. La ciudadanía tiene derecho a exigir presencia, gestión y coherencia.

Ojalá este sea el momento para reflexionar. El voto al Senado no puede seguir siendo un acto automático ni un simple intercambio coyuntural. El Cauca necesita voces que lo entiendan y lo defiendan en Bogotá. Y esa decisión, al final, está en manos de quienes depositan su voto el próximo 8 de marzo.

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