Por Eduardo Nates López.
No puedo menos que calificar de exótica esta “rebambaramba” política de cerca de cien (100) precandidatos a la presidencia de la república, dándose dentelladas entre todos, creyéndose el más calificado para llegar a ese cargo, basados en la “vasta experiencia que les da haber ejercido un empleo cualquiera”… (Tanto que este adjetivo: “vasta” podría haberlo escrito con “b” de “basta” (ordinaria, tosca, sin pulimento)). Por supuesto, este concepto personal puede tener origen en que crecí en la segunda mitad del siglo pasado, cuando la política aún era para gente que tenía verdadera vocación de servicio a, y no de servirse de, la comunidad. Las contiendas políticas eran entre dos o tres partidos (Liberal, Conservador y de izquierda) y lo que primaba era el respeto por los principios de cada una de estas facciones de la sociedad, por demás respetuosa de ellos. Hoy, por aquello de los egocentrismos, veleidades y generosidades desmedidas de la estructura legal y constitucional del país, hay cerca de 30 de esas organizaciones partidistas, en las que se cuentan más “líderes” que afiliados, pretendiendo ocupar posiciones para tener “más oportunidades y mejores ingresos”…
Francamente, a ninguno de esos líderes le he escuchado planteamientos económicos estructurados, propuestas o proyectos que conduzcan a la recuperación de la caída en picada de los ingresos del país, y del déficit que ha ocasionado este “gobierno del cambio” (en el cual, lo que hubo fue un “cambio de ladrones”). Seguramente la liviandad y la velocidad de las redes sociales no permiten cargar los discernimientos necesarios para evaluar la capacidad de quien los plantea. Lo que parece escasear es la profundidad de los análisis. No es fácil que ello se dé, cuando los propósitos son tan egocéntricos y movidos por el culto a la persona y no a la comunidad… Además de vanidades hay codicia por el pago de la reposición de votos… Para solo mencionar uno (alérgico a la motilada y la corbata): por las tres campañas que ha hecho y perdido, le han ingresado cerca de 34 mil millones de pesos. Este es otro gran atractivo para varios de los aspirantes al Solio de Bolívar, Padre de la Patria quien, recordemos, solo fue recompensado con traiciones, ingratitud y destierro en su propia tierra…
La conformación de listas para Senado y Cámara, igualmente “liviana y vaporosa”, es otro juego de la democracia en el que ya no prima la capacidad y voluntad de servicio sino la capacidad económica de los candidatos. El cambio de camisetas, tan popular entre los aficionados al futbol, es ahora moneda corriente entre los candidatos. Los liberales y Conservadores de ayer, hoy son de la U, del Pacto, de Cambio, de los Verdes, etc. Por eso es imposible determinar con que bagaje ideológico van al Congreso. La meta es llegar y una vez ahí, “veremos que hacer…”
Ya no se evalúa quien tiene los argumentos para hacer una buena campaña sino quien tiene la plata para pagarla. Y la prioridad de quienes resultan elegidos es “recuperar la inversión”. Pudimos observar hace pocos días, cómo, desde dos importantes carteras ministeriales: Interior y Hacienda -lamentablemente una de ellas en manos de un “local conocido”-, se impartían instrucciones para escanciar las tesorerías de entidades del estado, con el fin de pagar a los congresistas las decisiones favorables a los propósitos del gobierno reinante. Y otra preocupación es la inmediatez en la elaboración de estas. Ya casi se arman la víspera de las elecciones, lo cual, sin duda, ha contribuido al crecimiento de la abstención. Cuando se trata de la estructuración del segundo Poder del Estado: El Legislativo, debería existir la posibilidad de analizar mejor su conformación. No en vano, en el momento actual, en este Congreso han podido atajarse exabruptos y modificarse propuestas lesivas y poco bien intencionadas con el país. Pero para un proceso de reconstrucción como el que requiere Colombia, después de padecer el “terremoto político petrista,” se requiere una gran conciencia social, una responsabilidad enorme y un criterio carente de intereses particulares y lleno de propósitos patrióticos. Y quienes quieran liderarlo deben lanzarse “al agua” con franqueza y coraje. Estamos en la orilla…




