Por Eduardo Nates López.
Cada vez que tengo la oportunidad de oír y conversar con el Presidente Uribe, me convenzo más de su amor inmedible (casi obsesión) por Colombia. Nunca sería capaz de alejarse de sus montañas, sus valles, sus amigos, sus vacas, sus caballos y le duele profundamente todo lo que pueda afectar a su pueblo, en el más alejado rincón de la patria. En su cabeza privilegiada almacena datos y los procesa casi como un computador. Hay que estar siempre listo para las preguntas que hace y controvierte o complementa deliciosamente. Recuerdo que alguna vez la periodista colombo-española Salud Hernández, dijo: “Uribe es el único colombiano que sabe con certeza cuántas gallinas ponedoras hay en Caquetá…”
La Junta Directiva de la Federación Colombiana de Ganaderos, Fedegán, se reunió con él la semana pasada, en Rionegro, Antioquia y pudimos analizar interesantes aspectos de la ganadería colombiana como el notable mejoramiento genético, el crecimiento del hato nacional, las atractivas proyecciones del mercado internacional del ganado y la carne colombianos; las dificultades por las que atraviesan los productores de leche, en fin, muchos temas encabezados por el ducho y canchero presidente de la Federación, José Félix Lafaurie R. y compartidos por los representantes de todas las regiones ganaderas del país. Es increíble que, a pesar de haber sido la actividad productiva más atropellada por la violencia de los grupos subversivos (FARC, ELN, M-19, etc.), la delincuencia común y toda suerte de enemigos, el optimismo y la fe en el futuro del campo colombiano, sigan siendo nuestro principal activo.
Como era de esperar, de los temas técnicos pasamos al ineludible tema político. Alimentamos la esperanza en que las decisiones electorales del 2026 nos devuelvan a un gobierno con aprecio por los productores y empresarios pequeños, medianos y grandes; por los emprendedores; por quien sienta afecto por los que se levantan con el sol, a trabajar, a generar empleo y a aportarle a sus congéneres el modo de salir adelante en medio de las dificultades (que siempre las habrá…). Son incuestionables estas afinidades con María Fernanda Cabal, que lleva en su ADN el trabajo del agro y en su corazón el ganado, así como la unanimidad gremial entorno al propósito de que la izquierda NO se perpetúe en el ejercicio del poder en 2026, porque el desgreño de la administración Petro y el latrocinio de sus conmilitones de forma desvergonzada, no puede continuar, pues nos está llevando a la ruina como país. (La segunda descertificación en la lucha contra las drogas es un llamado de atención internacional que no se puede soslayar)
El país agropecuario, campesino y trabajador, que durante medio siglo pasado sufrió y resistió la violencia política, tuvo un respiro inolvidable durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, cuando fue posible volver a caminar de noche y coger carretera entre pueblos y ciudades. El pueblo conoce la responsabilidad que recae sobre sus hombros para recuperar, en las elecciones de 2026, el tiempo perdido en el cuatrienio de Petro, lapso este en el que los grupos armados y la delincuencia han vuelto a campear, por la complicidad política y el apretón presupuestal que el gobierno actual aplica a las fuerzas del orden. Hoy es frecuente oír suspiros y nostalgias por Uribe Vélez y protestas por las injusticias, tretas y trampas que la izquierda y sus compinches le interponen a él y a quienes añoramos su mandato y su carácter.
Por suerte, aún no hemos perdido nuestro derecho democrático a manifestarnos con nuestro voto. Y, quienes tenemos la posibilidad de hacerlo, debemos hablar, convencer, recabar y acompañar a los que son conscientes de la necesidad de recuperar el país, pero por algún temor oculto se cohíben de votar. ¡Hay que invitar a elegir con determinación y a recuperar el orden!
Quiero terminar esta columna reconociendo al pueblo paisa esa entereza con que han asumido el desprecio absurdo del gobierno Petro por esa región (porque eligió mandatarios antipetristas), lo que se ha convertido en un acicate para amar más fuertemente su región y sus valores y unirse en esfuerzos y trabajo a esperar que pase la tempestad de la extrema izquierda en el poder. ¡Ya pasará!