Por: Harold Mosquera Rivas
En julio de 1996, cuando en compañía de doña Amparo Coral organizábamos un viaje para Suecia, en busca de su nieto Carlos Alberto que había sido secuestrado en Popayán, a sus 11 meses de nacido y luego apareció dado en adopción por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, a una familia sueca, tuve ocasión de conocer a Yanette Bautista, quien para ese momento se había convertido en líder nacional e internacional en la búsqueda de las personas desaparecidas, a través de la Asociación de Familiares de Personas Detenidas y Desaparecidas, Asfades.
Yanette se destacaba por su sensibilidad social, su inteligencia, humanidad y disposición de trabajo para sacar adelante una tarea tan complicada y peligrosa en nuestro país. En ese ejercicio consiguió resolver su primer caso, el de la desaparición de su hermana Nidia Erika Bautista, ocurrido el 30 de agosto de 1987, cuando celebraban la primera comunión de los hijos de las dos hermanas.
Ese día, actores armados se llevaron a Nidia Erika y solo 3 años después, Yanette encontró los restos de su sacrificada hermana, víctima de sus convicciones. Desde entonces, decidió continuar su lucha, creando una fundación con el nombre de su hermana y recorriendo el mundo en defensa de la causa.
Esta actividad la llevó al exilio, como a muchos otros defensores de derechos humanos que debieron salir de Colombia, para preservar la vida. Con el apoyo de Yanette pudimos viajar con doña Amparo Coral hasta Suecia, para encontrarnos con su nieto y sin sacarlo de su nueva patria, reintegrarlo a la familia colombiana que por 17 años padeció su ausencia, sumada al dolor de saber que quienes secuestraron al niño, asesinaron a su progenitora en 1992.
Después, compartimos con Yanneth caminando por la defensa de los derechos humanos en Inglaterra, Alemania, Francia y España, admirando su capacidad de lucha y su entrega por la causa. Por ello, la noticia de su fallecimiento, ocurrido el pasado 1 de septiembre de 2025, trajo a mi memoria, los maravillosos recuerdos de aquellos años de gestas quijotescas, acompañando a personas que en medio de la violencia lo habían perdido casi todo, excepto la esperanza.
Imposible evitar las lágrimas de dolor y nostalgia por la partida de aquella guerrera que, con la palabra como única arma, fue capaz de convertir el dolor en justicia, para cientos de personas. Nuestra querida amiga ha partido a su encuentro con la eternidad, pero en su fundación vivirá por siempre el legado de sus inolvidables gestas, que servirán se guía a quienes han recogido las banderas de su lucha para continuar transitando las penumbras por las que suelen encontrarse las sombras de los desaparecidos que con sus tragedias inspiraron una de las más sentidas canciones del maestro Rubén Blades: desapariciones. Tema que se convirtió en el himno de las organizaciones que luchan por la causa de los detenidos y desaparecidos, que, en la mayoría de los casos, solo vuelven, cada vez que los trae el pensamiento.
Paz en la tumba de nuestra querida Yanette.