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Primer tiempo: el fútbol femenino en Piendamó

En la Escuela As Negro, niñas y jóvenes de distintos rincones del Cauca entrenan con disciplina y pasión. Ellas, más que pedir el espacio, lo hacen suyo, se adueñan de él, porque para jugar fútbol no se pide permiso: es una elección que se hace todos los días.

Escrito por: Sandra Milena Orozco Leon sandraorozcoleon@unicauca.edu.co

*Especial Co.marca/Alianza El Liberal

“Yo no estoy de acuerdo con el fútbol femenino. Ese no es un deporte para mujeres. Que vayan a jugar tenis, que vayan a jugar voleibol, dominó, pero fútbol no”, dijo Eduardo Dávila, propietario del club Unión Magdalena. No lo dijo hace 10 años, fue el 1 de mayo de 2025 en el portal La Pesada del Deporte, y si bien es una opinión, tiene consecuencias: menos apoyo, inversión y más obstáculos para las mujeres en el deporte.

Dávila menciona que mientras él esté allí no habrá cabida para el fútbol femenino en su club. Pero si en las oficinas de los clubes de fútbol los peces gordos cierran puertas, en las calles, en los barrios y municipios, las chicas las están pateando abajo, a punta de talento, terquedad y goles, mientras esperan que la oportunidad de brillar llegue.

Jugadoras del grupo femenino de fútbol de la Escuela Deportiva As Negro. Foto: Sandra Orozco.

Y ellas están esperando. Sentadas, tiradas en el suelo o de pie y de a poco van llegando más. Llenan el espacio, algunas llegaron a la cancha mojadas debido a la llovizna de las 3:00 p.m., pero el frío de la tarde no les desanima, porque al llegar se abrazan, se ríen, hay camaradería en el aire, una familiaridad que da cuenta de la cantidad de tiempo que llevan juntas. La mitad de ellas está en chanclas, la otra mitad ya se puso los guayos y espera a que los entrenadores lleguen y el silbato suene para iniciar el entrenamiento, entrenamiento que es el primer tiempo de la historia de las niñas y chicas pertenecientes a la Escuela de Formación Deportiva As Negro, en Piendamó, Cauca, a 32 kilometros de Popayán.

La escuela cumplió 32 años el pasado 23 de abril y nació gracias a Gustavo Gutiérrez (quien jugó y entrenó con el Nacional Fútbol Club), y a Francis Sandoval (ex entrenador de la selección Valle en 1993). En principio ellos le propusieron al Nacional Futbol Club de poner el foco en los niños y niñas, pero no accedieron, por lo que Gutiérrez y Sandoval decidieron “hacer tolda aparte” y crearon la escuela. El nombre viene de un equipo de fútbol piendamoneño que ya había cumplido su ciclo: el As Negro, cuyo dueño solía ser Luis Arévalo, quien se sintió profundamente feliz al saber que se iba a revivir el equipo que él había creado, ahora como escuela.

—En la escuela les formamos como personas y les metemos mucho en la cabeza que no se trata solo de jugar fútbol, sino de superarse, de estudiar. Actualmente, por ejemplo, trabajamos 12 entrenadores en el As Negro, y de esos, 8 o 9 han sido alumnos míos en la escuela. Entonces nosotros los enamoramos del fútbol, pero somos realistas, porque para convertir a alguien en jugador profesional es muy difícil. En Colombia somos alrededor de 52 millones de personas y solamente hay 2500 jugadores profesionales. Entonces hay que ir a la par diciéndoles: tenés que estudiar, métete a estudiar, ¿cómo te fue en el colegio? —comenta Gustavo con sus ojos enmarcados por un ceño fruncido.

Tres de las jugadoras juegan piedra, papel o tijera mientras esperan. Las demás observan y se ríen cada vez que una pierde, porque tienen fuerza y el calvazo que les espera a las perdedoras no va a ser muy amable, aun así, continúan jugando, una y otra vez, hasta que el portón por el cual todas entraron en principio se abre y llega uno de los entrenadores, Julio Daza. Un hombre corpulento, algo canoso, quien tiene una mirada seria, una postura firme, y una expresión vigilante. Es en ese instante en que las miradas de las chicas se endurecen, ha llegado el momento por el cual están aquí, el entrenamiento.

—En realidad es más fácil llevar una chica al fútbol profesional, porque no hay muchas y porque el fútbol se volvió profesional hace muy poco tiempo, hace 6 años, y hace máximo 3 el fútbol profesional femenino en Colombia se empezó a pagar como debería, y se empezó a mirar la vaina de que ellas tienen un valor, que ya juegan en el fútbol internacional. Entonces, eso da un empuje para que se formen acá y para empezar a trabajar con las niñas —menciona Gustavo.

Ahora, la primera liga masculina se jugó en 1948, y aunque la liga femenina apenas se dio en 2017, las mujeres ya estaban jugando desde el 1943, e incluso, un año después de que el fútbol masculino se profesionalizara ya había partidos de mujeres en Cali y Barranquilla. Aun así, según Gabriela Ardila, en su libro “A las patadas: Historia de fútbol practicado por mujeres en Colombia desde 1949”, entre los años de 1951 y 1971, se perdieron registros de partidos de fútbol entre mujeres en Colombia, debido a que en ese momento Alemania y Brasil habían prohibido a las mujeres jugar por ley.

Si las mujeres ya estaban jugando muchísimo antes, ¿por qué hay diferencias tan grandes entre el fútbol femenino y masculino? Sebastián Bernal lo explica en el artículo “El camino del fútbol femenino en Colombia”, de 2023, “las razones por las que existe una diferencia tan grande en cuanto a salarios, número de hinchas, nivel de desarrollo del torneo, entre otros factores esenciales, se deben a que el fútbol masculino ha tenido mayor tiempo para interactuar con el mercado, para desarrollarse, comercializarse y expandirse de forma efectiva. Por estas razones, las cosechas en cuanto a logros en el ámbito de clubes han sido también mayores en el fútbol masculino a lo largo de la historia”.

El silbato suena. Daza las manda a trotar alrededor de la cancha enmallada, las chicas sonríen, y comienzan a rodear todo el campo de fútbol, los pasos suenan, y como una máquina bien engrasada, dan una, dos, tres, cuatro, cinco vueltas, llegan jadeantes, pero continúan riendo y comienzan a estirar.

—A la hora de trabajar, la biomecánica, la fisiología, la anatomía y la psicología de las mujeres es totalmente diferente, por ejemplo, en edades por debajo de los 10 años se hace más resistencia que trabajos de fuerza, a diferencia de los hombres. Y sí, las mujeres maduran más rápido, la corteza cerebral se desarrolla más rápido, pero para conseguir y lograr músculo hay que trabajar mucho más —comenta Julio, con una sonrisa poco impresionada, mientras ve a las chicas jadear.

Después de estirar, Daza les pide que entren a la cancha, las chicas, se levantan y comienzan a caminar seguras hacia la entrada enrejada que las separa de un sueño, de su meta. Ellas saben que hay gente que no quiere que entren al área de juego, pero aun así se toman el espacio mientras Eduardo Lames, su segundo entrenador, llega con canastas llenas de bandas elásticas, Daza, les pide que elijan una banda suave si van a jugar o si les duele algo.

—En ellas hay que priorizar el trabajo de las capacidades perceptivas, la coordinación, el ritmo, la cadencia. Hay que hacer más énfasis en la técnica porque son más complejas. El periodo de la mujer, por ejemplo, hay que tenerlo en cuenta. Cuando tienen el periodo bajan el 25% de su nivel, y si a todas les llegara el mismo día sería fácil coordinarlo todo en un calendario, pero es complicado y hay que entenderlas —dice Julio, mirando hacia al césped sintético de la cancha.

Ellas toman sus bandas, se organizan en filas y miran hacia el frente, hacia su entrenador. El grupo es diverso, todas tienen distintos uniformes, algunas tienen la posibilidad de usar guayos. Van desde los 10 a los 20 años, y aunque hay una diferencia de edad importante, todas se tratan con amabilidad y respeto. Cuando Eduardo da la indicación de inicio, comienzan a darse ánimos entre todas, para que el entrenamiento de hoy rinda frutos

Actualmente, en As Negro, hay 3 categorías de fútbol femenino y no hay más de 40 niñas dentro. De estas chicas solo 10 son de Piendamó, el resto son de veredas o municipios cercanos, como Cajibío, Morales, Tacueyó, Toribío, Caloto e incluso Ipiales. Sebastián Bernal, comenta que hoy en día la mayoría de las futbolistas en Colombia provienen de dos contextos muy distintos: por un lado, están las jóvenes con mayores recursos, que acceden a formación universitaria en el exterior. Y por el otro, están las niñas y adolescentes de bajos recursos que, a punta de talento, se destacan en sus regiones, pero deben dejar sus hogares y trasladarse a lugares como Bogotá, Cali o Medellín para tener una verdadera oportunidad de crecer en el fútbol. Ellas migran desde territorios periféricos hacia centros urbanos donde existen mejores condiciones, aunque muy limitadas aún. Y lo más contradictorio: aunque el fútbol femenino ya se considera profesional, sus ligas apenas duran cuatro meses al año.

A pesar del neblinoso panorama del fútbol profesional femenino, el As Negro ha tratado de buscar esos contactos que les den a sus deportistas un espacio para ser vistas, por lo que hacen parte del ARHA (Alto Rendimiento Hernando Arias) creado por Hernando Arias, Doctor en Ciencias del Deporte de la Atlantic International University, y ex director de las escuelas filiales del Deportivo de Cali, quien tiene contactos en el fútbol internacional; y con el Club de fútbol italiano Hellas Verona, lo que les ha dado la oportunidad de generar veeduría y seguimiento a los procesos de los chicos y chicas que entrenan en la escuela.

—Tengo la aspiración de en algún momento llegar a ser futbolista profesional, desde pequeña lo he soñado y he estado ahí disciplinadamente, ahí, ahí, ahí. Así ellos no entrenen, yo entreno en mi casa. Así ellos no me vean, yo lo hago. Y así ellos me digan que no, que yo no hago nada, que yo no sé qué, yo lo hago. ¿Por qué? Porque eso es disciplina y porque el deporte necesariamente es de eso, de la disciplina de un jugador, de las experiencias y de la mentalidad —dice Alexandra, estudiante en el As Negro, mirando soñadoramente hacia la cancha.

Esa disciplina es lo que ha mantenido a muchas chicas en la escuela, porque en principio, no tenían buenos horarios, entrenadores e incluso luz, las chicas cuentan que hace tres años cuando el Instituto Municipal para la Recreación y el Deporte de Piendamó, Cauca (inRed) les dejó entrenar en la cancha de Amaga, en Piendamó, fue por una o dos horas, tres o dos veces por semana, donde, debido a la falta de luz solar, se quedaban a oscuras y debían rogar para que les encendieran la luz, cosa que muchas veces no sucedía, y tenían que entrenar en medio de la noche y por muy poco tiempo.

Daza les grita, las anima, se ríe con alegría y se burla mientras las chicas terminan de usar las bandas con un ceño fruncido y la frente llena de sudor. Y Eduardo no pierde el tiempo, les pide que dejen las bandas en la canasta y comiencen a trotar en el mismo lugar. Su esfuerzo es notable, este no es el único día que entrenan. Ellas deben ir todos los días: los martes y jueves hacen fortalecimiento y trabajo de fuerza; los lunes, miércoles y viernes trabajan talón y tácticas. Para ellas el entrenamiento es una declaración: “sí podemos, sí somos, sí estamos”.

Alexandra Jiménez, jugadora de enganche en el equipo femenino de As Negro. Foto: Sandra Orozco.

Ahora, en caso de que una de estas chicas logre meter ese gol y sea catapultada a ese sueño, las cosas no van a ser fáciles debido a que probablemente tengan que trabajar en algo más, aparte de jugar profesionalmente. Carmen Aliendre y Mirian Contraerá señalan en su artículo “La discriminación de género en el deporte. El caso del fútbol femenino”, publicado en 2019 que: “Un gran número de mujeres encuestadas manifiesta tener un trabajo en paralelo al ejercicio profesional del fútbol, otras lo combinan con sus estudios. El ejercicio de múltiples roles por parte de las mujeres futbolistas puede deberse a que ellas no se ven apoyadas social ni financieramente en el fútbol. Mientras tanto, los colegas varones juegan y entrenan a tiempo completo.

—Muchas cosas han cambiado y todo eso se lo han ganado las niñas, sobre todo las que se han quedado y han aguantado el proceso, y las mamás, hay que reconocer eso, porque en este momento las mamás que están, sí están preparadas para lo que realmente es ver a sus hijas entrenar y luchar por un sueño —comenta Julio mirando a las madres sentadas en la entrada de la cancha viendo a las chicas entrenar.

Y aunque ya hay familias que aceptan y apoyan a sus hijas, aún hay un camino muy largo por recorrer, debido a que el machismo arraigado, la misoginia internalizada y el sexismo es pan de cada día para estas chicas. Según Camila Vargas y Olga Nájar en el artículo de la Universidad de Zulia “Mujer, fútbol e inequidad” de 2020, el fútbol, como muchos deportes, ha sido marcado por estereotipos de género que asocian lo masculino con la competencia y lo femenino con lo delicado. Esa idea ha hecho que para muchas mujeres entrar al fútbol sea nadar contra la corriente: enfrentan prejuicios, barreras y una desigualdad estructural que limita su desarrollo, tanto dentro como fuera de la cancha.

—Me han criticado, me han dicho que no, que esto es para hombres, que no es para mujeres, han sido muy machistas. Y pues la verdad, me ha dolido, mis familiares me han dicho que no, que esto no es para señoritas, que hay que ser princesas, que hay que estar bien vestidas, que estos uniformes nos hacen ver “machonas” y todo eso, entonces las críticas duelen, pero tengo un sueño que me propuse y lo quiero lograr —termina Alexandra de manera enfática con una mirada seria en su rostro.

Y con el poder de ese sueño, con ese impulso, las chicas se mueven por la cancha, están sudando, pero se miran sonrientes, han terminado su entrenamiento, el primer tiempo de muchos. Algunas de ellas ya están jugando en ese segundo tiempo que las puede llevar a algo más grande, debido a que el As Negro ha participado en la Copa Telepacifico Femenina 2025, donde jugaron y aprendieron que con cada paso, cada caída, y cada gol, queda marcada su huella en el terreno de juego, donde ellas están construyendo historia.

*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.

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