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La unidad nacional y el discurso político en Colombia: Entre el llamado a la paz y la persistencia de la polarización

Por: Clara Inés Chaves R. (*)

Desde hace décadas, Colombia viene clamando por unidad, paz, inclusión y respeto por las diferencias. Ante cada magnicidio, masacre o crisis social, la sociedad exige detener el odio y la polarización. Sin embargo, el comportamiento de ciertos dirigentes políticos sigue sin estar a la altura del ejemplo que la ciudadanía requiere. La historia nacional está marcada por conflictos armados entre colombianos, donde los discursos de líderes políticos no solo han justificado enfrentamientos, sino que, con frecuencia, los han exacerbado (Gómez, 2024).

Bipartidismo, violencia y polarización en el siglo XX

A mediados del siglo pasado, Colombia vivió la época de “La Violencia”, alimentada por la confrontación bipartidista entre liberales y conservadores. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 fue un punto de inflexión: los discursos radicales de ambos bandos justificaban la violencia y llamaban a la defensa de ideales mediante la guerra. Así, los líderes políticos construyeron “enemigos” mediante la retórica, movilizando a sus seguidores y profundizando divisiones. Barbero-Domeño (2005) sostiene que la creación intencionada de un contexto altamente polarizado que movilice a la población y a sus instituciones a favor de la guerra es una estrategia recurrente antes y durante los conflictos armados.

Los discursos bélicos: de las guerrillas y el paramilitarismo al Estado

La dinámica de conflicto se sostuvo en décadas recientes, donde actores como las FARC, las AUC y representantes de los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe legitimaron acciones bélicas —y su perpetuación— mediante discursos oficiales (González Mantilla, 2012; Olave, 2012). El análisis de estos registros indica que la construcción retórica de la guerra en Colombia ha servido para justificar el uso de las armas y dividir aún más la sociedad.

Uno de los discursos paradigmáticos fue el de Salvatore Mancuso ante el Congreso, en el que argumentó que las Autodefensas nacieron como respuesta al vacío estatal y la violencia imperante, reivindicando su surgimiento como una “legítima defensa de comunidades” (Celis, 2024). Estas narrativas —de todos los bandos— han naturalizado el conflicto y pospuesto el ejercicio reflexivo sobre las causas reales de los males de la nación.

Las consecuencias de la polarización política y social

La polarización política en Colombia tiene raíces profundas: desigualdad, pobreza y manipulación desde los partidos y dirigentes (Gómez, 2024). Investigaciones actuales muestran cómo el uso de los medios de comunicación y las redes sociales ha intensificado estas divisiones, limitando el diálogo y fortaleciendo radicalizaciones ideológicas, llevando a ciudadanos a movilizarse muchas veces sin comprender plenamente las causas o los efectos de sus acciones (Danisch, 2023).

La descalificación del “otro” como enemigo absoluto, propia de la historia violenta de Colombia, constituye un obstáculo psicosocial de primer orden para la democracia y la paz. Si bien la sociedad tiende a culpar las circunstancias actuales, muchas de las causas de la violencia son históricas y demandan un proceso de reconstrucción de símbolos de unidad nacional.

El sentido de los símbolos y la necesidad de cohesión nacional

Colombia cuenta con símbolos patrios —la bandera, el escudo, el himno y la presidencia de la República— que representan la historia, la libertad y la identidad nacional. El presidente, como jefe de Estado, encarna la unidad y representación de toda la nación y del Estado, una figura que debe estar por encima de colores políticos y circunstancias individuales (Giraldo, s.f.). La exclusión o la estigmatización de esta figura debilita la posibilidad de construir unidad nacional, especialmente en una época donde la discriminación por raza, credo, condición social o política está a la orden del día.

Retos y perspectivas hacia la paz y la reconciliación

¿Cómo lograr la unión nacional sin incluir a quien la representa institucionalmente? ¿Cómo conseguir la paz si se sigue validando el enfrentamiento partidista y la división de clase? La repetición de dinámicas históricas —con líderes que incentivan la polarización y la confrontación— solo perpetúa el odio, las guerras y las masacres.

Es fundamental actuar con humildad, responsabilidad y sentido de colectividad. Todos los colombianos deben sentirse protagonistas del cambio y de la unidad del país. La bandera de los líderes de todas las ideologías asesinadas debe servir para aprender y reconstruir la nación, no para ahondar en el odio o la polarización. Recobrar el territorio nacional exige algo más que fuerza militar; se requiere inversión social, institucionalidad estatal y respeto a la división de poderes y al Estado de derecho (Danisch, 2023; Gómez, 2024). Nada ni nadie debe estar por encima de la ley; política y justicia no pueden mezclarse de modo malsano.

Si Colombia desea construir un futuro distinto, es necesario que el discurso público recupere el sentido de unidad y servicio al bien común, anteponiendo la razón de ser colombiano por encima de cualquier diferencia y aprendiendo de los errores pasados para no repetir la historia. La coherencia entre lo que se dice y se hace es fundamental y los políticos deben tener conciencia de ello.

(*) Exdiplomática y escritora.

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