miércoles, agosto 6, 2025
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Ética y periodismo

CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com

En Colombia son dos fechas dedicadas a la celebración del Día del periodista, el 9 de febrero y el 4 de agosto; independientemente de emitir razones de esta doble conmemoración, la efeméride representa una valiosa oportunidad para reflexionar sobre el ejercicio del periodismo y su relación con la ética.

Comencemos por resaltar que la objetividad e imparcialidad son unas de las tantas virtudes del ejercicio ético del periodismo. El periodista objetivo describe y comenta los hechos y acontecimientos tal como se presentan en la realidad. Contribuye con ello a la verdad que es una de las razones de ser del periodismo. La imparcialidad da un sentido de justicia en el tratamiento y valoración de los actores, escenarios y acontecimientos de interés público. Es así como el periodista ético termina siendo de todos pero de nadie en particular. De todos porque el periodista debe estar dado al bien común. No se debe enajenar, es decir, ni vender ni comprar.

Hace falta que algunos periodistas y en especial columnistas se conduzcan hacia lo que Kant considera mayoría de edad, a ella se llega prendidos de la ética. No cuando se tiene cédula de ciudadanía o se pueda ejercer el derecho al voto. Se llega mediante tres requerimientos: 1) Pensar por sí mismo. En términos periodísticos entendemos que quien piensa, habla o escribe lo hace bajo sus propios criterios y no por efecto de manipulación alguna o en defensa de intereses extraños a los colectivos; 2) Ser consecuente, es decir, que haya correspondencia entre lo que se predica y lo que se aplica. La incoherencia es la regla conductora de algunos columnistas y periodistas; 3) Colocarse en el lugar del otro, que en nuestro juicio no es otra cosa que el respeto al prójimo, la tolerancia. La vigencia del principio confucionista: “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan”.

En una verdadera democracia, el pluralismo es característica esencial de los periódicos. Diferentes criterios, posiciones, puntos de vista ilustran y oxigenan la opinión pública. Apologistas y contradictores de gobiernos, de partidos, de líderes religiosos, políticos o empresariales son inevitables. Saludables son las controversias siempre y cuando no se descalifique oprobiosamente a los que piensan diferente. Se debe respetar el consenso pero también el disenso.

Resultan cuestionables los periodistas y columnistas que terminan como abogados de oficio de políticos o personajes judicializados. Esto ya es consuetudinario en nuestro país.¡Zapatero a tus zapatos! Equivocadamente piensan que sus opiniones, juicios y comentarios incidirán en los procesos, en las decisiones y fallos de las autoridades competentes. Lo mismo sucede con aquellos que se mantienen en campañas políticas en beneficio propio o de otros. Creen que los electores son tan brutos que se van a dejar manipular fácilmente a la hora de la verdad, es decir, en las urnas. Ilusos. Irrespetan a los ciudadanos y a los electores.

Por fortuna, no todo el periodismo está viciado en nuestro país. Existen periodistas abnegados en el cumplimiento de su misión. Por otro lado, la libertad de discrepar es un deber de conciencia. En una verdadera democracia el derecho a disentir es necesario ejercer y cultivar, pero ello no significa tener la potestad de desconocer a quienes piensan diferente; ni tener la ocasión de calumniar y atentar contra la dignidad de las personas,

No obstante las dificultades, los riesgos y presiones que tienen que soportar día a día los periodistas, el periodismo colombiano debe continuar erguido en el cumplimiento del deber, en la defensa de los intereses de la comunidad, que en últimas, es la defensa del derecho a la esperanza.

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