Guido E. Enríquez Ruiz
El padre Segura
Hace ya muchos años, unos cien quizás, se estudiaba en colegios y universidades colombianas un libro llamado Elementos de Literatura preceptiva, que se dividía en tres partes denominadas “elocución”, “composiciones en prosa”, “composiciones en verso” y se completaba con un apéndice sobre escuelas literarias y un suplemento de ejemplos. El libro,que alcanzó unas diez ediciones, fue compuesto por Faustino Segura Caldas, payanés nacido en 1853 en Popayán sobrino nieto del “sabio” Francisco José de Caldas pues fueron sus padres José Ignacio Segura y Martina Caldas. Estudió en el Seminario de Popayán dirigido desde 1871 por los sacerdotes lazaristas (por San Lázaro, en París) o vicentinos que había fundado Vicente de Paul en la capital de Francia. Ordenado sacerdote marchó a Bogotá y fue profesor en el colegio que allí tenía el escritor Ricardo Carrasquilla y aprovechó la ocasión para profundizar en filosofía, historia, ciencias naturales y literatura. Ingresó en 1895 a la comunidad vicentina y fue profesor en los seminarios de Tunja y Popayán. El libro en mención lo escribió en Popayán y lo publicó en 1905 (primera edición). Fue el padre Segura de una gran simpatía y gozó en la sociedad de mucha popularidad murió en 1920 en el Hospital de Popayán, el que quedaba al lado norte del puente del Humilladero. En sus últimos años sufrió de un pequeño desequilibrio mental, no raro en su familia quizá por los matrimonios entre parientes, lo cual fue motivo de algunas anécdotas amenas como la que cuenta que en la Semana Santa de 1917, el miércoles santo debía leerse (en latín, por entonces) el relato de la pasión de Jesucristo según San Lucas como lo manda la Iglesia Católica, en la misa. La narración es relativamente larga y el padre Segura comenzó diciendo: Passio Domini nostrü Jesu Christi Secundum Lucam…” Interrumpió un momento y exclamó: “Pendejadas de San Lucas”, no leyó el evangelio y siguió la misa hasta el final.
El “Socio” Cajiao.

En el siglo XX nació y vivió casi todo su tiempo en Popayán Luis Carlos Cajiao Ruiz, conocido por toda la ciudad con el sobrenombre del “Socio” o “El Socio Cajiao”. Abogado de la Universidad del Cauca y alumno también del Seminario, los dos más antiguos establecimientos de estudios superiores que había en la ciudad puesto que el primero data de 1827 y el segundo en 1642, dominaba el latín con gran facilidad. Fue juez en Bugalagrande (Valle del Cauca) y luego volvió a Popayán en donde sobresalió por polifacético. Más de una vez fue cantor de las iglesias pues gustábale cantar en el coro para las misas y, frecuentemente, llenaba el salón de audiencias judiciales por lo divertido que eran sus intervenciones. Su oficina, situada en la Pamba, rara vez estaba abierta. De su manera de ser y del ambiente que lo rodeaba algo dice una “entrevista” que publicó Otón Sánchez en su “Antología genial de los Patojos” en una de cuyas partes dice, en boca del doctor Cajiao Ruiz: “Voy a deshacer entuertos, a sacudir los polvorientos estratos de la justicia a sacar a punta de guasca a los violadores de la ley (lex puritas), a darle una cepillada a esa toga que en otros tiempos fue ornato de magistrados y que hoy quieren ponerse de ruana ciertos hominicacos incapaces de picar un pleito”. Se cuenta que el “Socio” una vez en Buenaventura se le agotó el dinero, por lo cual se dedicó unos días a trabajar en el puerto transportando maletas de los pasajeros; uno de éstos fue un día el cardenal Eugenio Pacelli, más tarde Pío XII, quien estuvo de paso en ese puerto del Pacífico colombiano. Algo preguntó el socio al cardenal en latín y así continuaron ambos conversando en la lengua del Lacio. Luego de esto comentó el cardenal que cómo serían de cultos los colombianos si un simple peón de puerto se expresaba en perfecto latín.
Michín
Era un joven empleado de Sebastián Ordóñez Aragón cuando éste se había hecho cargo de administrar la piscina municipal de Popayán y el local situado hacia el oriente de ella en el cual había un establecimiento de baile. Michín era de talla pequeña, rápido en sus movimientos y de gran voluntad en el cumplimiento de su cargo. Era un hombre de cosas curiosas y, con frecuencia, risibles. No recuerdo su verdadero nombre sin que para ello pueda decir como Cervantes en el Quijote: “de cuyo nombre no quiero acordarme”, porque, en verdad, sí lo quisiera. Solía Sebastián en días calurosos estar un buen rato en la piscina o sentado al borde. En uno de esos ratos llegó Michín en carrera y le dijo en tono de anunciador de tragedias: “ Vea, Don Sebastián, meta la barriga porque allá vienen unas muchachas”.
Poetas Caucanos
Luis Afranio Tobar Gómez
El Tambo (Cauca). 1938
E Pluribus unum
Esa extendida plenitud de tus decoros
y el medroso recuerdo
del tiempo que no ha sido,
se solazan en solemnidades ya desuetas.
Para contrastar
las veleidades temporales de tu risa
oculta un misterio la pirámide
y un alud de saudades
sitia el onírico
descanso de la mente.
Entre tanto, un cometa viaja ineluctable
en la combada disposición del espacio.