miércoles, julio 9, 2025
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The Plush Ripper

Gustavo Adolfo Constaín Ruales. X@moldergc

Capítulo I_82.

Silvio sentado en una banca del Parque Caldas, observaba a las personas caminar por las calles, a los vendedores, a la gente salir de misa y repartía bendiciones en su cabeza a las personas: decía bendición al viejo, bendición al niño, bendición al perro y así para cada cosa. Luego agradecía a Dios por su vida, perdón por sus faltas y también le reprochaba por haber conocido el papelito que le entrego su gran amiga Lucía. Este enigma no lo dejaba dormir, varios de los estudiantes que escogió para ayudarle en la investigación, renunciaron, también ellos, cortando por lo sano, dejaron el estudio antes que se les volviera una obsesión.

Silvio había llamado a un lustrabotas, ese ejercicio ejercido por otro le producía una sensación de tranquilidad y un mareo agradable -que ocurría cuando estaba al lado de una persona en la cual podía confiar- esa extraña sensación la tenía desde niño.

Alfonso con su perenne gabardina negra, regalo de un tío que residía en Londres, al ver a Silvio en el parque, se le arrimo por la espalda con el ánimo de asustarlo, pero Silvio ya lo había divisado y se asustaron ambos, dieron un grito, rieron y se dieron un fuerte abrazo. Empezaron charlando de los comentarios habituales del clima, la lluvia, luego pasaron a los chismes locales, pero su conversación siempre terminaba en el estudio de -el papelito de Lucía-, como broma habían nombrado así el estudio del enigma. Siempre concluían y se reían de que la hermosa payanesa les cambio la vida.

Alfonso un bohemio, colaboraba de vez en cuando con el proyecto de su antiguo profesor, iba daba ideas y se volvía a ir, coqueteaba con algunas entusiastas de la investigación, con las cuales tuvo uno que otro romance. El gran poeta fue uno de los protagonistas de una novela de ficción -basada en hechos reales, que se desarrollaba en Popayán, creada por otro payanes, el escritor Valenciano Callejas. En la historia, a él lo asesinaban. La novela se intitulaba Oscuro por Claritas.

El poeta llevaba en sus manos una antigua revista, llamada Ostara, el bardo obsesionado con el tema de la ufología devoraba cualquier escrito sobre el tema y en esa edición se escribía en particular sobre el tema. Silvio le quito la revista de las manos y exclamo -qué lees-, vio la publicación y susurro para sí mismo -las raíces de la orden negra- en la portada se publicaba una fotografía de un objeto volador no identificado un OVNI, ojeo la publicación y se la devolvió. Algo en su mente, le dijo mira de nuevo, entonces arrebato de nuevo con brusquedad el objeto, Alfonso le respondió -que te pasa-. Silvio sonrío asombrado igual a un niño que descubre el funcionamiento de un juguete y descubrió en los anillos que rodeaban al platillo volador, sobre su misma estructura, los símbolos muy parecidos al enigma del papelito que lo atormentaba. Acompáñame a la -Silvio cueva- le grito al poeta Alfonso, le pago de más al lustrabotas y a paso rápido subió por la calle que conduce de la Catedral a la farmacia de la esquina, compro unos comics en la última farmacia en Popayán que exhibía los comics en las vitrinas de vidrio y cubiertos en plástico igual a un objeto valiosísimo. El olor a limpio de medicina y fragancia ambiental se sentía también en los cuentos de superhéroes y el farmaceuta con camisa larga, corbata y bata blanca impecable los atendía. Su padre cuando niño le compraba las caricaturas en las farmacias y esa impresión de hacerse poseedor de un objeto invaluable, en un lugar agradable, limpio, hacían el recuerdo grabado en la memoria de un impacto apacible, feliz y el mareíto volvía.

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