Por: Cayo Betancourt – cayobetancourt@gmail.com – @cayobetancourt
En un mundo hiperconectado, la concentración se convierte en un activo valioso para las personas, especialmente cuando se observa una cantidad de estímulos internos y externos que generan distracciones y tienen un impacto negativo en la productividad de las personas. Por ejemplo, cuando usted está frente a una presentación y llega un pensamiento sobre las cuentas por pagar, la cita que tendrá el fin de semana o la retroalimentación que está preparando para uno de los miembros de su equipo. Cada una de estas situaciones merece su atención, el problema es que se presentan en el momento menos oportuno, generando distracciones internas y elongando el tiempo requerido para cumplir la tarea que tiene en su pantalla. De igual manera, los estímulos externos generan distracciones y estas pueden presentarse con llamadas inesperadas, la visita de un compañero de oficina a su puesto, o las características intrínsecas en el ambiente. Por ejemplo, hay temas culturales en el entorno latino que hacen una oficina ruidos y alegre, por el contrario esto podría tomarse como un acto de irrespeto en un país oriental o para un europeo. La pregunta que surge frente a estas situaciones está relacionada en los factores que puede controlar una persona para mejorar su concentración.
Para este caso, es fundamental entender cuáles factores ambientales son más adecuados para incentivar la concentración. Algunas personas prefieren un entorno tranquilo, cálido y donde el nivel de ruido sea mínimo. Para otros, es posible concentrarse en una oficina ruidosa e inclusive en algún momento hablé con un escritor que experimentaba grandes dosis de creatividad trabajando en un café donde entraban y salían personas constantemente. Recuerde que no hay una fórmula mágica frente a estas condiciones, la cuales dependen del entorno y cómo las personas se adecúan a este para mejorar su concentración. En mi caso una luz baja mejora mi productividad pero la luz directa en la pantalla genera distracción y molestia para concentrarme.
Respecto a los factores internos, se recomienda anotar cuáles están presentes de manera recurrente con el fin de tomar acciones. Es fundamental identificar si usted está presentado episodios de rumiación, donde pensamientos recurrentes frente a situaciones pasadas no le permiten avanzar en sus tareas diarias. Por ejemplo, hace unos años hablé con una persona que tenía una relación poco saludable con uno de sus hijos y constantemente pensaba en qué momento la relación se había deteriorado al punto que no soportaban estar en la misma habitación sin discutir. Desafortunadamente, esta persona estaba presentando episodios de rumiación constante frente a un evento en el pasado, el cual no se podía modificar y estaba perdiendo la oportunidad de generar alternativas para solucionar el futuro de la relación con su hijo. Aunque no podemos actuar como autómatas, es necesario identificar que distracciones internas nos causan pérdida de concentración para generar acciones que busquen mejorar esa condición. Es posible que una solución requiera el apoyo de un profesional que le ayude a generar alternativas no sesgadas para soluciones duraderas.
Finalmente, recuerde que la concentración es una habilidad que requiere hábitos saludables y una constante práctica, de la misma manera que usted realiza rutinas diarias como montar bicicleta, ir al gimnasio o practicar su deporte favorito, la concentración debe nutrirse de estos espacios a través de su práctica constante. Se recomienda practicarla de manera recurrente, iniciando con periodos de diez a quince minutos hasta llegar a un espacio donde se pueda abstraer en la tarea que está ejecutando con su máxima productividad.