CARLOS E. CAÑAR SARRIA – carlosecanar@hotmail.com
En la realización plena de los derechos económicos y sociales se fundamenta la democracia social, los cuales tienden a la liberación de la miseria al ser humano y están dirigidos hacia la satisfacción de necesidades fundamentales, capaces de garantizar un nivel de vida acorde a la dignidad de cada persona. Estos derechos-como lo anota Ángelo Papacchini- incluyen el derecho a la educación y el derecho a la seguridad social que hagan posible a las personas y a las familias el máximo nivel de salud física y mental.
Para la vigencia de tales derechos es importante la posibilidad de que el ser humano se gane la existencia gracias a un trabajo libremente escogido y aceptado. Al Estado corresponde el deber de fomentar el desarrollo económico con desarrollo social, combatir el desempleo, velar por unos salarios justos y por el trato humano a los trabajadores.
Pensamos con realismo- y si se quiere con escepticismo- que la democracia social en nuestro país aún está en pañales. A excepción de la aprobación de la actual reforma laboral del gobierno del presidente Petro, el Estado colombiano ha sido incapaz de incrementar una política de empleo que indique el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros compatriotas. Las legislaciones laborales, desafortunadamente han beneficiado a los empresarios y a la economía mercantilista en detrimento de los intereses de los trabajadores. Hay personas que tienen el “derecho” al trabajo, sin embargo dista mucho el hecho de que las condiciones laborales y salariales impuestas por el mercado, sean capaces de permitir la realización plena de los trabajadores. Sus derechos se cercenan cada vez más y las conquistas laborales han tendido a desaparecer. A esto hay que agregarle la alta tasa de desempleo que agobia y conduce a un clima de incertidumbre, que hace pensar que el nuestro es un país sin oportunidades. Los aumentos salariales de cada año deben ser más justos; que llenen las expectativas de los trabajadores y sus familias. La mayoría de las veces impuestos unilateralmente y pocas veces concertados. Los aumentos salariales irrisorios deben desaparecer independientemente de quien esté ejerciendo el poder. Mientras unos privilegiados devengan unos sueldos desproporcionados, gran cantidad de trabajadores colombianos tienen que hacer maromas para acceder a la atención de sus necesidades básicas insatisfechas.
En lo que respecta a la educación, lo que se ha vivido y que el actual gobierno quiere cambiar, no es más que la aplicación de políticas privatizadoras, lo cual no ha estado exento de inconformismo. De seguir así, el estudio dejará de ser posibilidad de garantía de un futuro seguro y promisorio. A muchos padres de familia les preocupa el futuro de sus hijos al ver que el estudio ya no es garantía ante los altos índices de desempleo de los profesionales y de la población en general.
La salud en manos de los particulares está haciendo estragos, pues a las empresas prestadoras de este “servicio” sólo les preocupa el afán de lucro y muy poco interés en el bienestar físico y mental de las personas, contrariando a lo que propone la Organización Mundial de la Salud. A esto hay que agregar, que la profesión médica no puede continuar en un plano de tercera categoría; las condiciones laborales y salariales de los médicos cada vez se hacen más precarias. Por otro lado, las trabas a los usuarios para obtener citas médicas y para proveer medicamentos se deben desterrar de este país. Esas largas colas y obstáculos son una afrenta a la dignidad.
La democracia social es una necesidad, hay que edificarla. Comenzar por atender las profundas desigualdades socioeconómicas que polarizan este país. Hay que garantizar a la sociedad la protección contra los riesgos de la vida. Mientras la pauperización de la sociedad se haga más evidente, difícilmente la democracia social podrá hacerse realidad. Medidas asistencialistas en nada mejoran las condiciones de vida de los pobres y miserables, toda vez que lo que requiere la población son cambios estructurales y no soluciones momentáneas y populistas.