viernes, marzo 14, 2025
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La interminable contienda entre la escoba y el cuchillo

Silvio E. Avendaño C.

– ¡Retírese! ¡Retírese! -gritó la dueña de la cafetería, cuando el ñero se acercó a la mesa, donde varios hombres saboreaban una taza de café, una tisana… Extendía el indigente la mano en espera de algo. Detrás del mostrador la patrona y la empleada solicitaban al personaje de la calle que abandonara el local.

– ¡Por favor, retírese!¡Salga! -el hombre desaliñado: cabello blanco, pantalones rotos, respondía:

– ¡No jodan! -el rostro se encendía en ira. Las mujeres le increpaban pero al acercarse, pronto se retiraron, al ver que el mendicante sacó un cuchillo.

– A mí no me echan. ¡Viejas hijueputas! Hace unos días hicieron lo mismo y no me voy a ir- tronó, mientras blandía el puñal en amenaza.

De manera sorpresiva, una empleada que se encontraba en el cuarto adjunto a las bebidas, greca y loza, salió blandiendo una escoba. Al verla el vagabundo no se inmutó, sino que levantó el puñal por encima del hombro. La muchacha retrocedió mientras la escoba, al elevarse, golpeó una lámpara colgante del techo, que comenzó a mecer la luz, mientras la escoba descendía con fuerza, por fortuna pegó en el suelo, dado que de otra manera, el ñero hubiera perdido el sentido.

Puestos y levantados en alto el cuchillo y la escoba del ñero y de la mujer, no parecía otra cosa como si se estuviesen amenazando. Tal era el soez vocabulario del agresor que opacaba el grito desesperado de las mujeres. El ataque por parte del cuchillero vino, avanzando dos o tres pasos, de tal modo, que las mozas retrocedieron y se refugiaron detrás del mostrador. En respuesta la escoba embistió con tal fuerza que el ruido al golpear el tablado se escuchó en el cafetín. Los clientes dejaron de mirar el celular, de hablar y fijaron la vista en el enfrentamiento entre la escoba y el puñal. La trifulca continuó, mientras la dueña no sabía qué hacer. Desencajado el ñero esgrimió la daga, como un relámpago metálico, para embestir a la mujer que respondió dando un golpe en el pecho del atacante, ante lo cual retrocedió. El agresor volvió a la carga e hizo un temible lance, mientras soplaba:

– ¡La mato porque la mato! – pero la mujer con un movimiento inesperado de la escoba desvió el lance del cuchillo que, parecía penetrar la piel en búsqueda de sangre. La rabia ardía en el personaje. Levantó furioso el brazo y apretó el arma para descargarla, con tal pujanza que si hubiese alcanzado a la fémina la habría hecho un corte hasta más abajo de la cintura. Pero la terrible escoba dio un golpe en la mano y cayó el puñal…

Cuando he aquí que, en torno a la mujer y al ñero, se hizo una gran claridad cuando uno de los clientes, para consumar el combate, le tendió al desarmado un billete que éste recibió, recogió el cuchillo, y revestido con la gloria de la luz, como hecho de sol, hermoso como la luna, cubierto con un manto de gozo, salió a la calle y subió al carruaje del profeta Elías, mientras se escuchaba una voz-

  • ¡La semana entrante vuelve!-
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