Luis Guillermo Jaramillo E – Universidad del Cauca –
Visto de cerca, nadie es normal
(Caetano Veloso)
Te han invitado a orientar un seminario de investigación en posgrado; ya lo has impartido en otras ocasiones. Esperas cinco estudiantes. Te parecen pocos, mas lo ves como una ventaja porque los encuentros son cercanos y los diálogos fecundos. Al llegar encuentras un escenario distinto: en el salón hay seis personas, una es intérprete de señas; se comunica gestualmente con Edwin, un hombre sordo de mediana edad. Primera vez que enseñas a alguien que no se comunica igual a ti; te “escuchará” a través de los gestos de un tercero. Edwin sonríe, concentra su mirada, saluda y conversa con todos a través de la intérprete.
Estas enseñado a que las reflexiones tomen forma cuando salen de tu boca… que las manos acompañen tus ideas; ellas enfatizan o matizan los mensajes. Palabras-puente que extiendes a los demás. Pero esta vez no sabes cómo proceder. Toda enunciación, frase o imagen-auditiva pasará primero por un cuerpo que interpreta su sentido. Y ¿ahora qué?, ¿dónde ubicarte para que Edwin te “escuche” a través de alguien?; ¿te haces a su lado o a cierta distancia?, ¿cómo enfocar la atención para que no se sienta excluido, ni los demás desatendidos? Te sientes perdido. Tu discapacidad para entrar en relación con el grupo se deja ver.
La intérprete recomienda que te ubiques en frente de todos, como sueles hacerlo. Te aclara que es la encargada de interpretar lo que enseñas, no de traducirlo; que su presencia es discreta y un tanto desapercibida. Se ubica delante de ti; te da la espalda para ver a Edwin mientras los demás te escuchan con atención. Sin embargo, te es difícil no mirarla. Sientes que necesitas ver sus señales para comunicar mejor tus ideas; ella te explica que solo requiere escucharte y estar frente a Edwin. Comienzas a hablar despacio para que tu voz armonice con sus gestos, para que descifre tus pensamientos, que él los pueda ver, sentir… palpar.
Ella no es solo oídos… es cuerpo-interpretado que da textura a tu voz; gestos-vívidos que tocan la vida de Edwin. Su cuerpo descifra un tono, un modo de pensar. Fluir ondeante de manos, rostro, sentido y corazón. Polifonías de un cuerpo-lenguaje. Excedente de un querer decir algo envuelto en una trama lenguájica, “saber que en [ese] decir no se agota nunca el sentido que quiere ser dicho y que sufre por no serlo… verbo interior que no es más que infinitud de un lenguaje que está a la sombra de las palabras” (Grondin, 2009, p. 33) que visibiliza el movimiento. Hermenéutica encarnada que desborda el orden de tus enunciados, como si la voz bailara en medio de interpretaciones sinfónicas y ritmos disonantes.
Miras a Edwin pero él no te ve… ve a la intérprete; cuando te dice algo se lo dice a ella. El entendimiento pasa inevitablemente por un cuerpo-significado; especie de Hermes que interpreta sentidos a partir de las palabras… por más que se diga que su participación es inadvertida. En otros términos, ella ve a Edwin y no a ti… te escucha. Sus oídos son como ojos, como si hablaras a su espalda o tuviera una Ventana sobre la nuca: “habla lo que no dice. Está, pero no es. Y se deja llevar adonde no va, a un país [exiliada de sí]” (Galeano, 2000, p. 304). Cuerpo-palabra. Significado-significante, interpretación de voces palpitando en diversas tonalidades; ves la fluidez de sus manos, el mover de su cuerpo.
El seminario avanza. Sin salirte del discurso piensas cómo te estará descifrando Edwin. Quisieras ser el mensajero de tus sentidos-corporeizados, desanudar las ideas en tu cuerpo para que la comprensión sea directa, aunque te agrada ver cómo las palabras se recrean cuando las enuncias. Si Edwin participa la intérprete suelta la voz. El sonido va hacia él pero el mensaje es para ti. La onda de voz le toca, pero eres el destinatario. Te es complejo escuchar expresiones que no te tocan, así que agudizas los oídos. No sueles escuchar bien a quien no te mira de frente; parte de tu comprensión está en ver los rostros y labios de quienes te hablan… mas el rostro de la intérprete no se deja ver, solo la escuchas. Vives en parte la barrera comunicativa de Edwin. Debe ser así para que recibas el mensaje. Estás también en discapacidad.
Lo maravilloso es que ves a Edwin hacerse entender con su cuerpo, escuchas sus movimientos junto a la voz de la intérprete. Su manera de expresarse no nace de una voz-audible, pues “lo no nacido no se explica, no se entiende: se siente, se palpa cuando se mueve” (Galeano, 2000, p. 2), así que sientes la fuerza de sus brazos, la voz de su mirada, su sonrisa. Dueño de la tonalidad de un pensamiento que percibe a través de otros sentidos; palabras colmadas de frecuencia y modulación. Eres testigo –a través de sus movimientos– de cómo alza la voz o la mantiene suave… señales dulces o amargas, con disgusto o alegría… movimientos llenos de sentido y sonoridad. Para ti el seminario fue distinto, se “escuchó” distinto; polifonía de voces que dirigió una maestra-intérprete en el infinito de tus comprensiones.
Referencias:
Galeano, E. (2000). Las palabras andantes: TM Editores.
Grondin, J. (2009). “La Universalidad de la hermenéutica y los límites del lenguaje, contribución a una fenomenología de lo inaparente”: Universidad del Valle.