Por: Erika Vanesa Muñoz
Cada 8 de marzo, el día internacional de la mujer se convierte en un punto de concentración global de la visibilización, reivindicación y lucha por los derechos de las mujeres, en donde entre calles teñidas de morado, carteles y cientos de voces que se unen en una sola, se realza la lucha histórica de colectividades, organizaciones y feminismos interseccionales en pro de la igualdad de género, el fin del feminicidio, la discriminación, la violencia, entre otras.
Por ende, es un día de movimiento, de emotividad, de cuestionar estructuras de poder y catalizar cambios sociales profundos, de conocerse y reconocerse como mujeres rebeldes, decididas, fuertes, capaces, sensibles, diversas e inteligentes. Y, sobre todo, de preguntarse si se está haciendo suficiente o si realmente se podría hacer más.
Ya que, por un lado, existen logros en términos de reconocimiento de derechos y avances legislativos y, por otro, se siguen percibiendo desafíos significativos en diversas áreas como la desigualdad salarial, la representación política, la discriminación laboral y las violencias basadas en género, siendo extremadamente preocupantes tanto los casos de feminicidio, como los de acoso y abuso sexual. Donde es importante mencionar que la actuación del gobierno resulta crucial, pues estas problemáticas no son un asunto privado, sino una batalla colectiva, una cuestión política que requiere respuestas institucionales efectivas, coherentes entre el discurso y la práctica.
Por tanto, las demandas deben ser escuchadas y las políticas implementadas a partir de ello, tratando de librarse de aquello que se tiene tan arraigado: La cultura de la violación, una cultura que impide avances para las mujeres, porque en razón de ella se justifican las acciones que violentan a quienes en un 8M se conmemora, y es por ella que, por ejemplo, en casos en dónde existe un posible abuso sexual se culpa a la mujer, por cómo se viste, por lo que hace, por lo que dice, por cómo se ve; independientemente de su edad, etnia, religión, situación económica, contexto político, cultural, laboral, deportivo e incluso familiar.
De manera que los actores interesados en un presente y un futuro mejor para las mujeres, en igualdad y equidad, deben ir más allá del 8M, entendiendo que la verdadera lucha se libra cada día, en la política, en las calles, en las aulas, en la familia y en sí mismos.