Por: Juan Camilo López Martínez
La dinámica política del Cauca ha venido configurando un patrón preocupante: la normalización del silencio. Un silencio que se impone frente a la tragedia, que se vuelve cómplice ante la amenaza, que se vuelve costumbre en la política. Es el caso reciente de las amenazas proferidas contra el gobernador del Cauca y varios alcaldes del macizo colombiano, frente a las cuales buena parte de la clase parlamentaria del departamento ha optado por callar. No hay comunicados, no hay intervenciones públicas, no hay llamados institucionales. Y lo más grave: no hay propuestas.
Hemos llegado a un punto donde el liderazgo político se mide más por el número de fotos publicadas que por la contundencia de las posiciones asumidas frente al conflicto que desangra a nuestras comunidades. Algunos candidatos a la Cámara de Representantes parecieran estar más preocupados por conseguir “likes” que por formular ideas. Suben esporádicamente una imagen, una frase genérica, una vanidad, mientras los problemas estructurales del Cauca se agudizan. Para muchos de ellos, lo fundamental en las elecciones no será el debate público, sino contar con el respaldo económico suficiente o con una maquinaria electoral robusta que les garantice votos, sin rendir cuentas de lo que hacen o dejan de hacer por el departamento.
Este es un momento crucial para el Cauca. Su historia lo demuestra. La intensidad del conflicto armado se ha reactivado con fuerza, la presencia de grupos ilegales crece, los cultivos de uso ilícito se expanden, y las amenazas a la institucionalidad recuerdan los peores años de inestabilidad de principios de siglo. Tenemos alcaldes a quienes se les impide participar en reuniones por razones de seguridad. No podemos permitirnos repetir el pasado.
Por eso, hoy más que nunca, se requiere una ciudadanía crítica, despierta, activa. Una ciudadanía que cuestione, que indague, que compare, que exija a los candidatos al Congreso respuestas claras. No se trata de elegir rostros, ni apellidos, ni figuras decorativas. Se trata de elegir ideas, compromisos y resultados.
También se vuelve urgente hacer balances. ¿Cuáles congresistas han ejercido una verdadera vocería por el Cauca? ¿Quiénes han intervenido en los debates nacionales exigiendo recursos, presencia institucional, proyectos estratégicos para el departamento? ¿Quiénes han gestionado, acompañado, promovido soluciones? Y, por el contrario, ¿quiénes guardaron silencio, esperando cupos burocráticos que muchas veces ni siquiera llegaron?
El silencio de algunos parlamentarios no es casual, es estructural. Hace parte de una lógica política que considera que hablar puede ser costoso, que tomar postura puede ser riesgoso, que pensar el departamento a profundidad no es rentable electoralmente. Y esa lógica debe ser derrotada desde la ciudadanía.
El Cauca necesita voces, ideas y valentía. Porque callar, en tiempos de crisis, no es neutralidad: es irresponsabilidad.