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El mandato ciudadano por la paz de 1997: un reflejo del presente

Juan Pablo Matta Casas

En 1997, Colombia vivió un momento crucial en su historia con el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, un movimiento impulsado por la sociedad civil que movilizó a 10 millones de personas para exigir una solución política al conflicto armado. Hoy, en 2024, las circunstancias del país nos recuerdan ese período, pues nuevamente enfrentamos una coyuntura de violencia creciente, especialmente en regiones como el Cauca, donde las comunidades exigen una paz duradera y el respeto a los derechos humanos. En este contexto, es esencial destacar las similitudes entre ambos momentos y lo que podemos aprender de aquel movimiento para afrontar los desafíos actuales.

A mediados de los noventa, el conflicto armado en Colombia había alcanzado un punto de agudización sin precedentes. Las masacres, secuestros y enfrentamientos entre actores armados dejaban una estela de dolor y desesperanza en la población. Fue en ese contexto que nació el Mandato Ciudadano por la Paz, impulsado por organizaciones como la Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y contra la Guerra (REDEPAZ) y País Libre, con el apoyo de UNICEF. El objetivo era claro: exigir el cese de hostilidades y un acuerdo negociado entre las partes en conflicto.

La votación del Mandato, realizada simultáneamente con las elecciones locales de octubre de 1997, representó un hito en la historia del país. No solo fue un acto simbólico, sino una demostración del agotamiento de la sociedad ante la guerra y su deseo de una salida política. Este evento mostró el poder de la ciudadanía para influir en la agenda política nacional, creando una plataforma desde la cual se exigía al Estado y a los actores armados sentarse a dialogar.

Hoy, en 2024, la violencia se ha recrudecido en varias regiones del país, especialmente en el Cauca, donde los enfrentamientos entre grupos armados han aumentado, afectando gravemente a la población civil. La reciente movilización por la paz, liderada por la Gobernación del Cauca, es un reflejo del clamor que se escuchó en 1997. Al igual que entonces, las comunidades hoy exigen que el Estado y los actores armados busquen soluciones a través del diálogo y el respeto a los derechos humanos.

La coyuntura actual nos invita a reflexionar sobre las lecciones del pasado. El Mandato Ciudadano por la Paz mostró que la participación activa de la sociedad civil es crucial para avanzar hacia una solución política al conflicto. Hoy, esa lección sigue vigente. La movilización en el Cauca, al igual que en 1997, es una manifestación de la necesidad de incluir a la ciudadanía en la discusión sobre la paz. No podemos esperar que las soluciones provengan únicamente del Estado o de los actores armados; es esencial que las comunidades tengan un rol protagónico en este proceso.

El Mandato Ciudadano por la Paz de 1997 y las movilizaciones actuales por la paz en el Cauca son un reflejo de la capacidad de la sociedad colombiana para exigir cambios y soluciones en momentos de crisis. Ambos momentos históricos nos muestran que la paz no es solo responsabilidad del Estado, sino que requiere de la participación activa de toda la sociedad. Hoy más que nunca, necesitamos recordar las lecciones del pasado y seguir construyendo sobre ese legado, con la esperanza de que esta vez, los esfuerzos de paz resulten en una solución duradera para Colombia.

Pero también es clave recordar lo que pasó después. En 1998, el país eligió a Andrés Pastrana para que adelantara las negociaciones con los grupos guerrilleros, las cuales se dieron en el Caguán. Y, ante el fracaso de este camino, por la falta de voluntad de paz de las FARC, la sociedad pidió un giro en el manejo del problema, exigiendo que se combatiera a todos aquellos que atormentaban con la violencia a los colombianos, abriendo así la puerta a la elección de Álvaro Uribe Vélez en 2002.

Si la historia es cíclica, podemos saber con claridad las escenas que faltan para recuperar el rumbo.

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