jueves, marzo 13, 2025
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Eternamente Gabo

Diego Fernando Sánchez Vivas

Cuando aquel caribeño de mirada penetrante, maneras suaves y acento tropical escuchó su obra literaria leída al otro lado del mar por cientos de miles de habitantes de la Tierra, y su rostro aparecer hasta en el último rincón del mundo, comprendió que la vida le estaba obsequiando un regalo imposible, el destino de la inmortalidad.

Pensó entonces en su niñez incierta en un lejano y polvoriento paraje de la Costa Caribe colombiana, rodeado de fantasmas vivientes que se asomaban por estrechas ventanas de viejas casas de estructuras frágiles y quebradizas como en la novela de Rulfo. Pensó en su llegada a Bogotá entonces una ciudad siempre fría, plomiza, gris que le arrancó más de una lágrima, pues su mundo era el trópico.

Recordó sus primeras lecturas, Conrad, Kafka, el viejo Faulkner, Hemingway, los poetas franceses, el recordado y colosal poeta Rubén Darío. Recordó también las primeras clases de sus estudios de derecho que abandonó para dedicarse al oficio más hermoso del mundo. Recordó el estropicio del 9 de abril de 1948 en Bogotá, una ciudad destruida y las turbas enfurecidas por el asesinato de su líder Jorge Eliecer Gaitán. Sintió nuevamente el escalofrío de la incertidumbre y la mordacidad de la pobreza cuando tuvo que empeñar el secador de su amada Mercedes para enviar en dos partes los manuscritos originales de ” Cien años de soledad”.

Recordó la soledad del poder en las hojas marchitas del otoño del patriarca, la belleza deslumbrante de Remedios, la sucesión interminable de los descendientes de los Aurelianos y los José Arcadios, las piedras de los ríos de sus años de infancia que se asomaban como huevos prehistóricos, la fortaleza bíblica de Úrsula Iguarán que como un hecho premonitorio imposible, también falleció como su creador un jueves santo, y vio un inmenso jardín adornado de almendros y visitado por miles de mariposas amarillas. Recordó igualmente el día memorable en que su abuelo lo llevó a conocer el hielo. Se vio a sí mismo en Estocolmo en la primavera de 1982, con un traje blanco rodeado de sus más cercanos amigos, ovacionado por la crítica mundial escuchando el himno nacional de Colombia y recibiendo el premio Nobel de Literatura.

Entonces pensó: ” La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, y se dijo parodiando a aquel personaje protagonista de esa monumental obra de narrativa hecha en lírica barroca, el patriarca al celebrar otro aniversario de su ascenso al poder, 6 de marzo de 1927-6 de marzo de 2025, 98 años ya, que vaina como pasa el tiempo.

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