Febrero es un mes de significativas conmemoraciones en la historia política de Colombia, entre ellas el nacimiento y la muerte de Camilo Torres Restrepo. Sacerdote, sociólogo, referente político y cofundador de una de las primeras facultades de sociología en Latinoamérica, cuya vida estuvo profundamente entrelazada con la lucha por la justicia social, ofrece una reflexión necesaria en tiempos donde la desigualdad y la violencia siguen siendo protagonistas en nuestra sociedad.
Nacido el 3 de febrero de 1929, Camilo Torres se destacó no solo por su formación académica, sino también por su inquebrantable compromiso con los más marginados. Su visión de una Colombia más justa lo llevó a cuestionar las estructuras sociales y económicas que perpetuaban la pobreza y la exclusión. Al considerar la religión como una herramienta de transformación social, Torres buscó fusionar su fe con la acción política, convirtiéndose en un precursor del pensamiento crítico dentro de la teología de la liberación.
Su trágica muerte en 1966, en plena lucha guerrillera, no solo marcó el fin de su vida, sino que también simbolizó un llamado a la acción para futuras generaciones. Su enfoque en la paz y la justicia social lo distingue dentro del contexto violento de su tiempo. A través de su legado, nos enseña que el activismo político no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar el bienestar de todas y todos.
En el contexto actual, donde la polarización y el desencanto político parecen prevalecer, es fundamental recordar las enseñanzas de Camilo Torres. Su vida y obra nos invitan a abogar por una política que priorice la dignidad humana y la inclusión. Es un reto que toda la sociedad, especialmente los jóvenes, debemos asumir: construir un país donde la justicia social no sea un ideal lejano, sino una realidad palpable.
Este febrero, al conmemorar a Camilo Torres Restrepo, es pertinente hacer una reflexión sobre su legado y el compromiso que cada uno de nosotros tiene en la construcción de una sociedad más equitativa. La historia nos enseña que el cambio es posible, y que cada acción, por pequeña que sea, puede contribuir a la transformación que tanto anhelamos. Sigamos adelante, inspirados por su ejemplo, con la esperanza de que un futuro más justo y solidario es alcanzable mediante el amor eficaz.
