
La institución celebró sus primeros 45 años y se realizó un evento en el que participó toda la comunidad educativa, donde se entregaron placas de reconocimiento a varios de sus funcionarios. El orador principal fue uno de los socios fundadores Juan Manuel Caicedo.
Palabras de Juan Manuel Caicedo

Gustoso acepté la gentil deferencia de las directivas del colegio para acompañarlos en esta grata celebración, recordando, especialmente a los que ya no están, a todos los que asumimos la difícil tarea de iniciar un colegio, que creció y se hizo adulto, al tiempo que sus promociones de bachilleres (se completan 37 este 2025, con 753 graduados a la fecha). Que orgullosos estamos con el resultado.
Bien dice la invitación a esta conmemoración “Nuestro Colombo Francés está cumpliendo 45 años”. Si, lo seguimos sintiendo nuestro. Fue a mediados del año 1979, cuando unos amigos empezamos a pensar en la idea de fundar un centro educativo para nuestros hijos, que les diera una calificada formación integral, con principios y valores, para los que serían futuros profesionales y ciudadanos, tarea que con satisfacción vemos se ha esforzado por cumplir, con altos estándares académicos.
El 5 de mayo de 1980, finalmente logramos concretar ese propósito y 30 padres firmamos el acta de su fundación.

Este fue, como dicen el banderazo de largada para la organización previa de labores académicas, nombramiento de rector y profesores, plan de estudios, consecución de sede y todo lo que implicaba poder iniciar a tiempo el correspondiente año lectivo, etapa que como se imaginaran no estuvo exenta de tropiezos, que a Dios gracias pudimos superar.
Tengo la satisfacción de haber sido parte de esa primera junta directiva que empecinadamente asumió este reto: Joaquín Arboleda Valencia, Juan Zambrano Muñoz y Edmundo Mosquera Troya, fallecidos, Juan Caicedo Ayerbe, Joaquín Mosquera López, Jairo Ricardo, Herbe Janning y mi persona. No puedo dejar de destacar la gestión de Joaquín Arboleda Valencia, quien la presidio y lideró por varios años para concretar este ambicioso proyecto.
Se iniciaron labores en el mes de septiembre del mismo año, con los cursos de prekínder, kínder y primero de primaria. La primera sede fue en la esquina de la calle 3ª con carrera 7ª, dirección Popayaneja, diagonal al Teatro Municipal, casa que hoy ocupa el Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Vale anotar que, como en mi caso, algunos de los hijos aun no estaban en edad escolar.
Hecho realidad, un año después se completó toda la primaria. Con lo cual pasamos a la casona de la Hacienda Cauca o Casa Doria. Ahí nos golpeó el terremoto de 1983, obligando a terminar ese año lectivo en el Colegio de las Betlemitas, en la jornada de la tarde.
Se inició la difícil tarea de encontrar el lugar adecuado para operar, llegando a este sitio en el que nos encontramos, que afortunadamente se logró adquirir dentro del alivio financiero decretado pos terremoto.
Existía solo la casa, rápidamente instalamos unas aulas modulares donadas por el gobierno francés, permitiendo esto reiniciar labores con la jornada académica de ese complicado año para la ciudad.
No fue fácil llegar a hoy. Es de recordar las dificultades posteriores, en que el colegio estuvo a punto de cerrarse y resaltar la persistencia de algunos padres y profesores, que batallaron para sacarlo adelante. Debo hacer especial mención de Hilda Calvache Rojas, que asumió el reto para salir de este delicado impasse, que permitió consolidar el colegio actual. Razón merecida para bautizar con su nombre el edificio de aulas y laboratorios.

La construcción de estas edificaciones y la adquisición de las dotaciones complementarias, permiten contar hoy con una adecuada planta para el desarrollo de las actividades propias del colegio.
Un proverbio chino dice: “Si haces planes para un año, siembra arroz. Si los haces para dos lustros, planta árboles. Si los haces para toda la vida, educa a una persona”. La educación es la forma de crear un impacto duradero, el mejor tipo de inversión para el futuro.
Hay que reiterar que estos niños, son los que en menos de 50 años serán los padres (unos abuelos), maestros o gobernantes. Nuestro propósito, como anoté atrás, sigue siendo las líneas de un aprendizaje integral, con todo lo que ello implica, comportamiento moral, civismo, urbanidad, principios bastante olvidados y a veces señalados de obsoletos, en los que debemos persistir, a pesar de la velocidad de los cambios tecnológicos que nos atosigan.
Quiero terminar dejando un breve mensaje de reflexión sobre dos temas, primero el derecho a disentir y la lealtad con el contradictor, y segundo el civismo.
El disenso hasta en los asuntos más elementales, está íntimamente relacionado con la inquietante polarización que nos abruma, Hoy no existe posibilidad para pensar diferente, opinamos igual o somos enemigos. No hemos podido entender que la crítica y discrepancia son parte de nuestra razón de ser y esto no implica “me está atacando”. Ahora, la lealtad, se cree que es exclusiva con los amigos, tenemos que comprender que tiene igual valor cuando es para con quienes no estamos de acuerdo en las ideas. Bienvenida sea la crítica, en la medida que nos permite oír ideas distintas a las nuestras, es un gana-gana para todos que nos posibilita crecer. No somos los dueños de la verdad.
Finalmente, el civismo, tan perdido en nuestra cotidianidad, con normas elementales de comportamiento, en la casa, en el colegio, con el vecino. Hay que proseguir acá, en la etapa de formación de estos niños, es ahí donde tendremos resultados en el futuro. Nos equivocamos quienes quisimos impulsarlo en los adultos, siento envidia de ciudades como Cali o Medellín, que avanzan consistentemente en ello.
Perseverar en principios como estos, además de la academia, como reza la misión del colegio, “..formándolos con calidad humana, cuidado del medio ambiente y desarrollo de competencias para interactuar en un mundo cambiante y competido”, es lo que hará la diferencia, para el colegio del mañana que una vez soñamos y de estos muchachos.
Después de muchos avatares aquí estamos, con los 375 alumnos matriculados que nos acompañan. Repito, que orgullosos nos sentimos, recuerdo cómo se veía de lejano este momento.
Con gran alegría no exenta de emoción vemos que ese futuro de entonces se convirtió en ahora y nos ha pasado rápidamente. Los 50 años están muy cerca. ¿No será que miramos un poco más lejos? Atrevernos a pensar, por qué no, en otros 45 o 50 años más. Soy consciente que al menos, los de mi generación ya no estaremos presentes, pero tengan la seguridad que los seguiremos acompañando.
Felicidades a la familia del Colegio Colombo Francés, a sus directivas, profesores, trabajadores, padres y alumnos, de ayer y de hoy, que nos trajeron a esta conmemoración.
Muchas gracias.