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La fuerza del creciente periodismo feminista

María Fernanda Fitzgerald, periodista de la Revista Volcánicas, reflexiona sobre la incomodidad que genera el periodismo feminista. Además, resalta el creciente interés por este tipo de periodismo y por el feminismo.

  

Derechos de autor: Juan José Londoño.

 

Escrito por: Adriana Colina – ascolina@unicauca.edu.co

*Alizan Co.marca/El Liberal

Hablar de periodismo feminista en la actualidad es referirse a un ejercicio comprometido con retratar las realidades de la sociedad desde una óptica femenina. Es hablar de una perspectiva que busca analizar, denunciar y desnaturalizar los escenarios de discriminación, desigualdad y violencias de género que aún persisten y afectan especialmente a niñas, mujeres y personas con orientación e identidades sexuales diversas.

La Revista Volcánicas, caracterizada por su enfoque en el periodismo de investigación y feminista, se ha consolidado como una de las iniciativas periodísticas más destacadas a nivel latinoamericano, que representa y da voz a mujeres y personas LGBT+ que necesitan ser escuchadas para la consecución de sus derechos.

Hoy, Volcánicas se presenta como una revista que, gracias a su apuesta por visibilizar las regiones poco abordadas en las agendas de los medios de las ciudades capitales, contribuye a la descentralización de la información. Además, ofrece herramientas a la sociedad para iniciar el proceso de deconstrucción de la ideología machista dominante. Lo hace a través de narrativas disruptivas, rigurosas y seguras que exponen las realidades de quienes comparten sus experiencias en la revista, con el objetivo de, a través de un enfoque crítico en el tratamiento de dichas narrativas, moldear muchas de las dinámicas que hoy perpetúan la violencia de género.

María Fernanda Fitzgerald, editora de contenidos e investigación de esta revista, desde su experiencia como periodista feminista, habla sobre las prácticas periodíticas implementadas en el medio, la incomodidad que aún causa hablar de feminismo y la relevancia de ejercer un periodismo feminista.

Fitzgerald, define el ejercicio del periodismo feminista como un acto humano y ético, que pone a las mujeres en el centro de las narrativas sin recurrir a cubrimientos revictimizantes; un periodismo que expone de manera segura las problemáticas, demandas, denuncias y deseos de las mujeres, contribuyendo a transformar la sociedad patriarcal a través de la información.

Adriana Colina (A.C): Volcánicas, al asumir el compromiso de ejercer el periodismo feminista, ¿cómo lidian con el estigma que aún persiste en torno al feminismo y las tensiones que esto pueda generar en las audiencias?

Maríía Fernanda Fitzgerald (M.F): Nosotras ya asumimos que somos personas incómodas en muchos espacios a los que llegamos, dentro del periodismo y por fuera de él. Entendemos esto como una consecuencia a las decisiones editoriales que hemos tomado, decisiones que vienen desde la misma fundación del medio. Sabemos que no somos bien recibidas en muchos lugares. Sabemos también que nuestra presencia incomoda a muchos sujetos, y esto, más que algo negativo, me parece muy bueno, porque se convierte en una especie de señal de advertencia. ¿Por qué esta persona se va a incomodar de que yo sea feminista?

Puntualmente el periodismo, por supuesto, es un ejercicio que incomoda, es confrontativo. Muchas veces lleva a que tengamos colegas que consideren que lo que hacemos no es periodismo, a pesar de que tengamos toda la metodología y todos los procesos que exige la profesión. Para ellos, que hablemos de Violencias Basadas en Género (VBG) implica que no es periodismo. Hemos tenido casi que pelear, no para que nos acepten, porque en realidad poco o nada nos importa, si no para que las personas que realmente quieran acercarse a contar sus historias, a hacer sus denuncias, puedan encontrar, primero, la posibilidad de llegar a nosotras; segundo, encontrar espacios seguros, rutas que les permitan tener un espacio en nuestra publicación. Además, que noten que existe un proceso dignificante en el periodismo feminista, que no revictimiza, que no se preocupa por la “chiva” si no que profundiza sobre las temáticas y, sobretodo, que se preocupa mucho por la calidad humana de las personas.

Siento mucho que en el periodismo más tradicional la parte que debería ser prioritaria no lo es: el respeto por los derechos humanos del sujeto que me está entregando su historia. Ese sujeto es un ser humano sintiente, pensante y puede sufrir unas consecuencias específicas por esa denuncia o por esa publicación. A muchos periodistas se les olvidó que esta profesión es de humanos y se quedan muchas veces con la idea de que eso es una nota que tiene que salir sea como sea, así esté atropellando gente y causando mucho más daño de lo que podría generar como efecto positivo. Siento que se ha creado una especie de deshumanización por parte de la profesión.

Destaco tanto la facultad femimista porque esta se preocupa por el respeto a los derechos humanos, por proteger y resguardar a las personas que muchas veces llegan con situaciones tan abrumadoras y terribles que salen de todo límite, que muchas veces no saben cómo actuar y terminan involucrándose y sufriendo consecuencias que más adelante van a acarrear toda su vida. En esa medida, el periodismo feminsista, no solo el que hacemos en Volcánicas, si no las periodistas feministas, es incómodo, y creo que eso es una facultad preciosa. Pienso que deberíamos sentirnos muy orgullosas por no ser cómplices de las violencias que rodean la profesión. Deberíamos sentirnos muy orgullosas por ser esa voz incómoda que no se ríe del chiste machista o que no alienta el acoso a las practicantes en los medios.

A.C: A pesar de esa incomodidad que mencionas que causa en otros el ser periodista feminista, ¿has observado si ha habido cambios significativos en la percepción de las narrativas que se proponen desde este enfoque?

M.F: Para mí sería poco coherente decir que las cosas no han cambiado, porque sí han cambiado mucho. Con el tiempo, lo que hemos empezado a ver es que el feminismo se involucra en todas las agendas. Muchas veces pensamos que el feminismo es solamente hablar de feminicidio o de temas que son evidentemente de género. Pero, por ejemplo, cuántas veces nos hemos preguntado ¿cómo va a influenciar la reforma a la salud a las mujeres? Eso lo tiene que contar una periodista feminista, porque otro periodista no se va a hacer ese tipo de preguntas. Hemos comenzado a entender que el feminismo toca y respalda todas las agendas que podamos pensar: la economía, los deportes, el entretenimiento, la música, todas las agendas que podamos pensar y que puede ampliar cada vez más las audiencias.

A mí hay algo que me gusta mucho destacar y es que, hace unos años, cuando se fundó Volcánicas, le hablábamos a chicas jóvenes principalmente. Era nuestro objetivo, porque no había un espacio para las mujeres jóvenes dentro del periodismo. Hoy en día nos alegra mucho que ya no solo nos leen las chicas jóvenes, sino los novios de las chicas jóvenes, las mamás de las chicas jóvenes, las abuelitas. Poco a poco es algo que se va contagiando. Así mismo, está creciendo el periodismo feminista. Es muy bonito ver que cada vez tenemos que recordar menos que, por ejemplo, no existen los crímenes pasionales: existen los feminicidios. Es muy agradable ver que cada vez tenemos que insistir menos en que no muestren los cadáveres de las víctimas de feminicidio, que podemos encontrar otras maneras de hablar de esto. Ese tipo de cosas resultan siendo muy alentadoras y, sobre todo, crean un espacio esperanzador. Es esperanzador ver que cada vez nuestra audiencia crece más, que cada vez se normalizan menos las VBG, que cada vez más personas se interesan por el feminismo.

A.C: Parte del ejercicio periodístico es pensar también en las estrategias que se pueden usar para el cuidado, no solamente de la integridad de las personas que llegan a ustedes a contar sus historias, si no del equipo que compone Volcánicas. ¿Cómo es el proceso, las dinámicas que han encontrado para, de alguna manera, también hacer ese ejercicio de autoprotección?

M.F: A nosotras nos ha tocado ponernos límites, porque es muy fácil que esta profesión te termine absorbiendo. Es muy fácil que termines involucrándote a nivel personal con cada uno de los casos que cuentas. Cuando tú cubres un feminicidio, es duro; pero cuando cubres setecientos cuarenta y cinco, como ocurrió el año pasado, uno dice: “mi corazón no va a dar”. Hablo del corazón y los sentimientos porque el periodismo está permeado por el corazón y por los sentimientos, y en esa misma medida, como equipo, hemos tenido que crear protocolos de autoatención, protocolos de urgencia donde podamos decir “estoy teniendo estos síntomas, tal vez esta historia me afectó más de lo que creo”.

Parte de lo que nos han querido inculcar es que los periodistas son máquinas que no tienen sentimientos, que son super rudos, super fuertes, que nada los toca, y no es así. La realidad del periodismo es que uno enfrenta situaciones que son muy devastadoras, situaciones que a cualquier ser humano afectan. Siento que somos muy pocos los medios que realmente nos preocupamos primero por esto. Creamos nuestros propios protocolos de autoatención y autoayuda; decidimos tener una conversación honesta entre nosotras y decimos: “esto me está rebasando, necesito hacer una pausa”. Estas dinámicas las permite el feminismo.

A.C: Como estudiantes de comunicación, en las aulas siempre se habla de la necesidad de hallar nuevas formas de hacer periodismo y de generar narrativas para contar lo que, de alguna manera, no es agenda del periodismo convencional. ¿Cómo percibes la necesidad de abordar el periodismo feminista desde las facultades de comunicación?

M.F: Es urgente, y eso les corresponde a los estudiantes, pero les corresponde mucho más a los profes. No podemos quedarnos enclaustrados en ideas que funcionaban hace diez, veinte o treinta años. Tenemos que entender constantemente que, si hay una profesión que se tiene que estar actualizando constantemente, es el periodismo, tanto en formatos como en contenido. Si en este momento hay profesores que están haciendo resistencia a órdenes que son globales, no va a pasar que, porque ellos no quieran, entonces las cosas no van a cambiar. Estaríamos en procesos anacrónicos que no sirven, y eso es algo que siento que, como profesores, porque yo también soy profesora, tenemos que reconocer y tener la humildad y la capacidad de decir: “yo no conozco este tema, no sé cómo abordarlo, me siento sobrepasada por esto”. O tener la suficiencia de decir: “me hace falta leer más, tengo que encontrar nuevos teóricos, tengo que actualizarme de alguna manera u otra”.

Es un ejercicio de humildad y hay muchas personas que no están dispuestas a tenerlo

Pero en esa misma medida siento que la propia academia y los propios estudiantes terminan exigiendo cosas nuevas, porque tienen que exigirlas. El mundo que tenemos hoy en día, que se nutre mucho por las redes sociales, no nos permite quedarnos con las ideas que se tenían hasta hace un tiempo. Por lo mismo, si la academia no se actualiza, entre ellas con el feminismo, va a estar haciendo una resistencia innecesaria que eventualmente la va a sobrepasar.

*Co.marca es el Laboratorio de Medios Periodísticos del programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca.

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