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Este es el proceso de elección del sucesor del Papa Francisco

Por: Alejandro Zúñiga Bolívar

Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia Católica entra en un periodo de luto y transición cuidadosamente establecido por la tradición y el derecho canónico. Este proceso, que se activa tras la muerte del Sumo Pontífice, se desarrolla en tres fases: el luto oficial y las honras fúnebres, el periodo de sede vacante y el cónclave que elegirá a su sucesor.

El luto y las exequias de un Papa que preparó su despedida

Desde hace varios años, el Papa Francisco dejó instrucciones claras sobre las exequias que deseaba para sí mismo. Fiel a su estilo sobrio y a su visión pastoral centrada en la humildad, el Papa pidió que sus funerales fueran sencillos, sin excesos ni protocolos innecesarios. El cuerpo del Pontífice será expuesto en la Basílica de San Pedro durante tres días para que los fieles puedan despedirse. Durante ese tiempo, se celebrarán misas diarias por su alma y, al tercer día, se llevará a cabo el funeral solemne en la Plaza de San Pedro, presidido por el Decano del Colegio Cardenalicio.

Al finalizar la ceremonia, sus restos serán trasladados a la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, lugar al que acudía con frecuencia para orar ante la imagen de la Salus Populi Romani y que consideró siempre su refugio espiritual. Fue allí donde quiso descansar definitivamente, en lugar de las grutas vaticanas, y pidió que en su tumba se grabara la humilde inscripción: Homo peccator (hombre pecador).

El luto oficial se prolonga durante nueve días, en lo que se conoce como el Novemdiales. Estos días no solo son de oración por el alma del Pontífice fallecido, sino también de preparación para el nuevo rumbo que tomará la Iglesia. Durante este tiempo, la Santa Sede queda bajo la administración del Camarlengo, quien custodia el Anillo del Pescador, lo inutiliza simbólicamente y supervisa la transición de poderes, aunque sin capacidad para tomar decisiones doctrinales o de gobierno.

La sede vacante y la espera del cónclave

Con la muerte del Papa se declara la sede vacante, es decir, la ausencia formal de un Pontífice. Durante este periodo, cesan automáticamente todos los encargos de los jefes de dicasterios en la Curia Romana, con excepción del Camarlengo y del Penitenciario Mayor. No hay decisiones de gobierno ni se pueden realizar nombramientos. La Iglesia queda a la espera de la elección del nuevo Papa.

El Colegio de Cardenales, que no debe exceder los 120 electores menores de 80 años, se reúne en Roma y, tras los nueve días de exequias, comienza el proceso del cónclave. La palabra cónclave proviene del latín cum clave —“con llave”— y alude al encierro estricto de los cardenales en la Casa Santa Marta, lugar elegido por Francisco para las votaciones, que reemplazó los antiguos apartamentos papales como residencia.

El cónclave: entre tradición, discernimiento y secreto

El cónclave es una ceremonia profundamente ritualizada y rodeada de estrictas normas de confidencialidad. Los cardenales electores celebran dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. Para que un candidato sea elegido debe obtener dos tercios de los votos.

Las papeletas se queman tras cada ronda. Si no hay elección, el humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina es negro. Cuando un cardenal es finalmente elegido Papa y acepta el cargo, el humo es blanco y el mundo conoce la noticia: Habemus Papam.

Francisco, con su espíritu reformador, sugirió en vida que el proceso de elección debía protegerse aún más del afán de poder y las presiones externas. Aunque no cambió las reglas formales del cónclave, sí pidió que fuera un momento de verdadera escucha del Espíritu Santo y no de cálculos estratégicos.

Una elección con ecos de futuro

El próximo cónclave tendrá la particularidad de que la mayoría de los electores han sido nombrados por el propio Papa Francisco. Esto podría marcar una continuidad en su visión pastoral, centrada en una Iglesia pobre para los pobres, con rostro latinoamericano, abierto al diálogo interreligioso y comprometido con el medio ambiente.

Aún no se conoce quién tomará el relevo del primer Papa jesuita, el primero de América Latina y el primero en siglos que optó por no vivir en los apartamentos pontificios. Pero lo cierto es que, con su muerte, se cierra un capítulo profundamente humano, espiritual y político en la historia de la Iglesia. Y con el humo blanco, comenzará a escribirse uno nuevo.

Francisco, el Papa que conmovió al mundo con su sencillez, con sus gestos de cercanía, con su voz clara en tiempos de incertidumbre, quiso que su despedida fuera coherente con su vida. Su decisión de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, lejos de todo boato, es también un mensaje: que la grandeza de la Iglesia no está en sus ornamentos, sino en la autenticidad de su testimonio.

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