Walter Aldana
En nuestro departamento y, quizá, en todo Colombia se está haciendo un coctel que parece peligroso. Al mismo tiempo y en el mismo espacio se hacen campañas electorales, se descuaderna el orden público y el gobierno de los Estados Unidos (EEUU) mete su mano en nuestro país.
En nuestro Cauca, se revuelve el sonajero político. Se insinúan candidaturas para todos los cargos de elección popular. nombres van, nombres vienen; se inicia el diseño de las listas a Cámara y Senado. Se dan y se escuchan toda suerte de opiniones, especulaciones e incluso descalificaciones.
En las esquinas y otros sitios públicos, se usa la manida y mil veces repetida expresión: “los candidatos pampean la espalda, cogen los votos y no los volvemos a ver”. Quienes hoy la están usando, el día de las elecciones, salen y votan. El electorado parece corcho en el remolino: gira hacia un lado, luego busca otro ángulo; toma decisiones sin importar la ideología, vota guiado por las emociones o por pírricas prebendas económicas.
Pero, también es cierto que se ha consolidado una masa ciudadana que no le come cuento a los grandes medios de comunicación que se han dedicado a desprestigiar toda acción del ejecutivo nacional. Esa porción de ciudadanas y ciudadanos, está comprometida con el cambio, reconoce que modificar las condiciones económicas, políticas y sociales, hacia la opción preferencial por los pobres, es un proceso, y que si hemos sufrido más de 50 años de frentenacionalismo oligárquico, darle posibilidad a unos periodos de gobernanza alternativos, con (sus aciertos y errores), es una esperanza a la que no se debe renunciar.
En nuestro Cauca no sabemos cómo enfrentar el problema de orden público. Es evidente el fortalecimiento de las estructuras armadas no convencionales y son innegables el narcotráfico y su influencia en la economía regional. En las goteras de nuestra capital hacen presencia los armados: instalan retenes, entregan propaganda, colocan banderas en sitios estratégicos para su visibilización. Y, cómo si no fuera suficiente, la disputa territorial se marca ahora en el imponente macizo colombiano, con el enfrentamiento militar entre el Eln y un “nuevo frente” denominado Andrés Patiño perteneciente al Estado Mayor Conjunto que se presenta como heredero legítimo de las extintas FARC.
El gobierno departamental y él de Popayán, no dan “pie con bola” en la resolución del problema. La iniciativa institucional, a este respecto, se agotó en una marcha por la paz. Ante un asunto de la mayor gravedad, la institucionalidad departamental se muestra carente de imaginación, seca de creatividad, sin capacidad para gobernar.
He sido insistente en la necesidad de que, con autorización del Presidente, se impulsen diálogos humanitarios en el departamento, sobre diversos temas. Ha sido como arar en el desierto.
Y, bueno, completa el panorama, el retiro de la visa estadounidense a un grupo de funcionarios del gobierno Petro. La razón aparente: el “pasado guerrillero” del primer mandatario y algunos de sus más cercanos colaboradores.
A quienes tomaron esa decisión y a quienes aquí la celebran se les olvida que, en un estado social de derecho, cuando se comete un delito, (en este caso de carácter político), la rama judicial investiga y sentencia. El o los acusados asumen el veredicto, cumplen la condena prevista y quedan a paz y salvo con la sociedad. Eso es lo que pasó con el Presidente Gustavo Petro y con los demás funcionarios que acaban de sufrir la sanción impuesta por el gobierno Trump.
Política, deterioro del orden público e injerencia externa en nuestros asuntos, son los ingredientes de una verdadera bomba, que estalla poco a poco en nuestras manos.