Walter Aldana Q
Viene acaeciendo en nuestro país una serie de sucesos sociales y políticos que, en vez de clarificar el panorama, confunde cada día más la lectura que se pueda hacer del momento.
A esa confusión aportan los grandes medios de comunicación con una reiterada narrativa que exalta el discurso judeo – cristiano de “todos hermanitas y hermanitos, cogidos de la mano, salvaremos la nación”; discurso que esconde las diferencias ideológicas y políticas, que no permite hacer el discernimiento consciente sobre los asuntos en emulación: dos proyectos de vida, el humanista de la justicia ambiental, social y la paz, versus el aperturista, neoliberal, privatizador de servicios públicos y recorte de derechos laborales.
Se señala la “paja en el ojo ajeno, pero no se ve la viga en el propio”, arremeten con improperios, calificativos o mejor descalificativos que antes de generar un clima de entendimiento, radicalizan con su lenguaje, como estrategia de campaña electoral. Las supuestas “posturas mediadoras, conciliadoras” esconden con sus palabras y frases una fuerte carga emocional dirigida al subconsciente de la ciudadana y el ciudadano: “rompimiento del estado de derecho”, dicen refiriéndose al presidente de la República. Omiten decir estado social de derecho que implica, entre otras, la afirmación de que la soberanía reside en el pueblo como constituyente primario.
En esa ruta, se realizan actos simbólicos, como la velatón impulsada por la gobernación del Cauca el pasado miércoles 18 de junio, en los se esgrime la consigna general “queremos la paz y no la guerra”, mensaje bien intencionado pero que no llega al fondo de la naturaleza del conflicto. Otra cosa fuese si se enarbolara la consigna del acuerdo humanitario, el respeto a la vida y a las actividades de las y los defensores de derechos humanos y lideres sociales, el pacto por la movilidad sobre la vía panamericana y el “Pacto por el Cauca”, tan mencionado, pero no concretado, que parece depender de la sumatoria de los recursos girados por ley a la gobernación y a las alcaldías.
Es hora de que la institucionalidad departamental y municipal, en vez de estar pensando en crear “fondos mixtos” para quebrarle el espinazo a la ley de contratación, imaginen y creen propuestas que den salida no solo a la crisis de orden público, sino también a la falta de oportunidades para la generación de ingresos de miles de familias caucanas, aspecto que, estoy seguro, le quita agua al pez de la corrupción y la pasividad, frente a la crisis de los territorios, en todos los sentidos.