Walter Aldana Q.
Culmina la semana santa, una de las fechas más esperadas por quienes habitamos esta bella comarca que, si en muchos casos se caracteriza por ser de paredes blancas y conciencias negras, es la villa donde construimos y materializamos nuestros proyectos y sueños de vida digna.
Villa de nuevo engalanada de geranios en sus balcones, de estandartes con fotos hermosas patrocinados por horribles empresas saqueadores de los bolsillos de los patojos como Centrales Eléctricas de Occidente CEO; con nuestras procesiones solemnes, imponentes y sus pasos de histórica tradición cristiana, precedidas de visitas a las artesanías ojalá de entrada gratis; del café en la calle y el encuentro con amigas y amigos que han regresado para compartir en familia para saludarse con quienes no se han visto desde la semana santa o el congreso gastronómico anterior; de aire de semana santa con olor a cera de cirio derretido, sensación que solo percibimos quienes vivimos el cotidiano trasegar de la vida en la ciudad blanca.
Con un clima espectacular, regalo divino para las y los turistas, la venta del coco, maní salado o dulce, Bom bom bum y los chitos en paquete grande, se va tejiendo el ambiente que a la caída de la tarde e inicio de la noche da paso a los barrenderos, los Scouts, la policía infantil, las bandas de música y los pasos en sus respectivas andas.
Todos en uno, en el momento del discurrir de los pasos de la procesión entre la multitud que se aglomera a lado y lado, acera derecha e izquierda de las calles cuarta y quinta, allí, en ese recorrido, las diferencias sociales, la polarización entre una “clase alta” venida a menos y una gleba emergente pretenciosa de hacerse al poder regional y local y de aportar al cambio nacional se funden en instantes de silencio solemne y reflexión sincera, pidiendo al altísimo nos apoye para construir nuestro futuro, eso sí desde el énfasis social, político y económico de cada uno.
Hemos rezado insistentemente al Cristo redentor que nos ayude a sacar a Popayán y al amado Cauca de la crisis económica y de orden público con un mensaje claro: “nadie de afuera vendrá a solucionarles los problemas”. En nuestras manos, en la inteligencia y generosidad de quienes habitamos esta región están las alternativas, los consensos, los acuerdos, los diálogos humanitarios y la apuesta por construir el futuro que nos merecemos, de manera conjunta y desde las diferencias.
Bienvenido el mensaje de amor y esfuerzo mancomunado para construir el desarrollo colectivo que nos deja el Ser que nos habla desde hace más de dos mil años.