Inicio OPINIÓN Víctor Paz Otero Los tres personajes

Los tres personajes

Víctor Paz Otero.

Estos últimos meses han sido atravesados como una profunda herida para la conciencia del pueblo latinoamericano, por la muerte de tres de sus personajes de mayor reconocimiento y de enorme y significativa influencia en la vida colectiva de nuestras naciones. Fueron seres humanos bien diferenciados, pero especialmente destacados en esferas diversas de la actividad humana. Los tres curiosamente fallecen a la misma edad de 89 años, pero todos ellos en uso y en ejercicio de una admirable lucidez.

Primero fue Mario Vargas Llosa, sin duda constructor de una obra literaria valiosa y ambiciosa que durante muchos años fue un referente y modelo de inspiración para muchos de los escritores de las nuevas generaciones. Hacedor de una obra que logro resonancia planetaria que seria galardonada y exaltada con el premio nobel de la literatura. La pertenencia de Vargas llosa al publicitado fenómeno conocido con el nombre del boom de la novela latinoamericana, contribuyó de manera notable a la difusión e influencia de su obra, obra que introdujo elementos innovadores en las técnicas expresivas y en las temáticas escogidas, atributos que están fuera de discusión. Sin embargo, fue escritor de personalidad problemática y contradictoria. Sin animo de juzgar aquellos comportamientos y sin atribuir juicios morales, tenemos sin embargo que reconocer que se trato de una personalidad vanidosa y egolátrica que lo llevo a tomar posturas equivocas especialmente en sus posiciones ideológicas y políticas. También habría que anotar que terminó convertido en una especie de “latín lover “, con cartas de presentación y pertenencia en el universo del jet set internacional.

El otro gran ausente, fue el ejemplar y renovador papa francisco. Un hombre extraordinario, una alta cima de valores morales y humanísticos que reorientó la poderosa y milenaria iglesia católica por rumbos auténticamente evangélicos, olvidados con mucha frecuencia por una iglesia engolosinada con los rituales de la pompa exagerada y las prebendas asociadas al poder político y a las ostentaciones de la riqueza mundana. Hombre carismático como pocos; apóstol de la humildad y de la sencillez, así como de una bondad sincera para comprender y analizar las verdaderas y profundas angustias de la criatura humana en la turbulenta sociedad contemporánea. Comprometió y predicó para la iglesia un universal y renovador mensaje de cambio, de un cambio incluyente despojado de sectarismos y de falsos y anacrónicos prejuicios y prevenciones morales, un cambio que negó las exclusiones para muchos sectores de la creciente y diversa población humana que han surgido y actúan en la sociedad moderna y para los cuales el catolicismo tradicional no tenía mensaje sino prevención y hasta repulsa. Francisco, sin duda alguna, hoy día es presencia e influencia amable en el corazón del mundo.

El otro gran ausente, al que conocimos con el nombre de José Mujica, es ese ser magnifico y descomplicado, que en alguna época fue guerrillero y posteriormente presidente, tal vez del país más civilizado de nuestra América del sur: el Uruguay. Fue otro ser humano dotado de muchos atributos personales que lo hacia mas semejante al predicador de un nuevo evangelio político donde se privilegiaba las bondades del corazón y las expresiones del sentimiento, antes que las frías razones de la teoría política. Muy a pesar de su expresa ideología de izquierda, se desligó de los elementos de fanatismo sectario que tantas veces caracteriza el accionar político y retorico de los movimientos de izquierda. De una izquierda que supone tener la verdad exclusiva y las fórmulas necesarias para transmutar las realidades de la historia y de la sociedad en un verdadero paraíso terrenal. El bueno de don Pepe Mujica nos recordaba y evocaba las figuras de los antiguos predicadores del socialismo utópico, tan impregnado en diversos aspectos de humanitarios contenidos cristianos. Fue un romántico e insobornable defensor de las causas de los ofendidos y humillados de la tierra. Un político sencillo y visceralmente honrado, algo que ya se ha tornado un imposible en nuestros medios políticos donde reina soberana la corrupción el engaño y la mentira. |Fue ajeno por completo a los privilegios y a las falsas arrogancias que caracteriza ese ejercer el poder en nuestra sociedad contemporánea. A mí personalmente se me antojaba un personaje tipo León Tolstoi. Su forma de vivir. Su rumor campesino, su contacto y su valoración de la vida sencilla y austera lo convirtieron en personaje significativamente carismático, algo así como un santón laico que fue inmensamente amado y respetado por muchos sectores sociales de nuestra confundida patria continental. Paz en su via y votos para que perdure su admirable ejemplo.

 

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