HORACIO DORADO GÓMEZ – horaciodorado@hotmail.com
Semana Santa, época para profundas reflexiones sobre la vida, la muerte y la esperanza de la resurrección en nuestra larga tradición cristiana. Desde el punto de vista de la crítica basada en una teología para la vida, este periodo litúrgico, es la oportunidad para denunciar los ídolos de muerte presentes en las estructuras socioeconómicas y políticas contemporáneas, tiempo para reivindicar al Dios de la vida.
A principios del siglo XX, en sus escritos Franz Josef Hinkelammert, intenta entender a Jesús no como una figura puramente religiosa o sobrenatural, sino como un líder popular, cuyo mensaje respondía directamente a condiciones materiales, económicas y políticas específicas de su tiempo. Escribió en forma historicista la figura de Jesús, concibiéndolo como un líder político y moral propio de su tiempo; cuya predicación estuvo profundamente arraigada en la resistencia contra las injusticias y la dominación económica de la élite sacerdotal judía y la ocupación imperial romana. Argumenta que, el cristianismo primitivo se originó como un movimiento social compuesto principalmente por las clases populares empobrecidas y subalternas de Palestina, que experimentaban opresión económica y exclusión política bajo la dominación romana. “Darle a César lo que es del César”, era en realidad, hacer un llamado a darle nada, puesto que la figura del César aspiraba a una divinidad y una soberanía que la figura de Jesús le negaba.
Tempranamente, el cristianismo representó una lucha contra la explotación económica, la desigualdad social y la dominación política imperial. Bajo esa perspectiva, Jesús fue crucificado como una amenaza directa al orden socioeconómico existente y al poder de las élites judías que se beneficiaban del colonialismo romano. Desafiar a las autoridades del Templo era, por consiguiente, desafiar el orden político existente, aunque fuera hecho de modo no violento.
Franz Josef Hinkelammert, teólogo y economista costarricense de origen alemán, reflexionó críticamente sobre los problemas de América Latina, lanzando una crítica radical sobre cómo algunos discursos religiosos son instrumentalizados para legitimar la muerte y la violencia estructural. Para él, la insistencia en la muerte de Cristo, separada del mensaje central de vida y liberación que representa el simbolismo de su resurrección, ha sido convertida en una ideología para perpetuar sufrimientos sociales e injusticias, legitimando prácticas económicas y políticas opresivas que sacrifican vidas humanas, en nombre del mercado o del poder. Es un enfoque que exhorta a una reorientación teológica que enfatice la vida, desafiando la lógica sacrificial inherente al capitalismo moderno. Complementando esta crítica, el teólogo y sacerdote católico chileno Pablo Richard reintroduce la idea de recuperar el Jesús histórico para desarrollar una crítica contra los «ídolos de la opresión» (1989). Según Richard, muchas sociedades contemporáneas están dominadas por idolatrías que exaltan la muerte en formas diversas, desde el culto al mercado y al dinero, hasta la violencia del militarismo y el extractivismo económico. Para Richard, la verdadera fe cristiana implica una toma de postura frontal contra estos ídolos mortíferos, promoviendo una espiritualidad y praxis comprometidas con la justicia, la equidad y la preservación ecológica. Richard propone entender que «en el principio la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Cuando Dios se hace humano todos los dioses se derrumban: el dios dinero, el dios mercado, con su fuerza el neoliberalismo.
En la integración de estas perspectivas, la reflexión crítica sobre la Cuaresma y Semana Santa, adquiere una dimensión profundamente política y económica. Las procesiones y ritos tradicionales deben interpretarse como oportunidades para recordar y cuestionar la complicidad de los sistemas actuales con los «ídolos de la muerte»: la explotación económica, la desigualdad extrema, el racismo estructural, la violencia social referida a cualquier clase de violencia y el extractivismo ecológicamente destructivo. En Colombia, donde la economía agro-exportadora y extractivista reproduce ciclos profundos de violencia ecológica y social, estos ídolos de muerte son visibles en el despojo territorial, la persecución de defensores ambientales e indígenas y en la sistemática degradación ecológica. Entonces, la Semana Santa en Popayán, sirve para reclamar el imperativo de velar por nuestra casa común: Colombia.
La Semana Santa, interpretada desde estas perspectivas críticas, se transforma en una oportunidad para articular públicamente un proyecto político y teológico contrahegemónico y centrado en la defensa de la vida. Celebración para resaltar el poder simbólico de la resurrección, un significante poderoso de luchas por la justicia, como una praxis activa de resistencia frente a los ídolos de muerte contemporáneos, exigiendo cambios estructurales profundos hacia sistemas económicos, políticos y sociales verdaderamente vivificantes.
Civilidad: Es tiempo de renovar la esperanza activa en un proyecto que supere la idolatría de la muerte en favor de la vida, la justicia, la dignidad humana y el cuidado ecológico.
13/04/2025