Por: Alejandro Zúñiga Bolívar, El Liberal.
El inicio del primer periodo de sesiones ordinarias del Concejo Municipal de Popayán en 2025 plantea un desafío evidente para los concejales. Si el año pasado estuvo marcado por el estreno de la moción de censura en la ciudad, este año debería estar marcado por la madurez política para ejercer el control sobre quienes realmente son responsables de la ejecución administrativa.
El Concejo tiene un doble deber. Por un lado, no puede renunciar a su papel de control político. La administración municipal aún enfrenta retos en la ejecución de los recursos y la materialización de las promesas hechas a la ciudadanía. El año pasado, la moción de censura contra el jefe de gabinete fue un intento de exigir cuentas, pero terminó castigando a quien coordinaba y no a quienes tenían la obligación directa de ejecutar. Ojalá este año los concejales tengan la valentía de señalar a quienes verdaderamente deben responder por la falta de ejecución. No se trata sólo de cuestionar, sino de enjuiciar políticamente a quienes no han hecho bien su trabajo.
Pero el control no puede convertirse en obstáculo. La otra cara de la responsabilidad del Concejo está en facilitar el trabajo armónico con la administración. Y este año hay un punto crítico en la agenda: la discusión del Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Se trata de un debate que definirá el desarrollo de Popayán en las próximas décadas y que, por su importancia, exige rigor técnico. Ojalá que el pragmatismo político que ha caracterizado las decisiones del Gobierno Nacional, al mejor estilo de Benedetti, no termine por trasladarse a Popayán en este trámite.
Este Concejo tiene la oportunidad de demostrar que su ejercicio es más que trámite y protocolo. Puede ser la instancia donde se haga control político con precisión y valentía, pero también el espacio donde la ciudad discuta con seriedad su futuro. Dependerá de sus integrantes si cumplen con ese doble deber o si, como en años anteriores, dejan pasar la oportunidad.
