Hoy concluye mi paso por la dirección de El Liberal, un rol que asumí con compromiso, con cariño y con la certeza de que este periódico sigue siendo una pieza vital en la vida de Popayán y del suroccidente colombiano.
Fueron nueve meses intensos, desafiantes y profundamente gratificantes, en los que confirmé que El Liberal está vivo en la memoria colectiva, que su nombre tiene peso y que su razón de ser sigue intacta: hacer un periodismo riguroso, responsable y cercano a la gente.
Seguiré escribiendo, mientras me lo permitan, los editoriales que cada día invitan a reflexionar sobre nuestro presente y nuestro futuro. Escribirlos fue gratificante pero hacer las noticias diarias del periódico me permitió explorar el difícil arte de la imparcialidad. Descubrí que es más sencillo opinar que informar, pero también que todos tienen algo que decir, y que el diálogo —cuando es abierto y sincero— siempre nos enriquece.
Me hizo muy feliz liderar esta casa editorial y, en ese camino, haber contribuido a consolidar la Alianza Informativa del Suroccidente con El País, que hoy celebra sus 75 años. Ese trabajo conjunto es una apuesta por una región que necesita más y mejor información, con vocación de servicio público y con sentido de futuro.
Gracias a C. Eduardo Nates por invitarme a este viaje y permitirme ir con él en la silla del pasajero. Gracias a Antonio Alarcón Reina, por asumir la dirección cuando fue necesario, y gracias —muchas gracias— a cada uno de ustedes por leerme, por cuestionarme, por corregirme. De eso se trata el periodismo: de escucharnos, de debatir, de construir.
El Liberal sigue. Más fuerte, más vivo, más necesario que nunca.